El primero de octubre las estadísticas estadounidense sobre la pandemia del COVID-19 reportaban siete millones 282 mil 026 contagios y la prensa mundial conocía por el mismo Donald Trump que él y su esposa Melania eran los dos últimos casos censados.
Luego de una larga sarta de mentiras a Trump le llegó la hora de burlarse de una enfermedad que ese mismo día contabilizaba 208 mil 484 fallecidos.
De acuerdo con un memorando emitido por el médico personal de Trump, Sean Conley, «el presidente y la primera dama están bien ahora y planean permanecer en su residencia de la Casa Blanca durante la convalescencia».
Conley aseguró que el equipo médico de la Casa Blanca y él en persona, apoyados por algunos de los mejores profesionales y centros médicos de EEUU, vigilarán la salud de Donald y Melania Trum.
Si el mandatario es consecuente con sus ideas, cosa casi imposible, podría automedicarse con una inyección de un buen desinfectante para limpiar sus pulmones, tal y como aconsejó públicamente a sus compatriotas el 23 de abril del 2020.
Quizás reclame para él y su esposa el “honor” de ser reconocidos contagiados, como respondiera el 19 de mayo a la prensa acerca de su opinión en que Estados Unidos fuera el país del mundo con mayor número de víctimas y contagios por el coronavirus.
En el mes de septiembre la cifra oficial fue de 1 millón 322 mil 974 contagiados y 92 mil 149 fallecidos en esos 30 días.
Por suerte para sus compatriotas en relación con la pandemia y en respuesta a la pregunta hecha en enero por un periodista en cuanto si hay preocupaciones por la pandemia Trump respondió; “lo tenemos totalmente bajo control”
Realmente esa respuesta era y más bien debe ser de la COVID-19 y no de un mandatario que el 27 de febrero afirmó en la Casa Blanca que “esperaba que la enfermedad desapareciera “como un milagro”.
A Trump se le puede identificar fácilmente como el señor de las sanciones, el de las amenazas, pero con la pandemia el mejor calificativo es el del señor de las mentiras.
¿Estará enfermo de verdad?