Los dramatizados nacionales y extranjeros han sido la oferta más contundente de una programación televisiva que se vislumbraba compleja en esta etapa veraniega, por el impacto de la contingencia sanitaria.
Era de esperar ante la avalancha de teleseries, de estreno y reposición, que se programaron en varios canales, principalmente en Multivisión y Cubavisión. Ha sido un privilegio contar con producciones europeas y estadounidenses de excelencia, muchas de estas recientes éxitos de crítica y público.
Pero complace mucho más que las propuestas cubanas hayan calado en el público.
El ejemplo de mayor notoriedad es la telenovela El rostro de los días, que ha generado un gran debate en las redes sociales y otros espacios, y que tiene altísimos niveles de teleaudiencia y gusto.
Pero también llaman la atención Lucha contra bandidos 2 (LCB2), los telefilmes estrenados en Una calle, mil caminos, y los teleteatros.
Es una época interesante para el dramatizado cubano, justo cuando se necesitaba. La crisis por la COVID-19 indudablemente repercutirá (está repercutiendo) en la producción futura, pero ahora mismo confluyen materiales más que dignos… y hay todavía algunas sorpresas para los meses que vienen.
Ya publicamos en este periódico un comentario sobre El rostro de los días, y cuando finalice la telenovela volveremos a pronunciarnos sobre sus luces y sombras. Pero convendría resaltar una de las razones del éxito de la propuesta: habla de la familia, de la maternidad y la paternidad, del amor, de los conflictos de nuestra cotidianidad. El cubano siempre ha buscado la recreación de sus circunstancias en la pequeña pantalla.
Pocas veces una telenovela cubana ha abordado temas tan polémicos y al mismo tiempo cercanos. Y lo ha hecho con sensibilidad, franqueza y valentía. Eso hay que aplaudirlo.
Podremos estar o no de acuerdo con los planteamientos de la trama, podremos resaltar o cuestionar elementos de la puesta (y lo haremos en su momento), pero El rostro… es ya un hito del dramatizado nacional de los últimos años.
LCB2 también ha marcado pautas, sobre todo en un acápite que casi siempre arrastra deudas entre nosotros: la factura en la realización.
Ojalá RTV Comercial pudiera producir otros teledramatizados, pues sus estándares son altos. En LCB2 convencen la fotografía, los efectos especiales, la ambientación, la banda sonora, los diseños, la iluminación, la selección del elenco… Y lo más importante: se propone una visión interesada sucesos complejos de nuestra historia.
Respecto a la manera en que se cuenta esa historia tenemos nuestra opinión, que publicaremos próximamente en este periódico.
Entre los telefilmes que ha estrenado Una calle, mil caminos, uno de ellos, Luna Mía, pulsó con sensibilidad y buen gusto otro tema por mucho tiempo silenciado en los medios: el amor entre dos personas de un mismo sexo, dos mujeres, dos adolescentes.
Poner luz sobre conflictos que viven muchas personas, contextualizarlos, pronunciarse sobre los valores humanos, sin didactismo y evitando lugares comunes, es fundamental en los tiempos que corren. Y el arte puede hacer más en ese sentido que cualquier charla.
Una calle… complementa siempre los telefilmes con entrevistas relacionadas, que ofrecen una visión integral de los temas. Pero la historia de Luna Mía fue contundente porque singularizó el asunto, le puso rostros, lo humanizó. No es lo mismo hablar en abstracto que ser testigo de un drama.
Mucho más podría hacer el dramatizado nacional para que temáticas tan sensibles ganen espectadores y generen un debate necesario.