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Melba

A través de una llamada telefónica llegó la invitación: “Paso a recogerte dentro de unos minutos para que conozcas y saludes a Melba Hernández. A lo mejor te concede una entrevista”.

 

 Foto: Cubahora

Alisté la grabadora y la agenda. Llegamos a donde ella estaba. Nos recibió con una sonrisa amplia. Estaba sentada en un cómodo sillón. Se paró y me dio un abrazo. “Ya sé que eres periodista”. Acerqué una silla y me senté frente a ella.

Fui a accionar la grabadora y me detuvo. “Me dijeron que grababas bien en la mente; guarda eso”. Así lo hice y comenzamos a conversar.

Me habló de su niñez en la localidad de Cruces, donde había nacido el 28 de julio de 1921, de la influencia y el ejemplo de sus padres, de sus estudios de Derecho en la Universidad Central de Las Villas y sobre todo, de su participación activa en actividades clandestinas.

Le propuse me hablara de Haydée Santamaría. “No, no…, de Yeyé no quiero hablar”. Y dos lágrimas corrieron por su rostro.

Entonces la conversación giró a la estancia en México en los preparativos para la expedición del yate Granma, a la enorme obra de la Revolución, al liderazgo y la inteligencia del Comandante en Jefe Fidel Castro.

Fueron unas tres horas de una clase magistral de patriotismo y entrega total, gracias a la cual publiqué una entrevista a página completa que a ella le agradó, según me hizo saber.

Corría el mes de septiembre de 1993. Pleno período especial. Pero ni una sola frase de Melba tuvo un ápice de desesperanza o desaliento. “De esta saldremos victoriosos”, afirmó.

Después de ese día nos encontramos dos veces más en su natal Cruces. Y siempre recibí de ella expresiones de amabilidad y cariño.

En Melba encontré la concreción más exacta de la grandeza y la humildad.

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