Jóvenes trabajadores cubanos, protagonistas de una singular batalla, como Yuniel Espinosa Reyes, enfrentan hoy junto con sus familiares una enemiga invisible, silenciosa y peligrosa nombrada COVID-19.
Pese al acecho de la enfermedad, con un estado de alarma por rebrote, este avileño de 32 años de edad es uno de los soldados de primera fila en el combate por contener el nuevo coronavirus que ha convertido a su natal Ciego de Ávila en una de las provincias de más casos reportados en los últimos días con pacientes graves, críticos y 5 fallecidos.
Cuenta Yuniel que los resultados de las jornadas de desvelo en las actividades de control realizadas por dirigentes sindicales —con vistas a comprobar el comportamiento de las pesquisas activas— no tuvieron la suficiente efectividad como para conciliar el sueño.
“Durante el muestreo en la zona sur de la capital provincial comprobé que en un CDR nunca se había efectuado la pesquisa, mientras que en un consultorio del médico de la familia no existía a la entrada del local los productos para el lavado de las manos.
“Similar irregularidad ocurría en una bodega de la Empresa de Comercio, donde los clientes entrevistados opinaron que allí nunca se había vendido la solución clorada al 0.1 por ciento.
“Una indisciplina que demostró la falta de percepción del riesgo fue la realización de las pesquisas por parte de un grupo de trabajadores en short y camiseta, cuestión que discutimos con la dirección del sindicato a los que ellos están afiliados…”, argumentó quien fue aprobado recientemente como miembro del Secretariado de la Central de Trabajadores de Cuba en el territorio avileño.
Fueron estos algunos de los eslabones que formaron una cadena de contagios hasta obligar al municipio cabecera a retornar a la fase de transmisión autóctona limitada y declararse en cuarentena la Ciudad de los Portales.
El encadenamiento de un rebrote
Cabe la posibilidad de que las violaciones antes mencionadas formen parte del encadenamiento de un rebrote pandémico, en el cual resultaron eslabonados también los dos únicos centros laborales con eventos de transmisión local: los hospitales, el Docente Roberto Rodríguez, de Morón, y el Provincial General Docente Antonio Luaces Iraola, de Ciego de Avila.
Entre pacientes y empleados esa última institución acumulaba 81 enfermos. Su director el doctor Julio César Nájara Pérez ejemplificó que son 39 los confirmados, dentro de ellos médicos, psicólogos, obreros y personal de enfermería.
A una inquietud de Trabajadores el galeno respondió: “No es la causa del contagio el mal uso del nasobuco; esta no fue una instalación concebida para atender a personas con la COVID-19, por lo que no teníamos medios especiales de protección, independientemente de que pudo haber descuido en la desinfección de las manos por parte de algunos de nuestros profesionales, pero es aún una hipótesis.
“Ahora contamos con el apoyo de científicos y expertos provenientes de la capital, quienes implementarán un grupo de acciones preventivas, cuya primera etapa comenzará este 14 de septiembre”.
¿La cadena se rompió?
Si bien este domingo hubo un respiro por cero positivos en el parte emitido por el doctor Francisco Durán, director nacional de Epidemiología, Ciego de Ávila sumaba 159 casos positivos en las dos últimas semanas, mantiene la más alta tasa de incidencia en el país y están hospitalizados cinco personas reportadas de críticas y seis de graves.
“Romperle el cerco a ese ‘bicho’ terrible depende de la responsabilidad individual, porque la enfermedad está dispersa ya en los 10 municipios de nuestra provincia”, opinó Vielika Taño, residente en el edificio conocido por Pediátrico. Su vecina, Marita Zulueta, subrayó: “Aunque muchas familias están en cuarentena como nosotros, tuvimos la satisfacción de darle la bienvenida desde los balcones a una compañera de nuestra vecindad que estaba de alta médica”.
Una contingencia sanitaria que deja como incidencia una cadena de contagios en tres dimensiones: desvelo, descuido y desenfreno del SARS-CoV-2 en Ciego de Ávila.