Parece que fue hace una eternidad que en noviembre del pasado año celebrábamos como se merecía los 500 años de La Habana, con el orgullo no solo de pertenecer a ella, sino también con los elogios y reconocimientos de mucha gente por todo lo hecho para conmemorar esa fecha.
Sin embargo, los acontecimientos de los últimos meses pusieron a la capital de todos los cubanos en una situación completamente inédita, como la provincia de mayor complejidad para el enfrentamiento a la epidemia de la Covid-19.
La cola, el epicentro, el territorio con más dificultades, no son pocos los calificativos y evaluaciones que hemos escuchado alrededor de nuestra principal urbe, en algunas ocasiones con razón y en otras no tanto.
Lo cierto es que, como dijimos la pasada semana en este mismo espacio, la situación de la capital requiere de un seguimiento estricto y esmerado, mucho más ahora cuando el resto del país ya inició la primera etapa de la recuperación y solo en La Habana continúa la aparición de nuevos casos de contagio con el virus SARS-Cov-2.
Porque lo que sucede en esta ciudad, afirmábamos, y mucho más en la actual circunstancia, no solamente le incumbe a esta provincia, sino también a todas las restantes.
En esta recta final del enfrentamiento al nuevo coronavirus corresponderá a La Habana determinar que podamos pasar a la generalización del proceso recuperativo.
Los resultados son alentadores en lo que va de esta semana, pero no es admisible ningún descuido.
Tampoco cesarán los riesgos y la necesidad de precauciones cuando llegue el momento en que no la capital ya no reporte nuevos casos o estos se reduzcan a la mínima expresión.
Por mucho tiempo todavía en todo el país será preciso mantener medidas básicas de distanciamiento social y previsiones contra cualquier posibilidad de un rebrote.
Y ya sabemos que esa nueva normalidad de que tanto se habla no será más sencilla para nadie, pero sobre todo resultará particularmente difícil en una ciudad como esta, con tanta población residente y flotante, así como dificultades sin resolver en varios de sus principales servicios.
La Habana necesitará entonces del concurso de toda nuestra ciudadanía. Quienes vivimos aquí tendremos la mayor responsabilidad con la consolidación de tales avances, pero habrá que pensar aún más como país, en función de proteger los resultados que vaya alcanzando la capital cubana.
Habrá que unir todos los esfuerzos, económicos y sociales de la nación, igual que ocurrió para los festejos del medio milenio de su principal urbe, pero ahora en función de derrotar a la Covid-19 de la manera más definitiva posible.
En este capítulo que quisiéramos fuera el último de esta veleidosa enfermedad, Cuba depende de La Habana, y La Habana depende de todos nosotros.