Transcurrieron 53 días desde la salida de Fidel y los moncadistas del presidio Modelo —gracias a una amnistía arrancada al tirano por el pueblo— hasta el 7 de julio, cuando el líder de las acciones del 26 de julio de 1953 partió hacia el exilio mexicano.
Lo vivido por él en ese lapso le demostró que era imposible librar una batalla política en medio de la persecución, el acoso y la censura a que fue sometido por el régimen para impedir la difusión de sus ideas.
Una breve cronología de algunos de los atropellos que se ejercieron en su contra demuestra hasta dónde el batistato se empeñó en imposibilitar que encontrara tribuna en los medios de difusión y ni siquiera en actos públicos.
El jueves 19 de mayo la planta de radio donde iba a hablar sufrió un allanamiento, requisa de documentos y apresamiento de su administrador; el viernes 20, en que haría uso de la palabra invitado por la FEU en un acto convocado para celebrarse en la Universidad de La Habana, esta fue acordonada por la policía para evitar la afluencia de público, cortado el fluido eléctrico, golpeados y detenidos varios ciudadanos que habían acudido a presenciarlo, y el acto fue suspendido sin motivo alguno.
El 6 de junio el ministro de Comunicaciones decretó la clausura de la Hora Ortodoxa, programa radial donde se anunció que él hablaría. Y el colmo fue que el 13 de junio el ministro, en telegrama urgente, prohibió a Unión Radio y al Canal 11 de televisión la participación de Fidel Castro Ruz en cualquier tipo de programación.
Como razonó él, ya no se trataba de censurar o clausurar temporalmente un medio de difusión, sino se clausuraba a una persona.
El periódico La Calle se convertiría en su principal trinchera de combate pero no sería por mucho tiempo pues este fue también cerrado. No obstante, por esta vía pudo referirse, entre otras cuestiones, a la valiente batalla que estaban librando los obreros de los Ferrocarriles Consolidados en Oriente, Camagüey y Las Villas, para quienes reclamó el respaldo de la ciudadanía “porque ellos están defendiendo allí los intereses de todos los sectores de la economía nacional al combatir una medida torpe que sustrae de la circulación millones de pesos en beneficio de una compañía extranjera”. Y agregaba en su escrito: “Nuestra palabra ha de estar de corazón junto a los trabajadores”.
El 7 de julio de 1955 Fidel partía para el exilio. Antes hizo declaraciones para la revista Bohemia, en las que señalaba: “Ya estoy haciendo la maleta para marcharme de Cuba, aunque hasta el dinero del pasaporte tuve que pedir prestado porque no se va ningún millonario, sino un cubano que todo lo ha dado y todo lo dará por Cuba”.
Y recalcaba: “Cerradas al pueblo todas las puertas para la lucha cívica, no queda otra solución que la del 68 y el 95”.
Era una decisión irrevocable que puso en práctica en México donde preparó al contingente que vendría a la patria a bordo del yate Granma para reiniciar la obra inconclusa de los libertadores.