Era un hijo de la tierra cubana, de la indómita Santiago de Cuba, nacido en fecha memorable: en un aniversario de la caída en combate de Antonio Maceo, cual si la historia le hubiese impregnado del patriotismo y coraje que caracterizaron a Frank en su breve vida.
Sí, porque Frank País García fue un joven sencillo, humilde, honesto, pero a la vez, como diría el Che, un ser superior, en cuyos ojos asomaba enseguida el hombre poseído por una causa y con fe inquebrantable en ella.
¿Quién podía adivinar en aquel muchacho callado, el hijo cariñoso que se sobrepuso a su orfandad paterna a los cinco años para ser un pilar de la familia, amante de las artes, el dibujo, la poesía, la música, que tocaba el piano el órgano, el tremendo dirigente en que llegaría a convertirse hasta ser el alma de la lucha clandestina en el país?
Era el mismo que a su novia en la Escuela Normal para Maestros de Oriente le escribió que tenía una rival que absorbía su corazón por entero, le hacía circular la sangre en todo el cuerpo de solo pensar en ella y que vestía una falda de listas azules y blancas y un corpiño rojo: era la bandera cubana.
Y ese compromiso con la Patria se forjó desde las aulas de la Escuela Normal, donde fue líder, y en organizaciones que fundó para la lucha contra la dictadura batistiana hasta sumarse al Movimiento 26 de Julio; lo reafirmó con su renuncia al magisterio, su querida vocación que ejercía de manera brillante para asumir la jefatura nacional de acción del Movimiento; lo demostró en la organización del alzamiento del 30 de noviembre de 1956, en apoyo al desembarco del Granma; y en la creación de una retaguardia segura en el llano en apoyo a la Sierra Maestra adonde envió hombres, armas, medicinas y suministros.
Fue capaz de ver más allá de las acciones inmediatas para concebir la trascendencia de aquella lucha al escribirle a Fidel sobre el Movimiento 26 de Julio, que debía aspirar a “ remover, derribar , destruir el sistema colonialista que aún impera, barrer con la burocracia, eliminar los mecanismos superfluos, extraer los verdaderos valores e implantar, de acuerdo con las peculiaridades de nuestra idiosincrasia, las modernas corrientes filosóficas que imperan actualmente en el mundo” Y enfatizaba: “aspiramos a no poner parches para salir del paso sino a planear concienzuda y responsablemente la Patria nueva”.
Ese infausto año de 1957 perdió a su hermano Josué, a manos de los esbirros del régimen. El sufrimiento que le causó lo plasmó en poesía:
Cuanto sufro no haber sido
El que cayera a tu lado
Hermano mío
Que solo me dejas, rumiando mis penas sordas
Llorando tu eterna ausencia.
Así concluían los versos. Era junio. Frank solo lo sobreviviría un mes. Le arrancaron la vida cuando en medio de los rigores de la clandestinidad se preparaba su boda.
El 30 de julio los monstruos que lo perseguían tenazmente lo acribillaron en el Callejón del Muro junto a su compañero de luchas y amigo Raúl Pujol. El cobarde hecho desató una huelga espontánea que rebasó el territorio santiaguero para extenderse por el país. Su sepelio fue impresionante, sin que los esbirros del batistato pudieran hacer nada para impedirlo. En el ataúd Frank vistió del mismo modo en que combatió el día del alzamiento del 30 de noviembre; con uniforme verde olivo y el brazalete del Movimiento 26 de Julio. El pueblo de su Santiago acompañó al héroe por las calles, reclamando justicia, desde los balcones llovían flores… la madre, todo coraje llevó a su última morada a su segundo hijo. Así despedían los 22 años de un joven cuyo futuro era tan grande y prometedor, una inteligencia, un carácter, un organizador nato, el más valioso de los combatientes.
El 30 de Julio fue escogido como Día de los Mártires de la Revolución para honrar a todos los caídos en la lucha y simbólicamente la declaración se hizo en el año de la libertad, 1959, y en el cuartel Moncada, el primer paso de la última batalla por la liberación a la que se había incorporado resueltamente el joven maestro.
Quiso la casualidad histórica que el 30 de julio del siguiente año muriera en combate Ramos Latour, quien había sustituido a Frank en su cargo de jefe de acción y sabotaje del Movimiento y la persecución lo obligó a incorporarse al Ejército Rebelde, donde alcanzó los grados de comandante. Era la juventud entregándolo todo para cambiar lo que debía ser cambiado.