Elpidio Valdés, ese gran personaje, cumple medio siglo. Creado por el inolvidable Juan Padrón ha devenido símbolo de la cultura cubana. Es, indiscutiblemente, el más popular y el más querido de los héroes de nuestros dibujos animados, de la historieta nacional.
¿Por qué ha calado tanto en generaciones completas de cubanos? Hay muchas razones:
Es un héroe con los pies en la tierra. Valiente como los héroes, pero perfectamente reconocible. Elpidio Valdés es simpático, pero puede llegar a ser irritable. Es apuesto y por momentos marcial, pero puede ser puesto en situaciones risibles. En algún que otro momento llega a ser temerario, desobedece órdenes y después se arrepiente. No es un héroe intachable. Como los héroes de la cotidianidad.
Las aventuras que vive están perfectamente contextualizadas en la historia nacional. Es un mambí, un luchador por la independencia nacional, alguien que cumple con su deber. Pero todo está narrado sin demagogia, sin didactismo, sin alardes propagandísticos. Nunca se pierde de vista que un animado para niños, primero que todo, tiene que divertir.
Y lo queremos también gracias a sus personajes acompañantes. A Palmiche, a María Silvia, a Pepito y Eutelia, a todos los mambises, bien construidos, empáticos. Y gracias, sobre todo, a sus oponentes, a los villanos, esos españoles tan graciosos en su desgracia (Resóplez, el Andaluz, Cetáceo…), esos voluntarios cubanos tan ridículos en su indignidad: Media Cara, el Borracho… Juan Padrón siempre tuvo claro que para que un héroe brillara hacían falta villanos de altura.
Y lo hicimos nuestro por su omnipresencia. Elpidio Valdés estaba en todas partes: en la televisión, en las revistas, en las mochilas para la escuela, en las carátulas de las libretas, en los parques infantiles, en los pulóveres, en los carteles…
Juan Padrón murió este año, pero garantizó la inmortalidad de su personaje. Desde hace tiempo es patrimonio de una nación. Con Elpidio Valdés y su tropa seguiremos cargando al machete.