Soberana 01, la apuesta del Instituto Finlay de Vacunas, es el primer candidato vacunal aprobado para ensayos clínicos que se crea en un país de América Latina y en un país no desarrollado.
Así lo dio a conocer en el espacio televisivo Mesa Redonda el doctor en Ciencias Vicente Vérez Bencomo, director general del Instituto Finlay de Vacunas (IFV) , quien explicó, además, que de los más de 200 candidatos que han comenzado a formularse en el mundo, solo 30 han llegado a este paso.
Al iniciar su intervención en el espacio televisivo, el doctor Vérez Bencomo recordó que el pasado 14 de agosto se celebró el 139 aniversario de la presentación por Carlos J. Finlay de su teoría sobre el mosquito como agente transmisor de la fiebre amarilla.
Refiriéndose al rápido logro de un candidato vacunal en Cuba, dijo que el mundo en seis meses ha cambiado mucho. El virus apareció entre finales de 2019 e inicios de este año y ya hay decenas de vacunas en investigación. Sin embargo, hay enfermedades como el VIH-Sida que existen hace muchos años y para las que no se han desarrollado vacunas.
“Ante un virus desconocido como el Sars-CoV-2, era imposible predecir que una vacuna que lleva años para desarrollarse pudiera ser hecha en un año”, señaló Vérez Bencomo.
Explicó que las primeras opciones de vacuna en las que se trabajó, a partir del conocimiento previo, apuntaban hacia cultivar el virus, inactivarlo y utilizarlo. Desde enero se movieron algunos intentos en este sentido.
Posteriormente, cuando se conoció el genoma del virus, empezó a pensarse en un grupo de vacunas basadas en la información genética. “Es decir, introducir el material genético de este virus en un adenovirus y conseguir que se introdujera en nuestras células para generar los antígenos. Esta era la opción más rápida, aunque había cierto respeto hacia ella”.
En estas ideas se trabajaba desde marzo. Sin embargo, cultivar el virus en grandes cantidades implica ciertos riesgos en términos de producción. Por tanto, utilizar alguna de estas tecnologías era prácticamente imposible para la industria cubana.
En segundo lugar, hay que tener en cuenta que el sistema regulatorio mundial comenzó a variar y permitió a científicos, equipos de investigación y entes reguladores adaptarse en función de esta pandemia. “Se trató de mantener los protocolos de seguridad, pero se acortaron mucho los plazos de desarrollo”, destacó Vérez Bencomo.
Recordó que “a finales de marzo, la pandemia iba tomando fuerza en Cuba, existía gran incertidumbre, había mucha tecnología fuera de alcance para nuestro país y pensamos que era imposible lograr alguna vacuna antes de que acabara el año. No existe una ocasión previa en la cual la humanidad haya generado tanto conocimiento científico en un periodo tan corto”.
Entre toda la información sobre el virus y la enfermedad producida en estos meses desde el inicio de la pandemia, está la generada por instituciones privadas, pero también el conocimiento público y de acceso gratuito. Este último permitió acelerar muchas cosas. A partir de ese conocimiento, el proceso de entrar el virus a la célula humana fue reduciéndose en tamaño.
“Es decir, el virus tiene su llave para abrir la cerradura de la célula que necesita colonizar. La cerradura, cabe señalar, es la misma para el SARS-CoV y para el SARS-Cov-2. Sin embargo, la llave del primero es mucho más mala que este virus que produce la COVID-19. Es una de las razones por las cuales este virus se produce más rápidamente, porque tiene una mejor llave”, explicó el director general del Instituto Finlay de Vacunas.
Conocido este mecanismo, se empezó a entender mejor el nuevo coronavirus. Su clave radica en que posee la llave escondida. “Pero si usted coge esa llave, la produce por biotecnología y la utiliza dentro de una vacuna, ya no está escondida, está en una vacuna que hará que su organismo produzca anticuerpos contra esa llave”, dijo Vérez Bencomo.
Muchas vacunas conocidas en el mundo emplean este procedimiento, y tanto el Instituto Finlay como otros centros de investigación en Cuba tienen experiencia con ellas. “Entramos en un camino más transitado, de más seguridad y en el cual nosotros sí podíamos competir más rápidamente”.
Una vez que ese conocimiento comenzó a generarse a finales de abril y principios de mayo, en Cuba empezaron a pensar, desarrollar y acelerar todo.
“Sabíamos que teníamos que agarrar el machete y competir por esa vacuna”
El director general del Instituto Finlay recordó una reunión sostenida con el presidente Miguel Díaz-Canel el 19 de mayo, en la que el mandatario cubano insistió en que no saldríamos totalmente de la pandemia hasta que no tuviéramos una vacuna.
“Fue una reunión clave. Salimos de allí decididos a entablar el combate. Ya teníamos los conocimientos, sabíamos que teníamos que agarrar el machete y competir por esa vacuna”.
A nivel global, el desarrollo de vacunas transcurre en cuatro etapas. En el actual contexto, los sistemas regulatorios han buscado acortar los tiempos. Desarrollar un candidato de forma acelerada implica montar unas fases sobre las otras, partiendo del supuesto de que muchas cosas van a confirmarse en el camino.
“El autorizo es una etapa muy importante, el primero de los cuatro escalones. Ahora mismo, tenemos que vencer una primera fase de ensayos clínicos con un número pequeño de personas. Después, pasaremos a fase 2 con mayor cantidad de participantes. En esas etapas se comprueba que la vacuna tenga la capacidad de producir la respuesta inmune necesaria”, precisó el director general del IFV.
Posteriormente, la fase 3 o de eficacia consiste en que, aunque se observe una respuesta inmune capaz de prevenir la enfermedad, se demuestre que la vacuna es eficaz previniendo la enfermedad, sobre todo en el caso de la COVID-19, que es una enfermedad nueva.
“Ese es el camino que queda por recorrer” –señaló el científico–. “Logramos vencer el primer escalón en tres meses.
“Un escalón que, en términos de coronavirus, es un escalón importante. Hay más de 200 candidatos vacunales en desarrollo en el mundo. Solo 30, incluido el nuestro, han logrado la aprobación para iniciar ensayos clínicos”.
Los países que hoy tienen más candidatos vacunales en desarrollo son China, Estados Unidos, Inglaterra, Rusia y Alemania. Son países desarrollados, con multinacionales conectadas.
“El candidato vacunal cubano, Soberana, es el primero de Latinoamérica y el primero de un país pobre en recursos económicos, pero grande de espíritu, la razón también por la que lo hemos logrado”, subrayó Vérez Bencomo.
¿Cómo logra Cuba desarrollar este candidato vacunal en apenas tres meses?
El licenciado Yury Valdés Balbín, director adjunto del Instituto Finlay de Vacunas, comentó que la visita del presidente cubano fue muy estimulante, pero a la vez significó un enorme reto para los científicos que intervienen en el proyecto.
“Recuerdo que al finalizar la presentación tuvimos un encuentro con él y allí nos definió que este era un tema de soberanía para el país. Cuando llegamos a la oficina estábamos convencidos de que teníamos que cambiar todo lo que habíamos planificado, teniendo en cuenta la variable tiempo”.
Hasta ese momento, el grupo de trabajo usaba la vacuna antimeningocócica en dos consejos populares de La Habana.
Se imponen dos preguntas fundamentales: ¿cómo es posible haber hecho esto en apenas tres meses?, y ¿cómo logra hacerlo Cuba?
Valdés Balbín explicó que “como la variable tiempo era una de las fundamentales, se tuvieron en cuenta cuatro pilares: la apuesta científica de usar como antígeno principal el RBD (Dominio de Unión al Receptora, Receptor Binding Domain, por sus siglas en inglés) a partir de nuestro potencial.
“El segundo elemento fue la plataforma a utilizar, y en este sentido es importante recalcar que todas las plataformas vacunales que existen hoy se montaron sobre otras plataformas de vacunas, y eso lo pudimos hacer por nuestra capacidad en la producción de vacunas.
“El tercer pilar es la gestión del conocimiento en tiempo real, y esto se debe a que nunca habíamos tenido tanto conocimiento científico a la vez sobre un tema. Esa información puede ser veraz hoy, pero dentro de tres días puede dejar de serlo. Por tanto, había que tener capacidad de análisis crítico”.
Sobre el cuarto principio, generar alianzas, el especialista apuntó que se basa en el principio fundacional del sistema de ciencia en Cuba, impulsado por el Comandante en Jefe. “En este proyecto tuvimos que buscar al mejor para cada reto científico, buscando la capacidad técnica y científica para resolver los problemas”.
Tres instituciones han sido fundamentales en el eje estratégico:
El Instituto Finlay de Vacunas
El Centro de Inmunología Molecular
La Universidad de La Habana
Esa “no fue una alianza que surgiera en medio de la pandemia, sino que se fortaleció y se redireccionó por las necesidad del momento”, precisó el director adjunto del Instituto Finlay de Vacunas.
En paralelo, otras dos organizaciones tuvieron gran protagonismo. Por un lado, la organización superior de dirección empresarial del grupo BioCubaFarma, que articuló el sistema de intercambio de conocimiento, y por otro el Ministerio de Salud Pública.
¿Qué plataformas tecnológicas se emplearon?
Valdés Balbín puntualizó que la gestión de la ciencia se hizo a partir de un mecanismo eficaz e innovador en el que están articulados nueve ejes de trabajo, los que han trabajado “intensamente” en paralelo.
En el mecanismo diseñado no se espera a terminar una etapa para comenzar la otra. “Se ha trabajado en paralelo, siempre venciendo hitos. Cada uno de ellos va dando el conocimiento científico para hacer las correcciones necesarias”, explicó.
Cada eje contó con un líder, que a la vez contó con el apoyo de especialistas de diferentes instituciones. “Si el 19 de mayo se realizó la reunión, el 22 se redireccionó el proyecto. Siempre tuvimos en cuenta el factor incertidumbre, pues a mayor incertidumbre científica mayor tiempo. Por tanto, se apostó por aquellos proyectos o pasos con menor nivel de incertidumbre”.
Otro elemento clave son las transiciones. “Si bien el desarrollo de un candidato vacunal puede durar entre 10 y 15 años, aquí estamos hablando de desarrollarlo entre 10 y 15 meses”, destacó el directivo del IFV.
Esa circunstancia hizo necesario un sistema articulado de manera diferente. “Este es un proyecto en el que todos los actores son necesarios y tiene una actividad en la obra”, puntualizó.
Al comentar sobre las plataformas tecnológicas empleadas, el director adjunto del Instituto Finlay de Vacunas recordó que Cuba trabaja en varios proyectos, por lo que se definieron cuatro plataformas para estos cuatro proyectos. “El CIGB también está trabajando en otros proyectos que le dan fortaleza a nuestro sistema. Es importante aclarar que, en este momento, no se puede precisar cuánto tiempo de inmunidad tendrán estas vacunas”.
Al comentar sobre la plataforma basada en la vacuna antimeningocócica VA-MENGOC-BC, la cual se aplica hace más de 30 años en el país, dijo que se basa en el RBD con una vesícula de membrana externa y utiliza la alúmina.
En tanto, los proyectos 2 y 3 se basan en reacciones químicas para obtener macromoléculas que permitan potenciar la respuesta inmunológicas. El 4 intenta la administración nasal.
“Uno hace un abanico de riesgos porque no se pueden gestionar a la vez todas. En el caso de la primera, del FIV y en la categoría Front Runner, el 23 de junio ya había vencido los hitos más importantes. La 2 lo hizo el 4 de agosto y pasó a la categoría Front Runner”, explicó.
Las cuatro fases de la etapa 1 del proyecto farmacéutico son el desarrollo y obtención de la RBD, la evaluación preclínica de los modelos de animales, la obtención y liberación de los lotes de los ensayos clínicos y el autorizo para comenzar los ensayos clínicos.
“Los lotes para el ensayo clínico se produjeron el 17 de julio y a partir del impulso que logramos, pensamos que para el 13 de agosto podríamos lograr un resultado importante. El 4 de agosto se hizo la liberación de los lotes, el día 3 se entregó el expediente y el 10 se realizó la discusión técnica con el Cedmec”, contó Valdés Balbín.
“Podemos asegurar que habrá una vacuna, pero le recordamos a la población que la vacuna más importante es la responsabilidad”, insistió.
Biotecnología cubana: Capacidad de borrar las fronteras entre instituciones científicas
Al intervenir en el espacio televisivo, la doctora en Ciencias Belinda Sánchez Ramírez, directora de Inmunología e Inmunoterapia del Centro de Inmunología Molecular (CIM), destacó que para los científicos de esa institución fue un privilegio participar en este proyecto.
“Desde que el IFV nos dio esta oportunidad, hemos trabajado muy unidos, hemos funcionado como un único centro y esta experiencia en medio de la pandemia de COVID-19 deja como sello de la biotecnología cubana la capacidad que tenemos de borrar las fronteras entre cada una de nuestras instituciones”, dijo.
En el caso del CIM, “la razón por la que el Instituto Finlay de Vacunas nos convoca está relacionada con la proteína RBD. Sus investigadores la identificaron como el antígeno preciso para desarrollar la formulación vacunal de la que estamos hablando. Es una proteína compleja (glicosilada); aunque se pueden utilizar otras tecnologías para producirla, es más factible hacerla en la tecnología de células de mamíferos”.
Explicó que no hay nada que se parezca más a estas células de mamíferos como la humana, que una línea celular de mamíferos como las que se utilizan en el CIM desde hace más de 25 años para producir proteínas recombinantes utilizadas por la institución para el desarrollo de vacunas contra el cáncer, o los propios anticuerpos monoclonales humanizados, que no son más que proteínas recombinantes, y los cuales requieren por su complejidad la producción en células de mamíferos.
“El CIM tiene desde hace muchos años el foco en vacunas contra el cáncer y anticuerpos monoclonales. Por tanto, desde hace décadas fue necesario montar esas plataformas que hoy nos han permitido llegar hasta aquí. Para la institución era muy factible incorporarnos a este proyecto para generar la proteína RBD”.
A lo largo de los años, el CIM ha desarrollado en sus laboratorios la tecnología de ADN recombinante para la expresión de proteínas complejas en células de mamíferos. “Ya tenemos la capacidad de utilizar en nuestros laboratorios vectores mucho más desarrollados, no solo los plasmídicos, que hace muchos años se usaban, sino vectores lentivirales que permiten que la expresión de estas proteínas en las células de mamíferos sea alta”, explicó la doctora Sánchez Ramírez.
El CIM no solo tiene la capacidad de lograr desarrollar estas proteínas a nivel de laboratorio, sino de producirlas a una escala mayor. “Tenemos instalaciones para escala piloto, en el desarrollo de los procesos, y a partir de ahí la posibilidad de llegar a escalas industriales que utilizan grandes fermentadores y sistemas de purificación para producir considerables cantidades de proteínas”.
Parte de las drogas terapéuticas que el CIM produce son los anticuerpos monoclonales que se utilizan en terapias para pacientes de cáncer, los cuales usan dosis muy altas con respecto a las dosis de estos antígenos que se utilizan en vacunas preventivas como las que el Instituto Finlay está formulando.
(Tomado de Cubadebate y ACN)