“Para detener esta Revolución cubanísima, dijo, tiene que morir un pueblo entero y si eso llegara a pasar, serían una realidad los versos de Bonifacio Byrne: Si deshecha en menudos pedazos/ se llega a ver mi bandera algún día,/ nuestros muertos alzando los brazos/ la sabrán defender todavía…”.
En medio del clamor de los presentes expresó una convicción que aún nos acompaña: “(…) que no piensen los enemigos de la Revolución que nos vamos a detener, (…) que vamos a ponernos de rodillas y que vamos a inclinar nuestra frente”.
Y con voz enronquecida por la emoción evocó a los caídos: “De rodillas nos pondremos una vez, y una vez inclinaremos nuestras frentes, y será el día que lleguemos a la tierra cubana que guarda veinte mil cubanos, para decirles: ¡Hermanos, la Revolución está hecha, vuestra sangre no corrió en balde!”.