Esta es una de las ocasiones en las cuales uno se cohíbe hasta cierto punto de hacer una crítica a los contrarios porque… a lo mejor aprenden.
Pero como ya estamos a bordo de esta guagua, continuamos con el asunto, sobre todo porque en más de medio siglo ellos, los adversarios, no han asimilado las enseñanzas de que cuando se descubren los embustes, los mentirosos pierden simpatizantes.
Cometen un error de proporciones colosales al defender a los popularmente llamados “coleros”, integrantes directa o indirectamente de la cadena de acaparadores y especuladores que lucraron con más intensidad e impunidad a partir de la presencia del nuevo coronavirus en Cuba.
Por eso, ya queda mal parado un libelo donde un personajillo dice:
El gobierno de Cuba pretende jugar con la inteligencia del pueblo y, cuando quiere, saca su arsenal de cámaras y micrófonos para que la población exprese su sentir y tenga un minuto de fama repudiando lo que el oficialismo necesita que sea repudiado.
En primer lugar, están navegando contra la corriente, despliegan velas para ir en un rumbo contrario a la dirección del viento, pues la actual ofensiva contra esos personajillos es una de las principales exigencias de las grandes mayorías.
Si en algún momento logran confundir a alguien al decir:
El problema de las colas en Cuba es la escasez y no los coleros y acaparadores, que intentan sobrevivir al caos que existe en la isla desde hace seis décadas a causa de un estricto control gubernamental y la ausencia de libertades individuales.
De la confusión se pasa a un despertar para difícilmente volver a ser engañado, pues al pasar más de medio siglo de bloqueo, el pueblo se ha ido dando cuenta que no es un “embargo” sino una guerra económica para causar penurias y carencias como está escrito en documentos secretos del gobierno de EE. UU.
Y si alguien ha contribuido a aclarar quién es el culpable principal de la escasez en Cuba es el Presidente Donald Trump que además de revertir los pasos hacia la normalización de relaciones, lo hace sin las sutilezas del anterior mandatario Barack Obama.
Por eso, después del primer impacto, cuando alguien reacciona, rechaza frases como estas:
Un colero no es más que el resultado de esa carencia de alimentos, aseo y hasta de buenos modales que existe en las tiendas en dólares.
La falla, quizás la más importante del adversario ha sido concentrarse en el daño económico que hacen la cadena de coleros, corruptos, revendedores, acaparadores y especuladores y no tomar en cuenta los perjuicios psicológicos que causan, sobre todo, los coleros.
Los procedimientos de tales elementos en las filas de espera provocan muchos sentimientos, todos negativos, lo cual ha acrecentado en tiempos de pandemia, la repulsa popular, lo que hace inefectivas palabras como las siguientes:
Los coleros son el nuevo blanco del oficialismo, y desde los medios de prensa que controla el comité central se manipula la opinión pública con mensajes que pueden ser discriminatorios, creándose la falsa imagen de personas vulgares y extravagantes al frente de un grupo que trafica con la necesidad individual de comprar algo en algún lugar.
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En resumen: Gracias a Trump por actuar de modo tal que ha demostrado con mayor claridad quién es el culpable de las penurias, también el agradecimiento a los personajillos que desde afuera han introducido falsedades tan mal disfrazadas en comparación con el falso ropaje de supuestas verdades con que la han cubierto otras veces.
Gracias también a los quintacolumnistas que como papagayos han estado repitiendo esas mentiras, con lo cual no tendrán que hacer mucho más esfuerzo para sustituir el nombre de Chacumbele en el dicho muy cubano de que alguien “se mató él solito, como Chacumbele”.
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