Es difícil olvidar a quienes están a nuestro lado cuando las cosas se ponen malas. Así le sucede a Roberto Morales Sordo, operador de montacargas en la empresa mixta capitalina Konfort, quien recuerda muy bien el apoyo de su centro de trabajo cuando en enero del 2019 el tornado que azotó a La Habana provocó la muerte de su suegra y cuantiosos daños en su vivienda de la Calzada de Luyanó.
La ayuda emocional y material que recibió aquella vez este trabajador con dos décadas de labor en esa fábrica productora de colchones y accesorios para el descanso, habla también de la camaradería y el humanismo que priman en ese colectivo del Sindicato de Industrias, vuelto a poner a prueba este año en medio del enfrentamiento a la epidemia de Covid-19.
“Este ha sido un año atípico”, sostuvo Amauri Torres Blanco, secretario general de la sección sindical en la entidad cubano-española que radica la apartada localidad del Wajay, en Boyeros. Explicó como, a pesar de la depresión en el turismo, Konfort hizo todo lo posible por evitar la interrupción laboral a sus poco más de 100 trabajadores, para no afectar el salario. “Sola una trabajadora con un niño pequeño tuvo que recibir la garantía salarial durante la cuarentena”, apuntó.
El cumplimiento estricto de las medidas de prevención ante la enfermedad, prácticas seguras que mantienen con absoluto rigor, contribuyó también a que no tuvieran que lamentar ningún caso positivo al nuevo coronavirus, ni entre los empleados ni en sus familias, resultado que les enorgullece.
Entretelas de una pandemia
Esta Industria del Descanso, como reza también en la marca comercial de Konfort, esgrime como su principal resultado económico desde hace ya varios años el hecho de que Cuba no tenga que importar un solo colchón de muelles para amueblar su creciente planta hotelera.
Así lo enfatiza Lázaro Llera Valdés, director de la empresa por la parte cubana, al explicar cómo la calidad de sus productos les ha permitido ganar todas las licitaciones para los contratos con las más importantes firmas cubanas y extranjeras que apuestan por el turismo en el país.
Pero la emergencia epidemiológica de este 2020 hizo que Konfort fuera mucho más allá de su objeto social, que también incluye las ventas para las tiendas en pesos cubanos, convertibles y en divisas, así como el incipiente comercio electrónico nacional.
“En los primeros momentos de la pandemia –narró Llera Valdés– proporcionamos tejidos de gran resistencia e impermeabilidad que se usan para confeccionar las entretelas y los cubrecolchones, para empezar a producir con urgencia las batas del personal médico, incluyendo las de quienes laboraban en la zona roja de los hospitales, porque el país no contaba con suficientes trajes de protección”.
Cuando se desató un evento de trasmisión de la Covid-19 en el Poligráfico de Santa Clara, que obligó a los impresores de los periódicos nacionales a permanecer en cuarentena dentro de aquel edificio, los colchones y almohadas de Konfort arribaron allá en menos de 24 horas, para garantizar el descanso de aquellos obreros en aislamiento. “Nadie preguntó cuánto costaba, ni quién pagaría, era nuestro deber en ese momento”, recordó el director.
Acomodarse a las transformaciones
La elaboración de un colchón de primera calidad como los de Konfort requiere de un total de 27 componentes, de los cuales Cuba solo produce tres, y no siempre es posible adquirirlos aquí, explicó Eduardo Prieto Torres, jefe de compras y aduana de la entidad. Por solo poner un ejemplo, el ancho máximo del tejido que fabrican las textileras cubanas es un metro con 60 u 80 centímetros, cuando la tela para los colchones requiere como mínimo 2,20 metros.
Lo cierto es que esta empresa mixta ya consiguió un importante encadenamiento con el sector turístico como su principal cliente, pero no ocurre igual con el resto de la industria nacional que debería garantizarle sus suministros.
Si sumamos a esto la característica de lo voluminosas que resultan sus materias primas y hasta los productos terminados, más las dificultades de financiamiento y los impagos eventuales de algunos proveedores, ello explica por qué la fábrica dista de alcanzar su capacidad máxima de unos 117 mil colchones anuales, y ronda solo la mitad en sus mejores momentos.
En este difícil 2020 Konfort prevé ventas brutas por 12.6 millones de CUC, de un plan inicial de 15 millones. Los cierres de la mayoría de las tiendas por la Covid-19 y las consiguientes dificultades financieras de sus clientes impactaron en su gestión, con grandes incertidumbres aún para el próximo año.
No obstante, el equipo de dirección percibe con optimismo muchas de las transformaciones que acontecen en el sistema empresarial, a partir de las recientes medidas para dotarlas de mayor autonomía y poder de decisión, aunque todavía hay insatisfacción con los mecanismos salariales para este tipo de entidad mixta, así como con el elevado margen comercial que fijan las cadenas de tiendas a sus productos.
“Ya tenemos identificados trabajadores por cuenta propia y otras formas de gestión no estatal con interés en establecer contratos para la compra de recortería y otras materias primas que no podemos utilizar, en espera de los términos que resulten del próximo ordenamiento monetario y cambiario”, adelantó Yuri Miyares González, jefe del departamento comercial de Konfort.
Desde la ampliación de su objeto social con esa y otras nuevas actividades comerciales, hasta las prerrogativas para el pago adicional de determinadas labores específicas a su propio personal, la entidad explora todas las oportunidades que ofrecen tales cambios, incluyendo el estudio de futuras exportaciones.
Poco descanso hay entonces en este colectivo que labora para el descanso ajeno, y donde sus trabajadores perciben buenas condiciones y perspectivas de desarrollo, incluso entre los menos experimentados dentro de su estable plantilla.
“Terminé el preuniversitario y quise ponerme a trabajar”, contó Laín Arrazcaeta Lam, quien con solo 22 años y dos en Konfort, siente que aprende cada día de las diferentes tareas de la fábrica, sin dejar de hacer lo que le gusta a cualquier joven de su edad. “Vivo en San Miguel del Padrón y soy el último en bajar del transporte obrero. ¡Figúrese! Ahora cuando llego a la casa a las seis de la tarde ya es de noche, así que solo juego fútbol con mis amigos los fines de semana”.