Malena Rodríguez Rodríguez, de la provincia La Habana.
Era una niña inquieta de grandes ojos verdes muy curiosos, una pequeña a la que le motivaban las historias conmovedoras. Una niña que adoraba aquella foto de la cinco veces campeona del Grand Prix de1987 hasta 1991, atleta más destacada en Cuba de 1987 a 1991, sonrisa amplia y corazón valiente.
La infanta veía a su heroína con alegría, no entendía mucho de deporte, pero sabía que esa mujer era grande, grande como deportista y grande de alma, por eso la amaba más. Una persona puede ser buena profesional, pero si no tiene sentimientos puros, está perdida.
La niña tenía 8 años en 1993 y escuchó sin querer la terrible noticia: ¡Ella sufrió un accidente! Pobrecita —le dijo a su madre— solo pido que se mejore. Le escribiré una carta para que sepa que una niña la quiere mucho y la admira. Cuando con nueve años le dieron la condecoración del Beso de la Patria, se la dedicó en el silencio de su habitación, decorada con imágenes de su luchadora incansable.
Una luchadora que batalló contra sus quemaduras igual que ella en su operación en la que le extirparon su riñón derecho con tan solo tres meses de nacida; dos guerreras fuertes que le dieron un sí a la vida, dos aves fénix que se levantaron de las cenizas para proseguir su vuelo: más largo, decidido y prometedor.
Así encontró hermosas coincidencias con la atleta y con sus merecidos logros. Las dos, hijas de Fidel y de la tierra rebelde y hospitalaria. Ana tenía 12 años cuando fue incorporada a la práctica deportiva y ella había sido elegida presidenta de colectivo en su secundaria. En aquella época, en un acto pioneril estuvo muy cerca de Juantorena, ídolo de Ana Fidelia, y sintió su enorme estatura rodeada de un inmenso amor por su profesión. Por eso la deportista también lo veneraba.
En 1978 la Quirós alcanzó medalla de oro en la modalidad relevo de cuatro por 400 con tan solo 15 años; Malena, obtuvo su carnet de la Juventud también con esa edad.
Ana Fidelia en 1989 adquirió dos títulos 400 y 800 en la Copa del Mundo, y la fiel admiradora logró su título de Máster y su incomparable premio, su hijo Fabio. Las dos tenían 26 años cuando conquistaron estos dos lauros cada una. Y para las dos, los hijos son los más grandes tesoros.
Malena encontró otras similitudes entre ambas: su amor a los ancestros africanos, la disciplina en el trabajo, la guía de nobles maestros, la tenacidad, la perseverancia, la entrega incondicional a la familia y a la profesión, sobre todo la gran fortaleza para levantarse de duras caídas con un gran espíritu de confianza.
Tal es así que después del accidente doméstico que sufrió la atleta tuvo que someterse a 21 intervenciones quirúrgicas y obtuvo otros premios relevantes a pesar de que algunos no confiaban que volvería a correr. Se galardonó un 13 de agosto de 1995 como campeona mundial en los 800 metros planos en Gotemburgo, Suecia ¡Qué regalo más bello para el ángel padre Fidel que tanto la había ayudado en su recuperación! ¡Qué obsequio de cumpleaños tan dulce para la niña!
Malena, hoy una mujer, piensa en las sabias palabras de nuestro líder histórico “… porque vimos en ella la culminación de una batalla heroica de años. Por eso cuando un periodista me preguntó le dije que ella no había ganado medalla de oro, pero sí había ganado medalla de diamante.”
Una medalla por su incomparable coraje ante los deseos de vivir, para una heroína incansable y entregada a su Patria que tanto pidió por su recuperación; una medalla de la dignidad en su pecho de gigante que hoy palpita altruista en tiempos de pandemia y ayuda con sus manos a hacer nasobucos para repartirlos con cariño.
Ella cose y yo escribo poemas en mi confinamiento para alimentar las almas de familias y amigos, para alejar la tristeza de esta época tan difícil. Las dos desde nuestras trincheras nos sentimos útiles.
¡Gracias Ana Fidelia! Yo soy Malena, aquella niña santiaguera que te dedicó su premio del Beso de la Patria, gracias por acompañarme en mis pasos y ser una guía para mi vida, gracias por ser como tú: un Ave Fénix que se levanta a pesar de las caídas. ¡Hoy te doy el beso de la vida!