El alma de Fidel está en la agricultura.
En el surco, en la vaquería. En una fábrica que asegura insumos o implementos; en la inauguración de alguna obra; en los cafetales y los cañaverales.
El alma de Fidel está en el llano y la montaña, en una carretera, en una presa.
La agricultura fue uno de sus campos de experimentación y no cesó en el empeño mientras le duró el aliento.
Algunos lo recuerdan con un mapa desplegado sobre el capó de un yipe soviético o contando los granos de espiga, porque Fidel concibió y dirigió el proyecto arrocero del Sur del Jíbaro.
Otros en Los Naranjos, en Nazareno o en la Genética de Matanzas. Preguntando, sugiriendo, esperando respuestas, esperando resultados.
Creado en 1965 por iniciativa de Fidel, Banao fue uno de los primeros planes especiales impulsados por la Revolución.
La agricultura fue uno de sus sueños, de los grandes sueños, y el capital más grande que tuvo para desarrollarlos fueron los agropecuarios, los campesinos, los hombres y mujeres del campo.
En ellos vive Fidel y se multiplican sus palabras.
Y aunque muchos no lo crean, de cuando en cuando, su alma pasa y revisa la obra; ¡conmina, incita, estimula!