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La fecha prevista de la llegada era el 30 de noviembre de 1956, y desde la madrugada Santiago de Cuba se alzó para apoyar el desembarco.
Las calles estrenaron el uniforme verde olivo. Fuego y metralla se confundían con el grito de ¡Viva Cuba Libre! La jornada de lucha entregó a la patria tres héroes: Pepito Tey, Tony Alomá y Otto Parellada.
En su empeño los combatientes no estuvieron solos: “La población entera de Santiago, enardecida y aliada de los revolucionarios, cooperó unánimemente con nosotros —escribió el propio Frank—, cuidaba a los heridos, escondía a los hombres, guardaba las armas y los uniformes de los perseguidos; nos alentaba, nos prestaba las casas y vigilaba el lugar, avisándonos de los movimientos del Ejército. Era hermoso el espectáculo de un pueblo cooperando con toda valentía en los momentos más difíciles de la lucha”.
El arribo del Granma no se produjo hasta el 2 de diciembre. El Ejército, alertado, se lanzó sobre los expedicionarios. Pero no podrían derrotarlos. Fidel lo había anunciado: “Si salgo, llego; si llego, entro; si entro, triunfo”, y sobreponiéndose a todas las vicisitudes, los libertadores de verde olivo conquistaron la victoria.