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Un hospital contra la COVID-19, cientos de protagonistas

Una fase tres y ningún reporte de casos positivos al Sars-CoV-2 en Camagüey prescribían un período de calma. Los centros médicos, Hospital Clínico Quirúrgico Amalia Simoni y el Militar Octavio de la Concepción y la Pedraja, que se habían dedicado a atender a los pacientes detectados con la enfermedad, retornaban a su habitualidad.

 

Carlos, Manuel, Lázaro, son algunos de los electromédicos, que como Farit y Bernardo, que aparecen en la foto, entraron con miedos pero dispuestos a alistar cada equipo necesario para el tratamiento de los pacientes con COVID-19. Foto: Cortesía del entrevistado

Pero los inicios de septiembre desataron una segunda ola pandémica, en la que la vecina provincia de Ciego de Ávila fue una de las más complicadas. Desde el primer reporte de dicho virus en el país se había establecido que los residentes en ese central territorio se atenderían en tierras agramontinas, algo que no cambió.

Así, que sin mucho tiempo, el Hospital Militar cerró sus consultas, trasladó pacientes y se alistó para acoger a los primeros enfermos. Mas, muchos de ellos, traían padecimientos asociados como leucemia, hipertensión, diabetes y padecimientos nefrológicos, que generarían cambios necesarios en los esquemas de tratamiento.

Transformaciones urgentes

“Nuestro hospital atendió varios pacientes en los primeros meses de casos con COVID-19 y esa experiencia nos es muy útil ahora; sin embargo por las características de la unidad no contamos con varios servicios como el de nefrología y pediatría”, explica el Teniente Coronel doctor Taurino Simón Cruz Padilla, director del Octavio de la Concepción y la Pedraja.

Pero cruzarse de brazos no era alternativa, ni solución. “Se tuvo que tomar decisiones urgentes, añade el directivo, reorganizar el sistema, lo cual se pudo gracias a la unidad que existe entre todos los factores de la provincia. Además, las primeras remisiones llegaban con una comorbilidad muy compleja, fundamentalmente con insuficiencias renales, a las que le urgían hemodiálisis”.

 

Luego de desinfestada, la planta de tratamiento de agua que mayores problemas daba fue recuperada completamente en el taller del Centro Provincial de Electromedicina y como acota Yosbel Tabares se le hicieron pruebas simulando largas jornadas de trabajo para confirmar su eficiencia. Foto: Gretel Díaz

En grandes hospitales de la provincia existen varias posiciones de riñones artificiales que podían asumir a distintos pacientes a la vez, pero el riesgo de infestar a otras personas era muy grande. Así que tocaba buscar opciones.

En el propio centro médico se instalaría lo necesario; pero las horas estaban contadas y no se podía hacer un gran proceso inversionista para emplazar un sistema de tratamiento de agua.  Por lo que la solución más expedita sería emplear plantas de tratamiento de agua portátiles.

Según Yosbel Tabares Alfonso, director del Centro Provincial de Electromedicina de Camagüey, estos equipos pueden generar el líquido con las condiciones necesarias para las hemodiálisis y se trasladan con facilidad.

“En la provincia contábamos con dos de estas plantas, añade Tabares Alfonso, pero de igual manera había que hacer ciertos cambios en los lugares escogidos. Lo primero era instalar unos tanques con una capacidad de tres mil litros e higienizarlos.

“El agua a emplear, aunque el equipo la procese, debía ser certificada por Higiene y Epidemiología, quien le haría pruebas físicas y químicas y bacteriológicas. Así como cuestiones constructivas como la elevación de los tanques, instalación de tubos y otros elementos de plomería y trabajos eléctricos”.

En tiempos normales hubiera sido algo sencillo, pero los electromédicos debían, además, concentrarse en su protección, ya que la instalación de las plantas era en zona roja. Pero ataviados con trajes, guantes y máscaras en menos de tres días dispusieron de lo necesario.

La reparación de las mismas también corre por su cuenta. Y es que de las dos, una tenía alto grado de explotación, le fallaba el motor de inicio, el de alta, no generaba la fuerza para el arranque y se paraba el proceso; por lo que solo tenía capacidad para un riñón, cuando lo normado es dos.

“Por tanto debía ser reparada constantemente, añade Tabares Alfonso, y ajustada para que pudiera prestar servicio a cuatro pacientes por día como promedio.

“Gracias al apoyo del centro nacional nos enviaron una planta de La Habana en muy buenas condiciones con un riñón artificial, que nos permitió poder atender los 12 pacientes con enfermedades renales que hubo en un momento y reparar la nuestra; e incrementar los equipos de paso”.

La garantía

Disponer de lo necesario para atender a los pacientes con enfermedades renales fue la primera parte de una segunda temporada que ha provocado demasiadas muertes. Como apunta Cruz Padilla las enfermedades asociadas implicaron también una reorganización del sistema de atención al grave y en la vigilancia del paciente ingresado.

 

Para el Teniente Coronel Taurino Simón Cruz Padilla, todo lo que se ha logrado en el hospital Militar en el tratamiento a pacientes con coronavirus es gracias al apoyo de muchas personas que han colaborado con cada necesidad. Foto: Gretel Díaz

“Y es que como nos pasó en un momento, señala el director, llegaron casos que en menos de tres horas se complicaban y pasaban a estado de gravedad. Y en menos de 14 horas el área de terapia intensiva se ocupó completamente, las 12 camas se llenaron y hubo que montar dos más y luego, incluso, evacuar casos hacia el Amalia Simoni como está establecido.

“Ningún paciente dejó de ser atendido ni le faltó algún medicamento. Todo siempre estuvo bien preparado, ya que algo que nos ha permitido sortear cada situación y que el personal no se contagie con el coronavirus es precisamente la preparación en cada aspecto. Y más ahora que el riesgo a contagiarse es mayor ya que las maniobras son más complejas que la vez anterior.

“Al ver lo que sucedía y prever que en la terapia el trabajo sería más complejo, desde Holguín nos llegó apoyo de tres médicos especialistas en terapia intensiva y siete enfermeros intensivistas, todos con experiencia en el trato a pacientes con coronavirus.

“El personal de la zona roja, unos 50 en cada rotación, es con experiencia, aunque intercalamos a jóvenes también. Además, como método profiláctico, se les administra el nasalferón, un inmunomodulador.

“Aún no podemos decir que cumplimos mientras el virus persista en la población. De los más de 180 avileños positivos al virus que hemos atendidos, han fallecido algunos y lo hemos lamentado mucho porque luchamos para que vivieran. Pero hay unión y cooperación entre cantidad de personas, que incluso han venido a ayudarnos sin ser convocados y que han convertido esta batalla en tarea de muchos”.

 

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