Desde que se inició la emergencia de salud debido a la rápida propagación del virus SARS CoV-2 por el mundo, el sistema de salud cubano se aprestó a engranar los mecanismos de respuesta que comienzan en la asistencia comunitaria y llegan hasta instituciones altamente especializadas como el Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí y los centros de investigación, en los que se trabajan, al menos, dos candidatos vacunales.
En paralelo, el país activó al Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastre y Graves Epidemias “Henry Reeve” que hasta la fecha ha llegado con más de tres mil 700 colaboradores, agrupados en 46 brigadas, a 39 países y territorios afectados por la COVID-19.
Esta obra da continuidad al propósito fundacional de la brigada gestada en septiembre del 2005 para cooperar con los damnificados por el huracán Katrina en Nueva Orleans, Estados Unidos, gesto que no fue aceptado por el Gobierno hostil del gigante norteño.
Desde entonces a la fecha el Contingente ha socorrido víctimas de terremotos, inundaciones, huracanes, y epidemias como la del ébola en África Occidental, experiencia esta última que le valió para que la Conferencia Anual de Sindicalistas Noruegos presentara en el 2015 la primera propuesta al Nobel de la Paz, ocasión en la que resultaron ganadores una mujer y tres hombres tunecinos, integrantes del Cuarteto de Diálogo Nacional que consolidó la paz en la nación norafricana.
La obra de la Brigada Henry Reeve le avala para optar por un premio como el Nobel de la Paz. Así lo consideran las instituciones, personalidades y organizaciones diversas que han propuesto este lauro. El organismo más reciente, el Consejo Mundial de la Paz.
Pero la entrega de semejante galardón ha sido cuestionable más de una vez. Uno de los ejemplos más notorios fue el del 2009, cuando lo recibió el entonces recién electo presidente de EE.UU. Barack Obama, quien pasó sus 8 años de mandato en guerra, enviando tropas a Irak, Afganistán, Libia, Siria…
No obstante, a pesar de que las nominaciones y procesos de selección no son modélicas en cuanto a democracia y participación, el lauro constituye un prestigioso reconocimiento mundial.
Los Estatutos del Premio establecen, por ejemplo, que en septiembre se envían cartas de invitación a quienes pueden nominar: miembros de asambleas nacionales, gobiernos y tribunales internacionales; rectores; profesores de ciencias sociales, historia, filosofía, derecho y teología; dirigentes de los institutos de investigación de la paz y los institutos de relaciones exteriores; anteriores laureados del Premio Nobel de la Paz; miembros de los Consejos de organizaciones que han recibido el Premio Nobel de la Paz; a los miembros del Comité Nobel Noruego presentes y pasados; y ex asesores del Instituto Nobel Noruego.
Esas personalidades o instituciones son las que avalan las candidaturas y tienen hasta el 1 de febrero para enviar sus propuestas. Las que se reciban fuera de fecha quedan pendientes para el año siguiente, por lo cual la campaña de nominación a la Brigada Henry Reeve ha hecho bien en poner sus miras en el 2021 y no en el 2020, cuyos resultados conoceremos en unas semanas.
Entre febrero y marzo, el Comité Nobel Noruego, integrado por cinco miembros designados por el Parlamento de ese país, evalúa la candidatura. Habitualmente reciben unas 200 propuestas y confeccionan una “lista corta”, la cual es revisada, entre marzo y agosto, por los asesores permanentes y contratados para la ocasión.
Es importante tener en cuenta que el Comité no estila anunciar su lista de nominados, ni a los medios ni a los propios candidatos. Solo cuando han pasado 50 años de entregado el Premio es que se hacen públicas, de manera oficial, los expedientes en competencia. Es decir, este año 2020 podríamos estar conociendo a los contendientes de 1970, ocasión en la que resultó ganador el genetista y patólogo estadounidense Norman Borlaug, protagonista de la llamada revolución verde por sus contribuciones a la agricultura y a combatir el hambre en países subdesarrollados.
El Nobel de la Paz también puede ser entregado a organizaciones o colectivos de personas. En ese sentido, los distinguidos en lo que va de siglo XXI han sido:
-Campaña Internacional por la Abolición de las Armas Nucleares (International Campaign to Abolish Nuclear Weapons, ICAN,2017)
-Cuarteto de Diálogo Nacional (National Dialogue Quartet, Túnez, 2015)
-Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (Organisation for the Prohibition of Chemical WEAPONS, OPCW, 2013) -Unión Europea (2012)
-Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (Intergovernmental Panel on Climate Change, IPCC, 2007).
-Agencia Internacional de Energía Atómica (International Atomic Energy Agency, IAEA, 2005).
-Naciones Unidas (2001).
El cronograma establece que a principios de octubre eligen y anuncian a los ganadores en todas la categorías (Medicina, Física, Química, Literatura, Paz, y Economía), decisión que es definitiva e inapelable. Todos los reconocimientos son entregados en diciembre en Estocolmo, Suecia; excepto el de la Paz, cuya ceremonia tiene lugar en Oslo, Noruega.
Esto quiere decir que a la campaña por el Nobel para la Brigada Henry Reeve aún le queda un largo e incierto trecho.
Recibir el premio sería un honor indiscutible, merecido, pero no aquilata la auténtica nobleza del personal de salud cubano que renuncia a su propio bienestar, deja atrás urgencias y afectos personales, para acudir al auxilio de desconocidos y ser, al decir del intelectual estadounidense Noam Chomsky, el único país que ha demostrado un genuino internacionalismo durante esta crisis de coronavirus.