En la dramaturgia del recién electo Premio Nacional de Literatura 2020, Eugenio Hernández Espinosa (La Habana, Cerro, 1936), director de la compañía Teatro Caribeño de Cuba, se respira ese interés por recrear la idiosincrasia insular y los valores más trascendentales de nuestra cultura, cuyas raíces están ancladas en el legado de los negros traídos aquí como esclavos desde África, que vinieron a fundirse con la herencia del blanco español para finalmente conformar sólidos cimientos de nacionalidad.
El también acreedor del Premio Nacional de Teatro 2005 ha tenido el privilegio de cruzar el puente entre el siglo XX y el XXI, lo cual le ha permitido pensar que “la cubanía es un proceso viviente, dinámico y en constante ebullición”, tal ha dicho.
Eugenio ha erigido la casi totalidad de su obra teatral sobre el rico universo de la cultura afrocubana. Para ello se pertrecha de los elementos principales que caracterizaron la aparición del negro africano en la composición étnica del pueblo cubano en los albores del siglo XVI, época en que comenzó un paulatino proceso de entretejido racial, cuyo mayor auge se produjo cuando alrededor de 275 mil negros nigerianos, convertidos en cautivos, arribaron a estas costas, trayendo consigo sus costumbres y creencias religiosas, fundamentalmente las correspondientes al panteón Yoruba.
El artista, con cuidadoso respeto hacia los orígenes de esta religión, acomoda estéticamente paradigmas, símbolos y signos propios del culto africano, para desde esa premisa dialogar con el pasado y el presente, en tanto sugiere nuevos caminos que buscan salidas a los complejos y variopintos problemas que hoy nos agobian.
En esa intención, muchos de sus textos se introducen en el fenómeno del sincretismo, a través del cual cada una de las deidades africanas recibe el nombre genérico de oricha, orisha u orissa, y tiene su “equivalente” con un determinado santo católico.
En su prolífera producción se aprecian dos vertientes temáticas: la asunción de lo popular sin prejuicios clasistas (María Antonia, Calixta Comité, Los convictos, Eclíptica…), y otras en que la mitología de origen Yoruba ocupa un primer plano (Obba y Changó; Odebí, el cazador; Ochún y las cotorras, El Venerable, El Elegido…).
Un gran mérito de su producción dramatúrgica y literaria es el haber fundado su obra a través de una suerte de simbiosis de las culturas africana y cubana, para trascender en las tablas y sobresalir, además, como director artístico, amén de sus vínculos con el cine y la televisión, principalmente como guionista.
A partir del año 1977 en que obtuvo el Premio Casa de las Américas en Teatro, con su obra La Simona, Eugenio Hernández Espinosa pasó a formar parte de lo más representativo de la dramaturgia nacional, acontecimiento que vino a puntualizarse con su nombramiento (1987) como director general de Teatro de Arte Popular, que radicaba en el antiguo cine Verdún, en la barriada de Colón, muy cerca de La Habana Vieja, donde enriqueció sus experiencias sobre la vida de las gentes más humildes de la sociedad capitalina, allí los “aseres” son personajes de la vida cotidiana signada por santeros, babalaos, paleros y abakuás, mundo en el que se funden lo místico y lo terrenal que ya había sido conocido por él durante la infancia y la juventud en zonas marginales del Cerro.
No existen dudas de que fue María Antonia la que lo lanzó hacia la cumbre de la escena nacional. Él afirma que, si no fue su obra más acabada, es la génesis que le permitió tocar otros mundos, desde el punto de vista racial y social. Elementos correspondientes a las esencias representativas de esta pieza están en buena parte de sus posteriores creaciones.
Vale destacar que, si se analiza con detenimiento el conjunto de su creación, puede observarse cierta propensión a cambiar la sintaxis e inventar palabras, a través de un contrapunteo entre la lengua española y el dialecto yoruba que, según refiere él, también “el pueblo lo hace”. De acuerdo con su filosofía teatral, la palabra “expresa el sentimiento”, y por eso le adjudica especial relevancia.
Con unas 30 obras publicadas y decenas de puestas escénicas de sus textos en varias latitudes del mundo, Eugenio es uno de los más notables dramaturgos de Cuba. La vitalidad de su obra —inmersa en los problemas de nuestra sociedad— se mantiene desde María Antonia hasta uno de sus más recientes títulos, el monólogo Eclíptica, ¿qué le pasa a esa mujer?, estrenado en el año 2018.
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