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Trump o Biden, ¿existe un mal menor?

Este martes 3 de noviembre concluye uno de los espectáculos eleccionarios más costosos del mundo. Pronto sabremos quién pondrá rostro a los intereses del imperio estadounidense en los próximos cuatro años, aunque para algunos la victoria de republicanos o demócratas deja de ser trascendente en varias materias.

 

Para reflexionar sobre estos comicios, Trabajadores ha conversado vía correo electrónico con el intelectual canadiense Arnold August, quien durante años ha estudiado esos asuntos, así como los vínculos de Estados Unidos con América Latina y el Caribe.

Como resultado de sus investigaciones, Arnold ha publicado numerosos artículos y los libros Democracia en Cuba y las elecciones de 1997-1998 (Editorial José Martí, 1999); Cuba y sus vecinos: Democracia en movimiento (Editorial Ciencias Sociales, 2014); y Relaciones Cuba-EE.UU.; ¿Qué ha cambiado? (Editorial Oriente, 2018).

¿Cómo describiría el proceso eleccionario en Estados Unidos? 

La élite en el poder en los Estados Unidos se dota con uno de los procesos eleccionarios más avanzados del mundo cimentado sobre la cooptación. Al describir el sistema eleccionario estadounidense, algunos analistas lo explican por el dinero, su principal marca distintiva, y la amplitud de la corrupción. Ambas características se comprenden bien en los Estados Unidos y en el extranjero, y el sistema estadounidense acoge fácilmente esto. Los medios de comunicación corporativos no pierden oportunidad de expresarse sobre el financiamiento político y la corrupción. Asimismo, hay más de 25 sátiras televisivas estadounidenses que comentan la política y a menudo ridiculizan las características más banales del sistema político y eleccionario.

Se suele hablar de cualquier cosa sobre el sistema eleccionario, pero no se aborda su rasgo más importante: la cooptación, que sirve de subterfugio al orden establecido, el que se mantiene gracias a la alternancia exclusiva entre dos partidos políticos imperialistas que se sustituyen, con lo cual se suprime la libertad de elegir opciones políticas revolucionarias.

En los Estados Unidos  la eficacia de la cooptación es mucho mayor que en cualquier otro país, porque,  además del apoyo corporativo ilimitado del que gozan ambos partidos, los sofisticados medios de comunicación multifacéticos moldean la opinión pública. La característica central de este proceso es que la élite coopta las luchas anticapitalistas, antimperialistas y antirracistas, haciéndolas suyas para evitar la lucha revolucionaria de la clase trabajadora y de otros sectores de la sociedad.

¿Puede dar un ejemplo de cooptación?

Sí, tomemos el caso de la primera elección de Barack Obama en 2008. Este ejemplo es útil también ya que, una vez más, Obama destaca en las actuales elecciones presidenciales. Durante los años de George W. Bush, la posición y la reputación del país tocó fondo, tanto a nivel nacional como internacional. La élite vio a Obama como la solución.

 

En mi libro Cuba y sus vecinos: Democracia en movimiento (Editorial Ciencias Sociales, 2014) hago referencia a este episodio de la manera siguiente:

“En lo interno Obama sirvió para reducir considerablemente la brecha en la credibilidad de los afroamericanos en la sociedad estadounidense. Numerosas señales provenientes de representantes de los círculos dominantes de los Estados Unidos indicaban que el país enfrentaba un serio problema. Se trataba no solo de la credibilidad internacional, particularmente después de los años de Bush, sino también de la situación interna.

“Comencemos este tema con el aspecto internacional. Zbigniew Brzezinski fue asesor de Seguridad Nacional del presidente James Carter. En su libro Second Chance: Three Presidents and the Crisis of American Superpower (Segunda oportunidad: Tres presidentes y la crisis de la superpotencia estadounidense), publicado en 2008, Brzezinski se refirió al “aislamiento de los Estados Unidos a escala global y las dudas existentes en el mundo sobre el liderazgo de Bush”. Igualmente expresó preocupación por el “creciente vínculo que se está estableciendo en América Latina entre el auge de la democracia [refiriéndose a países como Venezuela] y el aumento del sentimiento antiestadounidense”.

“Brzezinski menciona igualmente que George W. Bush “no interpretó correctamente el momento histórico…  y socavó la posición geopolítica de los Estados Unidos”. El exasesor del presidente Carter estaba asimismo preocupado por el hecho de que Europa estuviera “cada vez más alienada”. América Latina estaba “tornándose populista y antiestadounidense”. Destacaba el “aumento de la hostilidad hacia occidente en todo el mundo islámico [y] en un explosivo Medio Oriente”. Durante las primarias demócratas de 2007 Brzezinski apoyó a Obama contra Hillary Clinton y justificó su decisión alegando que Obama “reconoce que el reto radica en modelar una nueva cara [y él tiene] tanto el coraje como la inteligencia para enfrentar ese tema [asuntos globales] y cambiar la naturaleza de las relaciones de los Estados Unidos con el mundo”.

Otro ejemplo de temor en gran escala estaba relacionado con la credibilidad de los Estados Unidos en Egipto y América Latina. Se trataba de lo que se expresó en un panel de alto nivel celebrado en noviembre del 2008 con la participación de un centro de investigaciones del establishment, el Consejo de Relaciones Exteriores, cuyo representante dijo que “la elección de un afroamericano había contrarrestado eficazmente la propaganda acerca del racismo de los Estados Unidos”.

“En el plano interno la integridad y autoridad del sistema capitalista era motivo de preocupación. La brecha en la credibilidad es más evidente entre los afroamericanos. Michelle Alexander es una activista afroamericana por los derechos civiles y profesora de la Escuela de Derecho de Stanford (California). Ha publicado uno de los libros más impresionantes sobre la sociedad estadounidense y su historia reciente, el cual lleva a los lectores la cruda realidad que enfrentan los afroamericanos.

“El sistema bipartidista brinda a las élites la oportunidad de presentar un candidato presidencial diferente y mejor que el otro. La brecha en la credibilidad entre los afroamericanos era una gran preocupación para los círculos dominantes antes de la elección de Obama en el 2008. Por consiguiente, Obama, en tanto que afroamericano, resultó el candidato ideal para cooptar el descontento que se manifestaba en los planos interno y externo. Por ejemplo, en lo interno Obama sirvió para reducir considerablemente la brecha en la credibilidad de los afroamericanos en la sociedad estadounidense.”

Sin embargo, rastreando las tendencias posteriores al estudio de caso sobre Obama, una vez que ganó las elecciones por cooptación, las mismas políticas básicas prosiguieron dentro y fuera del país, con la adición de algunas políticas propias expuestas a continuación.

 

A lo largo de la campaña, el actual presidente y candidato a la presidencia Donald Trump intentó imponer la supresión de votos que afecta sobre todo a la población de afrodescendientes, de latinos y de las personas más pobres. ¿Qué opina?

Esto es cierto y constituye el rasgo más grotesco vinculado con la supresión de electores. Sin embargo, echemos un vistazo a otras formas de supresión de electores.

 

 

Pese a ello, una encuesta Gallup reciente revela que el 57 % de los estadounidenses están a favor de un tercer partido importante. Mientras que solo un 55 % de los electores admisibles suelen votar. En otras palabras, hay grandes sectores de la población en edad de votar que se sienten privados de sus derechos de voto.

El Partido Verde cuenta con el apoyo de las muchas organizaciones negras y de muchas organizaciones y medios de comunicación de izquierda, en otras palabras, millones de personas. En esta resistencia al duopolio a nivel popular, la población afroamericana ha jugado tradicionalmente un papel ideológico y organizativo de liderazgo. Abordar el proceso electoral estadounidense sin tomar en cuenta, ante todo, a los afroamericanos pobres, la clase trabajadora y los revolucionarios carece de todo sentido. Después de todo, el Estado todavía conserva los vestigios de un pasado de esclavitud negra y de genocidio indígena al servicio del capitalismo. En su propio seno se desencadena su antítesis. Esta es la tradición revolucionaria afroamericana que como es natural gravita hacia el pensamiento marxista y la acción contra el capitalismo interno y la expansión imperialista en todos los rincones del mundo, singularmente en el Sur global.

Sin embargo, en las elecciones actuales, la mancuerna Biden-Harris, con el apoyo de Barack y Michelle Obama, está tratando de cooptar al Movimiento Black Lives Matter, vinculándolo a la inquietud por la COVID-19 y la crisis económica. Una vez más, hay muy poco entusiasmo por Biden, tal como ocurrió en el 2016 con la contienda presidencial de Hillary Clinton contra Trump.

Cuando la cooptación no funciona del todo para engañar al pueblo, emerge la lógica del menor de dos males, aprovechando el hecho de que el Partido Verde sigue marginado. Se espera que la gente vote por Biden mediante la cooptación a pesar de las limitaciones de la campaña de este, a guisa del menor de dos males. Esto funcionará hasta cierto punto, como Malcom X señaló ya hace tiempo:

“Los conservadores blancos no son amigos del negro, pero al menos no intentan ocultarlo. Son como lobos; muestran sus dientes en un gruñido que mantiene al negro siempre consciente de dónde aparecen entre ellos. Pero los liberales blancos son como zorros; también muestran sus dientes al negro más fingen estar sonriendo. Los liberales blancos son más peligrosos que los conservadores blancos; atraen al negro, y cuando el negro huye del lobo que gruñe, huye hacia las fauces abiertas del zorro sonriente. Uno es lobo, el otro zorro. No importa cuál sea cual, ambos te comerán”.

Caer en la trampa de optar por el menor de dos males, ¿es solo un momento fugaz en las urnas sin consecuencia alguna? Lo dudo. Esto corroe al movimiento revolucionario en la base y le resta vigor. Renunciar uno a sus principios impide prever el fin de esta situación. Por ejemplo, aquellos que hoy están sugiriendo votar por el menor de dos males, son los mismos que años antes lo dijeran, cuando se presentó Hillary Clinton. Buscar el mal menor es parte de una ideología permanente, ello infecta al movimiento como un cáncer. ¿Cuándo se detiene? ¿Cuándo se traza una línea en la arena? La izquierda que se opone al duopolio inquiere: ¿Cuándo deberían concentrarse todas las fuerzas progresistas en la construcción de un partido popular fuerte para desafiar al duopolio mediante su voto por el Partido Verde, como etapa preliminar hacia la creación de un nuevo partido socialista de masas antimperialista?

 

Para algunos analistas la actual campaña presidencial ha evidenciado que el modelo democrático estadounidense está en crisis. ¿Comparte esta opinión? ¿Qué elementos de juicio permitirían afirmar algo así? 

No, el modelo estadounidense no está en crisis; de hecho, anda bien. No habrá crisis en tanto mantenga la capacidad de transferir el poder entre uno y otro de los dos partidos principales apoyándose en la cooptación, sin las trabas de una tercera opción viable.

De hecho, el sistema entrará en crisis, como usted pregunta, a partir del momento en que el pueblo salga del marco bipartidista, establezca sin vacilaciones el producto de la cooptación y de su instrumento el menor de dos males, y de esa manera desafíe al orden establecido.

¿Qué podría cambiar para América Latina y el Caribe si gana el candidato demócrata y qué cambiaría si triunfa el republicano? ¿Qué diferencias existen entre ambas plataformas en cuanto a política exterior? 

La primera pregunta debería ser: ¿cómo afectará el resultado de las elecciones a los trabajadores, a los afroamericanos y a la izquierda revolucionaria en Estados Unidos? No es broma. Durante la rebelión que siguió al asesinato de George Floyd, todos los días la izquierda revolucionaria en general y especialmente la izquierda afroamericana, fieles a Malcolm X, sacaron esto a las calles y lo publicaron en sus medios alternativos. No pueden separar la lucha contra el Gobierno de los Estados Unidos a nivel nacional del papel que desempeña el país en el extranjero. Además, correlacionan lo que enfrentan las personas en las calles de los Estados Unidos a lo que también enfrentan los pueblos del Sur global. A menudo citan a Cuba y Venezuela como blancos sobre los cuales Washington descarga su furia.

Dicho esto, si consideramos a América Latina y el Caribe como región, la situación cambiará poco. En mi opinión, la prueba de fuego para evaluar la postura de un partido o de un candidato es Venezuela. De manera que no es de prever un viraje significativo, ya que el programa de cambio de régimen del Gobierno estadounidense contra el presidente Maduro, fundado en una supuesta “crisis humanitaria” o en hipotéticas “violaciones a los derechos humanos”, es un tema bipartidista que se extiende por todos los poros del decrépito Partido Demócrata, incluida su llamada ala de izquierda representada por Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez.

Incluso respecto de Cuba, aunque Biden haya dicho que volvería a la política de Obama, tengo mis dudas. En primer lugar, ¿se dio cuenta de que Obama no dijo una palabra sobre Cuba cuando viajó a Florida la semana pasada para hablar a favor de Biden? Asimismo, dos “veteranos” de Playa Girón abandonaron abiertamente a Trump para respaldar a Biden. Sabemos que los endosos son una vía de doble carril; una vez electo se espera que la tendencia se mantenga.

En segundo lugar, durante todo el tiempo que Trump atacó la política de Obama, este no dijo una palabra para defender su propio legado. En mis dos últimos libros he precisado que abrigar ilusiones sobre Obama y sus apologistas representa un acto temerario.

 

Con el afán de “Hacer a América grande de nuevo”, la Administración de Donald Trump ha declarado una guerra comercial a sus principales rivales económicos, sobre todo a China. ¿Podría esperarse una continuidad en esa política para quien resulte electo el 3 de noviembre? 

Si bien es cierto que Trump ha declarado una guerra comercial contra China, durante esta campaña presidencial el Partido Demócrata ha hecho lo mismo como en prácticamente todos los asuntos internacionales, el bando de Biden ataca a Trump por un gancho de derecha. Por ende, le corresponde impulsar el panorama político estadounidense aún más hacia la derecha.

En el último debate presidencial la discusión de ambos candidatos subió de color al tratar de determinar cuál de los dos candidatos fue más agresivo contra Rusia, China, Irán y la República Popular Democrática de Corea. Esto le permitió a Trump defender su política de intentar negociaciones destinadas a formalizar un acuerdo de paz entre Corea del Sur (el 80% apoya una solución pacífica en el Sur) y la República Popular Democrática  de Corea, y Biden no le quedó más que calificar de “matones” a los líderes de los países mencionados.

Sin embargo, independientemente de quien gane, sea Biden o Trump, ninguno de ellos puede decidir todo lo que concierne a China. La República Popular China (RPC) se está preparando económica y militarmente para defenderse de cualquier incursión. Visité este país hace varios años. Su logro al sacar a tantos millones de personas de la pobreza es impresionante, al igual que sus planes actuales para acelerar este proceso. El movimiento de la RPC en el foro internacional es objetivo: representa un reto económico, político, cultural y espiritual a la hegemonía estadounidense. Por lo tanto, EE. UU. al ser una potencia imperial, se empeña en dominar el mundo y contener a China. Se está librando una campaña estadounidense racista, bipartidista y sin precedentes contra China.

En cambio, los Estados Unidos (que ha llegado al nivel más bajo en que cualquier sociedad se haya hundido desde la Segunda Guerra Mundial) no le llega ni a los talones a China y su civilización milenaria, junto con su sistema político moderno y su enfoque único del socialismo. Cuba, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y otros en la región tienen un amigo poderoso en China, cuya sabiduría y potencia pueden vencer a cualquiera en la Casa Blanca.

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