El movimiento sindical y la prensa insulares recuerdan este 6 de agosto el 45 aniversario de la desaparición física de una de las figuras más emblemáticas del periodismo revolucionario: Horacio Rodríguez Suriá, relevante humorista gráfico que colaboró, entre otras publicaciones, con la de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), Masas, y El Obrero Panadero —del Sindicato de Obreros Panaderos de La Habana—, durante los convulsos años de luchas obreras de la primera mitad del pasado siglo.
Nacido el 16 de agosto de 1901 en la ciudad de Cárdenas, Matanzas, y fallecido en La Habana en un día como hoy del año 1975, con una prolífica trayectoria al servicio de los más connotados medios de la prensa progresista, de la vida y la obra del primer caricaturista marxista-leninista de América Latina se conoce muy poco.
En numerosos ensayos, artículos y otros escritos, distinguidos escritores, periodistas e incluso cultivadores del género, han intentado reseñar aspectos relacionados con la historia y evolución del comic y la caricatura —política y social— en Cuba. Una considerable cantidad de esos textos han enfatizado sobre personalidades o períodos específicos.
En la mayoría de los casos, esos exámenes resultan incompletos y en su generalidad el nombre de Horacio es ignorado o apenas mencionado. En una breve encuesta entre más de cien jóvenes relacionados con el periodismo y la gráfica, ninguno de ellos conocía de la existencia de este maestro.
Es preciso un mejor y más documentado acercamiento a un arte que, desde sus orígenes en nuestro país, ha estado vinculado a las condiciones histórico-sociales que han caracterizado cada una de las etapas políticas y económicas, sobre la que la impronta del humorismo gráfico ha hecho patente la memoria colectiva de la nación, desde que a partir de los años 20 del siglo XIX proliferaron los periódicos, generalmente de pequeños formatos y con pocas páginas.
Con la llegada de la República mediatizada, el humor gráfico adquirió relevancia en la lucha contra los regímenes pro imperialistas que desgobernaban el archipiélago, empeño en el que es imposible desconocer la trascendencia de Horacio, junto a otros relevantes creadores, como su coterráneo Conrado W. Massaguer, quien el 17 de octubre del año 1931 le publicó en la revista Social —la cual dirigía— su primera tira cómica titulada La verdad desnuda.
Por ese tiempo, también dio a conocer sus célebres personajes Bola de Nieve, Mango Macho y Cascarita (1932) que ganaron simpatía entre los lectores.
El joven e inquieto caricaturista que desde pequeño expresó su vocación por el dibujo, igualmente colaboraba con el líder revolucionario, periodista e intelectual nacido en Puerto Rico y radicado en Cuba, Pablo de la Torriente Brau —conocido como el mayor cronista de su época— en Bandera Roja, publicación para la cual ilustraba los guiones que escribía el también combatiente internacionalista. Los dos jóvenes comunistas tenían la misma edad.
En la década del 40 de la anterior centuria Horacio trabajaba para numerosos periódicos y revistas progresistas, como La Palabra —primer periódico comunista editado en Cuba—, Masas, Mediodía, CTC, Última Hora, El Obrero Panadero —del Sindicato de Obreros Panaderos de La Habana—, Carta Semanal y Hoy, en los que eran recurrentes sus caricaturas.
En este último, órgano oficial del Partido Socialista Popular, asumió la caricatura editorial, ejercicio que le propició reconocimiento y prestigio dentro del gremio, en tanto fue uno de los principales propulsores del suplemento dominical Hoy infantil, de ese mismo medio de prensa, donde dio a conocer su célebre historieta Pelusa y Pimienta, inspiradas en dos supuestos infantes, uno negro y el otro con el pelo de color rojo, cuyas narraciones eran diametralmente opuestas a los mensajes que portaban los comic realizados en otras partes del mundo, especialmente en Estados Unidos. En esa misma publicación abordó temas de política internacional, entre los que sobresalieron sus caricaturas antifascistas.
En 1950, el acreditado pintor y dibujante Adigio Benítez comenzó a trabajar en Hoy, donde continuó la obra gráfica de su buen amigo Horacio Rodríguez.
Próximo a cumplir los 74 años de edad, al recordar esa época, Horacio dijo: “Dentro de ese ambiente burgués peleé, pero estaba muy ´chivao´, entonces me iba a la litografía a ganarme la vida; yo me destaqué en la especialidad de selección de colores para portadas y contraportadas…”
Su obra igualmente quedó en los anales del rotativo El País, sobre todo en su suplemento El País Gráfico, en el que, entre los años 1946 y 1947 promovió una serie de comic que tituló Aventuras del Profesor Timbeque, para la cual creó un simpático y viejo personaje que sobresalía por su calvicie, su barba y sus gafas. A través de sus diálogos con una mosca muy habladora, el artífice trasmitía sus ideas, siempre portadoras de nobleza, justicia y dignidad, y entre cuyos capítulos alcanzaron connotación los nombrados La Ciudad Subterránea, una atrevida aproximación a la ciencia ficción; y Timbeque contra Daduro, que describe el enfrentamiento del anciano a un corpulento boxeador, al cual vence.
Junto a comprometidos humoristas gráficos, como Rafael Blanco, Jaime Valls, Conrado Massaguer, Eduardo Abela, Juan DavidRené de la Nuez, Virgilio Martínez y Chago Armada, entre otros, Horacio Rodríguez Suriá, formó parte de la primera generación de autores de cómics cubanos. A través de su obra —como aquellos colegas suyos— se identificó con la lucha emancipadora en contra de la dominación imperialista, hasta la llegada victoriosa del Ejército Rebelde encabezado por Fidel Castro Ruz.
Al triunfo de la Revolución Cubana, Horacio estaba a cargo del humor gráfico en el periódico Hoy, junto con Adigio Benítez, Felo Díaz Tejedor y Gustavo Prado (Pitín). Poco después, el 4 de octubre de 1965, al fundarse el rotativo Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, estos creadores pasaron a este medio, cuyo diseño de la cabeza que lo identifica fue realizado por el noble artífice nacido en Cárdenas, quien durante cuatro décadas mantuvo una meritoria labor en las filas del periodismo revolucionario, con sus ilustraciones y viñetas.
“También participé en exposiciones enviando caricaturas personales, pero en realidad, es en la sátira política donde me siento mejor, pues con dos muñecos tú tienes que expresar todo lo que puedan decir las largas cuartillas de un editorial, lo mismo que un pasquín , o un buen afiche”, apuntó el reconocido artista.
En tal sentido vale destacar que, veinte años después de su muerte, la obra de Horacio Rodríguez Suría, estuvo presente en la exposición realizada en el año 1995 en el prestigioso Salón del cómic de Lucca (Italia), selección que fue sucesivamente ampliada y actualizada para ser presentada, en el 2003, en el Museo de la Revolución de La Habana y en el Centro Cultural General San Martín, de Buenos Aires, Argentina.
En este último país la exhibición se hizo de forma digital y principalmente abarcó el periodo comprendido entre 1959 a 2003. Estuvo conformada por 238 obras, entre portadas de libros y revistas, ilustraciones y páginas de historieta. En los cerca de 40 artistas representados estaban, además de Horacio, Conrado Walter Massaguer, Eduardo Muñoz Bachs, Jorge Oliver Medina, Juan Padrón Blanco, Arístides Pumariega, Tulio Raggi y Luis Wilson Valera; mientras que la nómina de publicaciones cubanas sobrepasó la cifra de 15, tales como Dedeté, Pablo, Palante, Pionero, Zunzún, Mella y Muñequitos de Revolución.
Activo miembro de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), poco antes de fallecer, Rodríguez Sariá recibió un emotivo homenaje de esa organización, la cual instituyó el Primer Salón Nacional de Humoristas Gráficos, que llevó su nombre.
Su colega y amigo, Francisco Pascasio Blanco Ávila (La Habana, 1930) precisó que “a Horacio no se le podía encasillar: Fue un excepcional dibujante de carteles propagandísticos, cuya fuerza era insuperable, modalidad que llevó a la caricatura editorial —como él confesara—más dramática que humorística. Cuando la persecución oficial pretendía acorralarlo, y tenía que ´…salir rompiendo tejas…´ se refugiaba en la litografía donde era un verdadero maestro. Tras el triunfo revolucionario firmó algunos de sus trabajos con su segundo apellido Suriá”.
(Pascasio también fue caricaturista editorial del periódico El Mundo desde 1960, dibujante de la agencia de noticias Prensa Latina en 1959, y fundador del semanario Palante y Palante, que dirigió entre 1970 y 1985).
“Cuando comencé en la caricatura sabía que no era fácil. Muchos me iban a despreciar por mi condición de marxista y, efectivamente, ni en Zig-Zag ni otros muchos lugares me daban trabajo. Me decían el “ñángara” y era un apestado…”, recordó Horacio, ya jubilado.
Vivía en la ciudad balneario de Guanabo, a unos 30 kilómetros de la capital cubana, relativamente cerca del Bar Cuandas. Vale anotar que sin llegar a la embriaguez, gustaba de algún que otro traguito de ron, preferiblemente cubano. Siempre prefirió la sencillez y la humildad. Apenas existen fotos que lo rememoren, salvo una muy mal conservada, ya muy viejo, que encontré en internet. De su obra hoy pocos conocen, a pesar de haber sido una figura clave dentro del humorismo gráfico insular.
“Yo tengo muy poco de humorista, tal vez sea el menos humorista de todos. Yo soy caricaturista político de fuerza; lo cómico es de poca duración, en cuanto a la caricatura editorial puede tener o no algo que ver con el humor…”, había dicho al semanario Palante y Palante, unos meses antes de partir.