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Leal a La Habana, Leal a Cuba (+ Fotos)

Numerosos balcones de La Habana lucen por estos días sábanas blancas. Es el homenaje a uno de los más preclaros hijos de la ciudad, a un hombre que se consagró a la urbe en cuerpo, mente y alma. Decía que después de la muerte su espectro pasearía por las calles y plazas, sería uno de los tantos fantasmas de La Habana de sus ensueños. Ojalá que no asuste a mucha gente —bromeaba.

Foto: Tony Hernández Mena

Eusebio Leal ha muerto con la certeza —porque la tenía— de que había dejado obra grande. Perfectible, claro, pero inmensa. Titánica. Útil. Inspiradora.

No hay que buscarla mucho, está ahí, piedra sobre piedra, en las construcciones patrimoniales de la ciudad vieja, salvadas de la destrucción y la desmemoria; en las escuelas, las casas de acogida para ancianos desvalidos, en las bibliotecas, las salas de concierto, los museos, las galerías, los centros gastronómicos; está en las calles empedradas, en los jardines, los monumentos, los parques…

En toda La Habana Vieja, Patrimonio de la Humanidad (en buena medida gracias a sus empeños), en toda la capital cubana está la huella de Eusebio Leal.

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Foto: Joaquín Hernández Mena
[/column] [column size=»3/4″ center=»no» class=»»]Y hay todavía una marca inefable, pero igual de profunda: la que caló en la espiritualidad de su pueblo. Millones se maravillaron ante su elocuencia singular, que parecía de otro tiempo. Sus discursos encendidos, sus imágenes poéticas y rotundas, su capacidad de argumentar sin herir.

En nuestra República de las ideas, la suya era voz imprescindible. Animador diáfano y coherente de muchos debates, polemista agudo y respetuoso, defensor enfático de las buenas causas. Eusebio Leal nos afianzaba en el orgullo por la nación, en el compromiso por honrarla y edificarla.

Nunca asumió la historia como mero recuento de peripecias: la historia —afirmaba— no es adorno inocuo de las naciones. Es fuente viva, referencia para empeños futuros. El conocimiento pleno de nuestro devenir, el análisis del contexto y los vasos comunicantes entre disímiles épocas y ámbitos pueden ofrecer claves para asumir los desafíos de la contemporaneidad.

Los procesos de restauración y conservación de La Habana y otras ciudades patrimoniales del país, que él dirigió con sapiencia y sentido crítico, son muestra: se puede preservar la memoria y, al mismo tiempo, mejorar la calidad de vida de la ciudadanía, influir en el desarrollo sostenible de la sociedad.

Eso sí, hacen falta compromiso, responsabilidad y ganas de trabajar.

Parecía que él no se regodeaba en el descanso. Héroe del Trabajo de la República de Cuba, muy ligado a la historia del movimiento sindical cubano, siempre creyó que la obra estaba inacabada, y que había que seguir. La vida le alcanzó para ver la concreción de tantos de sus sueños y aspiraciones. Confió en la capacidad de los jóvenes para continuar lo que dejó pendiente. Se aferró a la esperanza y al tesón por realizarla.[/column][/row] [image_carousel source=»media: 221333,221334,221335,221336,221337,221338,221339,221340,221341,221342,221343,221344,221346,221347,221348,221349,221350,221351″ slides_style=»photo» columns=»1″ align=»center» max_width=»750 px» captions=»yes» dots=»no» link=»lightbox» target=»self» autoplay=»0″ speed=»slow» image_size=»large»]

Eusebio Leal nos lega su ejemplo. El suyo fue un itinerario afincado en la lealtad a principios irrenunciables, en la coherencia esencial, en la búsqueda incansable de la belleza.

Romántico debió haberles parecido a muchos; pero en realidad tenía los pies bien puestos sobre la tierra: contamos con las herramientas para vencer la apatía y el desánimo. ¡Usémoslas! No temamos al error, aprendamos. Ofrezcamos disculpas cuando nos equivoquemos, tratemos de reparar el daño, pero trabajemos por el porvenir. Rechacemos cualquier discriminación (por color de la piel, por origen, por género y orientación sexual, por credo oafinidades). Consolidemos una cultura del socialismo, que tieneque ser la de la libertad y la dignidad plenas.

Así pensaba. Pensamiento y acción confluyeron en su ejercicio profesional y cívico.

Era un hombre querido. El más popular de nuestros historiadores. Maestro de miles. Respetado y admirado por estadistas, grandes personalidades de las artes, las ciencias, los deportes… Idolatrado por su pueblo.

Y, sin embargo, su modestia era proverbial:
¿Qué es un simple hombre en las encrucijadas del mundo y el tiempo? —se preguntó un día.
Un hombre, querido Eusebio, puede ser un pilar. Usted construyó para el futuro.Usted no aró en el mar.

 

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