La muerte de Francisco Durán Harvey hace solo unos días impactó significativamente al movimiento sindical cubano y, de seguro, a todos los que tuvieron la suerte de compartir junto a él un día de labor, una reunión de trabajo o simplemente un momento de alegría.
Es que en Durán, sin proponérselo, confluían el verbo inteligente, la acción inmediata del segundo al mando de una organización como la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), y la sapiencia y magisterio como maestro normalista, una de sus grandes pasiones. De ahí su epitafio, que no sé si podrá cumplir: Descanse en paz, Maestro.
Nacido el 26 de abril de 1939 en Colón, provincia de Matanzas, fue Camagüey el lugar en que alcanzó su mayor estatura. Antes, tras el triunfo de la Revolución, participó en la lucha contra bandidos en el Escambray, y posteriormente se vinculó de manera activa a las tareas de los trabajadores en el sindicato de maestros camagüeyanos.
Por su desempeño y resultados en el trabajo ocupó diversas responsabilidades, entre ellas la de director provincial de Educación en la tierra del Mayor; en 1985 es promovido a secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura. Desde 1989, y por 18 años, fungió como segundo secretario de la CTC, a la vez que diputado a la Asamblea Nacional por el municipio de Florida desde 1993.
Durán se destacó por su maestría y consagración al trabajo sindical y su incondicional lealtad a Fidel y a la Revolución, posturas que lo hicieron merecedor de un afecto entrañable entre sus compañeros y trabajadores del movimiento sindical.
En el 2007 comenzó a laborar en el Instituto Cubano de Radio y Televisión como director general de Administración de la Radio Cubana, hasta su jubilación en el 2015. En esa última etapa contribuyó con su experiencia, capacidad organizativa y ejemplaridad a que se fortalecieran los sistemas de gestión y se impulsara desde el ámbito de los aseguramientos el desarrollo integral de la radio cubana.
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