“¿No le sorprendió que en apenas dos meses el Comandante en Jefe visitara nueve veces el hospital?”.
“Fidel siempre se preocupó por el bienestar de los niños y no podía sorprendernos que en los momentos más difíciles de la epidemia de dengue hemorrágico viniera a interesarse por los que teníamos ingresados, cuántos estaban graves, la forma en que eran atendidos, cuál era su evolución… y no solo preguntaba, también recorría las salas con el personal médico”. Así recuerda el doctor José Antonio González Valdés, Profesor Titular Consultante de Pediatría de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, quien en aquel año de 1981 fungía como director del Pediátrico de Centro Habana.
Las primeras manifestaciones de la enfermedad se produjeron en mayo en la capital, y se extendió con rapidez por todo el país. Años después la ciencia demostró de manera irrefutable lo que había denunciado el Líder Histórico de la Revolución cubana: que el virus había sido introducido deliberadamente en Cuba por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos.
“Dada la avalancha de cientos de niños con la enfermedad o sospechosos de padecerla que arribaban al hospital, hubo que habilitar hasta 350 camas y se conformaron tres grupos de trabajo para tener todo el tiempo bajo vigilancia a los enfermos —relata el doctor González Valdés—. Las enfermeras se organizaron en brigadas para cubrir las 24 horas. Los estudiantes de los últimos años de la carrera de Medicina renunciaron a sus vacaciones para enfrentar la epidemia. Hubo quienes vivían lejos y muchas veces se quedaban a dormir en el hospital.
“Fidel venía sorpresivamente. En una de esas oportunidades un médico le comentó el caso de un niño que trasladaban en una ambulancia del hospital Aballí al Borrás, y falleció por el camino. Entonces él dijo que eso no podía suceder, que cada pediátrico debía tener una sala de terapia intensiva con todos los recursos, tanto de equipamiento como de personal capacitado para atender al niño grave, de tal forma que no hubiera que trasladarlo a otro lugar. Hasta ese instante nosotros teníamos a los más graves en una pequeña sala de cuidados especiales, existían otras en el William Soler y en el Borrás, pero prácticamente sin equipamiento, lo que era insuficiente para enfrentar la epidemia del dengue”.
El doctor González Valdés conserva varias fotos de aquellos tiempos. En una aparece Fidel revisando en el salón de reuniones de la institución los proyectos de la sala de terapia intensiva del hospital, la primera que se construyó en el país. En otra imagen, el Comandante en Jefe supervisa en el terreno la marcha de la obra, que se concluyó en menos de un mes. Él la inauguró oficialmente. Orientó construirlas en los demás pediátricos y hospitales que atendían a niños, y antes de cumplir un año ya se habían terminado 33 en el territorio nacional. Gracias a su existencia, desde aquel momento hasta hoy, miles de niños graves han podido ser salvados. “Podemos afirmar que la terapia intensiva pediátrica nació al calor de los planteamientos del Comandante en Jefe durante la epidemia del dengue hemorrágico”, subraya.
“Como venía con frecuencia, Fidel se aprendía los nombres de algunos pacientes y preguntaba por ellos, conversaba con otros y también dialogaba con las madres acompañantes, se interesaba por saber cómo eran atendidas, por su alimentación, y les infundía confianza en que sus hijos iban a evolucionar bien.
“En una oportunidad vio a un niño extremadamente grave y al indagar por su pronóstico le respondieron que era muy probable que falleciera, Fidel respondió: ‘No se puede morir’, y esa noche nos estuvieron llamando del Consejo de Estado cada cuatro horas para saber su situación. El paciente se recuperó”.
Con satisfacción, el doctor González Valdés muestra otra fotografía de Fidel caminando con el personal médico por el pasillo del hospital, y a su lado el pequeño salvado de la muerte, dado de alta.
Durante la epidemia de dengue, el total de enfermos diagnosticados en Cuba fue de 344 mil 203, y fallecieron 158, de ellos 101 menores de 15 años. Son datos estremecedores a los que se suma la angustia que debieron experimentar las familias de los 10 mil 312 hospitalizados graves y muy graves.
“En nuestro hospital tuvimos cientos de casos, no obstante, por la forma en que organizamos el trabajo logramos que la mortalidad fuera muy baja: solo dos niños pequeños fallecieron, antes de la creación de la sala de terapia intensiva”.
Según datos nacionales, tras un colosal esfuerzo del país, en septiembre el índice de infestación del mosquito Aedes aegypti, vector de la enfermedad, se redujo a 0,009; se eliminaron el virus circulante, la población de mosquitos adultos hembras infectantes y la epidemia. El último enfermo se reportó el 10 de octubre y la enfermedad se declaró erradicada el 19 de noviembre.
“Fue en septiembre que pasé a integrar el equipo de coordinación y apoyo del Comandante en Jefe adscrito al comité ejecutivo del Consejo de Ministros. Él se interesó por otras necesidades del pediátrico, y le hablé, entre otras cosas, de que teníamos solo una pequeña consulta externa, y él mandó a construir el policlínico de cuatro pisos que está anexo al hospital, para todas las consultas. Destinó recursos para mejorar los demás pediátricos y planteó la importancia de construir más.
“El 31 de diciembre Fidel volvió a nuestro hospital. Pasó visita a la sala de terapia intensiva y compartió con los trabajadores. Para todos los que habíamos vivido momentos tan dramáticos fue un gesto de reconocimiento”.