La bandera cubana sobre el féretro, flores, guardias de honor. Eterno debe ser el homenaje para mantener encendido el legado de hombres como el matancero Osvaldo Martínez Cordero, Héroe del Trabajo de la República de Cuba; quien falleció el pasado 29 de septiembre con el deseo cumplido de laborar hasta que la salud se lo permitiera.
Había hilvanado un récord de 62 años en el sector azucarero, y hubiera seguido haciendo su propia zafra de no ser por la dolencia que lo hizo descender definitivamente de la motoniveladora con la que protagonizó una existencia de plena consagración al trabajo.
Nadie podrá olvidar su impronta en la unidad empresarial de base Atención a Productores Agropecuarios España Republicana, en el poblado Máximo Gómez, municipio matancero de Perico, donde después de cinco décadas de franca faena, decidió jubilarse.
Poco tiempo, dicen, le duró el descanso. La falta de operadores de su talla puso en jaque a la entidad. Le consultaron, se hicieron las aprobaciones correspondientes y de nuevo volvió a manejar su amada motoniveladora, la que conocía al detalle y le curaba los achaques.
Algunos de sus compañeros aseguran que será imposible olvidar al hombre entregado como pocos a cada tarea. En el rol de dirigente sindical o en el de presidente del Órgano de Justicia Laboral, siempre brilló en la defensa de los derechos y deberes de los trabajadores.
Irreductible ante lo mal hecho, sin importarle si el error venía de un colega o de un jefe, así lo define la mayoría a un hombre que nunca perdió la ternura, mucho menos su sentido del humor.
De niño, Osvaldo dio señales de la persona que sería. Lo atestigua su hermano Reynaldo. “Siempre estaba metido en bronca, porque decía que esto o aquello era injusto”. Ese comportamiento por la justicia resume la esencia de combatiente que guio la vida de Osvaldo, condecorado en mayo del 2008 con el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, convirtiéndose de esta manera en el cuarto de los cinco matanceros del sindicato de trabajadores azucareros en recibir tan alta distinción. Honrarlo cotidianamente será el mejor modo de mantener encendido un legado que no debe morir.