Wílliam Herrera Amador, productor al frente de la finca Los Aquilinos, no cree en obstáculos. A pesar de las vicisitudes en el país con los fertilizantes e insumos agrícolas en el mercado externo no se detiene en lamentos y por ello ya presume sus más de dos caballerías sembradas y una cifra que supera los 900 cerdos bien encaminados.
Para este productor de carne porcina y cultivos varios integrante de la Cooperativa de Créditos y Servicios Grito de Baire, no ha sido fácil, la situación lo ha obligado a buscar variantes ante la escasez de pienso para los animales.
Variantes en la producción porcina
“Me las arreglo con la alimentación alternativa producida en la finca, destaca Wílliam. En esta época sembré bastante melón y les damos a los animales dos o tres toneladas (t) de reflujo de esa fruta en la semana, no obstante la yuca como plato fuerte no falta y con eso cubrimos cualquier déficit.
“Hemos demostrado en encuentros y talleres con otros productores que esa vianda sustituye un gran porciento del pienso. A los animales de cero a tres meses se les puede dar el 50 por ciento sin problemas, de tres a seis meses, en la etapa de ceba, el 40 por ciento de pienso y el 60 se cubre con el referido tubérculo; así el rendimiento es de más de 90 kilogramos”.
Herrera Amador afirma que lo muele en una máquina forrajera, lo almacena y a la hora de nutrir a los cerdos lo mezcla con pienso y agua, compuesto semejante a un yogur.
“Entregamos por convenio, siempre tratamos de llegar a 70 u 80 animales. La cifra varía cada mes, pero de manera constante cumplimos”.
El destacado productor posee dos áreas porcinas, una destinada a la ceba y otra a la reproducción. Cerca de su morada está enclavada la segunda, donde permanecen las reproductoras y los sementales. Ello implica dos turnos de trabajo, pues en el apareamiento y los partos se labora de noche.
Caballerías sembradas
“Estamos inmersos en los cultivos varios. Ya está sembrada una caballería de boniato en excelentes condiciones, también plantamos arroz, yuca, melón, plátano burro y macho, todo destinado a la alimentación del pueblo y para nuestro consumo».
“De igual forma contamos con pequeñas cantidades de hortalizas como quimbombó, habichuela y calabaza. En la finca no hay espacio libre, por eso incursionamos en la búsqueda de nuevas tierras para continuar plantando, rotando siembras de un lado y del otro”.
Añadió que también aprovechan los desperdicios y la materia orgánica del ganado vacuno aplicándolos como compost, efectivo abono natural.
“Aquí trabajamos mis dos hijos, mi esposa y yo, mientras en el área de siembras ayudan tres jóvenes primos míos. No somos tantos, pero trabajamos todos los días y a cualquier hora”.
Cosechar con buenos resultados
“En las noches nos relevamos, aunque la faena es menor. En los picos y las cosechas grandes, como para la plantación de boniato, contrato personal en La Fe.
“Participamos alrededor de 18 personas, pues sembrar una caballería de bejuco no es fácil, cada surco mide 327 metros de largo y requiere de 1 257 plantas, es complejo.
“A su vez eleva los costos de producción, ir a La Fe obliga a un gasto de petróleo que en muchas ocasiones debo comprar en Cupet porque la Agricultura no está en condiciones de darnos todo el combustible demandado. A pesar de las dificultades se puede sembrar y cosechar con buenos resultados”, concluyó.
Volver a divisar parajes que a menudo recorría cuando estudié en el entonces Ipuec José Carlos Mariátegui, me hace recordar incontables momentos que marcaron mi vida adolescente; pero hoy, tras regresar más de 20 años después, la satisfacción crece al constatar que hombres como Wílliam son capaces de transformar hasta el último palmo de tierra a su disposición en aras de garantizar la alimentación del pueblo y la familia.
Un claro aporte al autoabastecimiento territorial y la soberanía alimentaria a la cual convoca la máxima dirección del país.
(Tomado de Periódico Victoria)