La conocen por Baby. Ante todo, es una mujer agradecida a la Revolución, a la cual asegura deberle su libertad, su condición de igual como negra y mujer, sus estudios y los de sus hijos.
Sus vecinos del reparto Veracruz, en el municipio capitalino de San Miguel del Padrón, la conocen como la presidenta de un CDR vanguardia provincial, y por ser quien hace ya seis años asumió el cargo motivada por la avanzada edad de los otros candidatos; la líder que organizó el trabajo voluntario masivo por el aniversario 60 de los Comités desde un teléfono en su centro de aislamiento.
Graduada de técnico de nivel medio en Economía comenzó su travesía laboral en 1979 en una base de camiones.
Baby, también técnico de nivel medio en Reparación de Equipos Automotores, tras una temporada como dirigente sindical de Transporte en los municipios de Regla y del Cerro, en el 2001 se desarrolló como funcionaria del Sindicato Nacional del Transporte y Puertos, en el que se mantiene. Permanentemente en busca de soluciones, en los primeros días de esta difícil situación epidemiológica, tuvo como reto la confección de más de 300 nasobucos, los que regaló a su vecindario y compañeros de trabajo. “Vender los nasobucos es una falta de humanidad en estos tiempos en que es una necesidad primaria”, corrobora.
Luego, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) convocó a su personal para unirse al equipo de apoyo a médicos y enfermeras del centro de aislamiento del Centro de Convenciones Lázaro Peña, y Bárbara no tuvo miedo a incorporarse. Tras su primer regreso victorioso, creció la lista de voluntarios que dieron el paso al frente.
“La experiencia fue muy positiva, pero debes tener claro que no vas a jugar, es mucho trabajo y todo el tiempo hay que mantener los protocolos para no contraer el virus, que no tiene cara”, explicó.
“Yo lavaba la ropa de cama de mis compañeros y del personal médico que había atendido a sospechosos de la COVID-19. No había horario fijo. Además, siempre estuve consciente de que fui a trabajar, y cuando acababa mis funciones designadas me sumaba a colocar un cartel, arreglar una escoba, o cualquier labor”.
Pasó allí su cumpleaños 60. Quería pintarse el pelo y ni eso pudo por el agitado ritmo de trabajo. “Cuando termine la pandemia haremos un fiestón”, les aseguró a sus amigos y familiares.
Su fiesta fueron los aplausos de las nueve de la noche. “Nosotros, el personal de apoyo, también sentíamos ese aplauso como nuestro, y en tono jocoso dije a mis hijos que, aunque estuviera lejos, aplaudieran a las nueve, porque me estaban aplaudiendo a mí”.
La segunda vez que acudió le tocó desempeñarse como camarera dentro de la zona roja, ya más expuesta, porque mientras que antes su única posibilidad de contagio estaba en el contacto con la ropa, ahora tenía que interactuar con los médicos, las enfermeras, los gastronómicos y demás personal.
Baby clasificaba las piezas, se encargaba del avituallamiento, limpiaba las habitaciones…, todo para aliviar las preocupaciones de los galenos y que ellos solo se ocuparan de atender a sus pacientes y descansar.
Estando en el centro de aislamiento falleció su hermano. Aun así continuó su labor con la entereza que la caracteriza y cree no haber hecho nada fuera de lo normal. “Ahora la lucha es contra la pandemia.
“Lo que más me marcó —confirma— es haber conocido a muchas personas que piensan y actúan como yo, que se entregan desinteresadamente”.