La noticia sorprendió y conmovió. El 12 de julio de 1997 arribaron a Cuba, luego de 30 años de búsquedas, los restos inmortales del Comandante Ernesto Guevara y un grupo de guerrilleros que lucharon en Bolivia en la década del 60 del pasado siglo.
Sólo poco más de tres mese bastaron para que los arquitectos Jorge Cao y Blanca Hernández, quienes años antes habían diseñado y construido la Plaza del Guerrillero Heroico, en Santa Clara, tuvieran lista la encomienda, un recinto hecho desde la urgencia y concebido desde el alma.
Así nació el Memorial al Che y sus compañeros, ubicado en un pequeño espacio cedido del salón de protocolo del Complejo Escultórico que lleva el nombre de Guevara. Un lugar íntimo y personal donde todos los materiales fueron naturales para semejar un campamento de la lucha guerrillera en medio de la selva.
Alli está el verde de la vegetación de Suramérica, el agua clara de los ríos, que pueden ser el Grande o el Ñancaguazu, están las lajas del camino que abren el paso, la tenue luz, y la piedra en bruto. Pero sobre todo; los combatientes con el Che al frente, iluminado con la estrella de su boina, la de sus grados, esa que inspira a vencer; con la que nos embanderamos para continuar su legado.
Santa Clara se volcó a construir la última comandancia al guerrillero, lo hizo con el fervor de aquellos días en que comenzó su entrañable confidencia con el héroe, cuando con el brazo en cabestrillo llegó por un camino vecinal a la Universidad para libertarla; es que Santa Clara es su ciudad: la de sus industrias, la de su amor, la de su batalla…
El Memorial se volvió símbolo a la entrega y la consagración. Hasta él llega el mundo, se le rinde tributo personal y colectivo a los combatientes, una flor es el homenaje diario a cada uno de los guerrilleros que integran el Destacamento de Refuerzo; como los llamó el Comandante en Jefe Fidel Castro, el 17 de octubre de 1997, cuando dejó inaugurado el recinto al encender la llama eterna que lo preside.
Tres meses después de haberse encontrado los restos de los guerrilleros en Valle Grande, Bolivia, estaba terminada la última morada de los combatientes. Blanca y Cao aún sienten el peso de la responsabilidad de aquella obra, guardan el simple boceto, que sólo ellos pueden descifrar, como un trofeo a su imaginación y prueba de la urgencia. Nada los detuvo, la inspiración brotó en hora crucial, para un hombre que tuvo como principio luchar Hasta la Victoria Siempre.
[image_carousel source=»media: 218320,218316,218317,218318,218319″ slides_style=»photo» crop=»5:4″ align=»center» max_width=»700 px» captions=»yes» dots=»no» target=»self» autoplay=»1″ image_size=»full»]