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@En Redes: El Crimen de Barbados en mi memoria

Recuerdo aquella tarde-noche del 6 de octubre de 1976 como si fuera ayer. Caminar por el aeropuerto José Martí era caminar por un silencio que dolía. Era compartir ojos que miraban llorosos. Era, en fin, caminar por el dolor. La noticia había llegado a todos quizás demasiado pronto: ¡Habían volado el avión de Barbados!

 

 

A todos nos duele esa fecha pero, por suerte o por desgracia, soy de aquella generación y la vida me había situado en el privilegio de ser amigo de algunos, y de conocer a todos los tripulantes que aquel día hicieron su último vuelo.

Viajo al pasado y me veo “volando avioncitos de motor” con Tomasito, mientras su esposa Marlene nos miraba desde la cerca de alambre de púas. Ella estaba de rotación en Barbados y cumplía años, así que él cambió su vuelo para coincidir con ella y pasar la fecha juntos.

Cierro los ojos y veo a Cremata en cualquier fría madrugada, parado en la losa frente a Control de Vuelo, fumándose un cigarro y haciendo chistes. Siempre alegre –aun estando bravo-, como un buen “jodedor cubano” que era.

Estoy llegando a la cola del “café de los empleados” unos días antes, al amanecer y alguien me llama: era Felo. Habíamos coincidido por varios días en una movilización al campo y me llamó para ya ni recuerdo qué cosa en lo que fue nuestra última conversación.

Cuando oigo la fatídica grabación del vuelo pienso en ellos y en todos los demás pasajeros y tripulante. Atrapados en un tubo de metal en llamas; Entre humo, fuego y gritos; Unos vivos y otros heridos o muertos. Me vienen a la mente Tomasito y Marlene abrazados esperando el final y Felo tratando de mantener en el aire un avión herido de muerte cuando la segunda explosión saco el timón de sus manos.

Los veo y no puedo contener el dolor y la impotencia de saber que sus autores murieron plácidamente en el Miami que los alimentó y bajo la protección del mismo Gobierno que los creó y que hoy sigue en sus intentos de sembrar ‘” dolor y muerte” entre los cubanos.

No hay una vez que el “PEGATE AL AGUA FELO, PEGATE AL AGUA” no me haga llorar (no me avergüenzo al afirmarlo) pero es en momentos como ese en que una canción de Silvio hace de las suyas en mi conciencia. Una canción hecha ayer, para un hoy y para un mañana, porque como nos dice el poeta:

“Puede que algún machete/ se enrede en la maleza,/ puede que algunas noches/ las estrellas no quieran salir,/ puede que con los brazos/ haya que abrir la selva,/ PERO A PESAR DE LOS PESARES,/ COMO SEA; ¡CUBA VA!”

(Tomado del Facebook de JM Oscar, jubilado en Aduana de Cuba)

 

Las 73 personas a bordo del CU-455 de Cubana de Aviación (Douglas DC-8 de fabricación estadounidense) fallecieron en el terrible ataque terrorista a un avión civil en pleno vuelo, uno de los más brutales actos de terrorismo ejecutados por personas al servicio de la CIA en contra de la Revolución Cubana. El crimen fue orquestado en Caracas (Venezuela) por los terroristas de origen cubano Luis Posada Carriles y Orlando Bosch Ávila quienes contrataron a los venezolanos Hernán Ricardo y Freddy Lugo para colocar las bombas dentro del avión.

Los miembros de la tripulación mencionados en el testimonio de JM Oscar son Tomasito (Ángel Tomás Rodríguez, J’ de Preparación Técnica de Cubana de Aviación y copiloto del vuelo CU-455);  Marlene (Marlene González Arias, aeromoza); Cremata (Carlos Cremata Trujillo, despachador de vuelos de Cubana de Aviación) y Felo (Wilfredo Pérez Pérez, piloto, Héroe Nacional del Trabajo).

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