Múltiples son las iniciativas que en el país buscan vigorizar el desarrollo local, a partir del fortalecimiento de la institucionalidad de los municipios, pero también hay muchas inercias que conspiran en contra de estos propósitos.
Los pasos que desde hace ya bastante tiempo son visibles tanto en las definiciones políticas, como en los amparos jurídicos y las medidas administrativas, no terminan todavía de cuajar en un despegue de ese municipio potente y creativo al cual aspiramos.
El camino objetivo parece tener un buen trecho andado: desde el amparo constitucional a la mayor autonomía municipal, hasta su contemplación en el Plan de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030, y otros tantos documentos que fijan políticas públicas novedosas alrededor de las localidades, parece que poco quedara ya por escribir en respaldo a ese objetivo.
El asunto de los recursos financieros y la posibilidad de contar con ingresos propios que permitan a las municipalidades trazar sus propias estrategias e iniciativas económicas y sociales, avanzó también en grado significativo con la introducción de figuras tributarias, por ejemplo, la contribución territorial para el desarrollo local, así como la cesión de otros ingresos presupuestarios que quedan a disposición de los gobiernos en ese nivel.
Tampoco es despreciable el acompañamiento científico, a partir de las ciencias sociales, con una emergencia de investigaciones y hasta la existencia de centros de estudio y otras estructuras que catalogan, sistematizan experiencias y proponen metodologías para propiciar la organización e impulso de ese desarrollo local.
Por esa vía incluso llegan muchas veces posibilidades adicionales de financiamientos mediante proyectos de colaboración con organismos e instituciones internacionales, un incentivo adicional que requiere también de un manejo menos para la teoría, y más apegado a las necesidades de la gente en la comunidad.
Entonces, ¿qué falta?, ¿por qué los proyectos de desarrollo local no son parejos, ni igual de duraderos y exitosos en todos los municipios, ni escuchamos cual norma a la mayoría de la población hablar e identificarse como sus principales protagonistas?
Las respuestas a estas preguntas pueden ser diversas y depender de las características de cada lugar. No obstante, es muy probable que aún frene el débil liderazgo o poca preparación en ese esencial nivel de gobierno, lo cual tiene que ver con una práctica histórica de promoción de las personas más capaces hacia niveles de dirección en la provincia o en la nación, con una subestimación de la base.
Asimismo el relativo debilitamiento de la capacidad de convocatoria y movilización de la ciudadanía por las organizaciones de masas y el Poder Popular en las estructuras de base podría ser un factor que perjudica la identificación y el comprometimiento de la ciudadanía con esas iniciativas de desarrollo local.
Eso sin descartar que todavía las transformaciones legislativas y de mecanismos de gestión para concretar la ansiada autonomía municipal podrían necesitar un tiempo de validación y perfeccionamiento, para romper aquellos esquemas de actuación que hacían depender todo de las decisiones “de arriba”.
Por supuesto, esta es una mirada muy crítica, desde la insatisfacción y la prisa por conseguir el triunfo, con la mayor rapidez posible, de ese nuevo modelo de desarrollo local. En la práctica existen decenas y decenas de proyectos comunitarios que ya hoy exhiben muy buenos resultados. Pero hace falta más, mucho más, en esa transformación que debe ser también mental.
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