La muerte de Vicentico Valdés (Vicente Valdés Valdés), ocurrida en Nueva York, el 26 de junio de 1995, fue un duro golpe para los amantes del bolero. Sirvan estas líneas para evocar al gran cantante cubano nacido el 19 de diciembre de 1919 en la populosa y variopinta zona capitalina de Cayo Hueso, en Centro Habana, a un cuarto de siglo de su partida hacia la eternidad, tras haberle dejado un portentoso legado a la cancionista nacional.
Admirado por muchos de los que ya no están e inolvidable entre los que peinan canas, los emocionantes temas de Vicentico hicieron época, sobre todo en la comunión de las parejas de enamorados que disfrutaron de números como Los aretes de la luna, de José Dolores Quiñones; Plazos traicioneros, de Luis Marquetti; y Añorado encuentro, de Piloto y Vera, entre muchos otros que de alguna manera también armonizaban con la vida en los barrios donde algunos bares disponían de las inolvidables victrolas en las que los románticos reproducían, una y otra vez, los números del célebre vocalista.
Desde mediados de los años 40 y hasta la década de los 80 del pasado siglo varias generaciones de iberoamericanos, y en particular de cubanos, se estremecieron de nostalgia e invocaron al amor con sus boleros.
Los primeros pasos
Vicentico Valdés se formó y convivió en un ambiente familiar compuesto por reconocidos músicos, como sus hermanos Marcelino y Oscar, percusionistas, y el asimismo prestigioso cantante Alfredito Valdés —prácticamente olvidado—, circunstancia que, evidentemente, medió en el enriquecimiento de su vocación como intérprete, interés que materializó en algunas de las más distinguidas agrupaciones de la música cubana en la década de los años 40, como el Septeto Nacional Ignacio Piñeiro —allí actuó junto con su hermano Alfredo— y la Charanga de Cheo Belén Puig, con las que hizo sones, guarachas y danzones. Igualmente, con la jazz band Cosmopolita, dirigida por el gran maestro Antonio María Romeu incursionó en ese género de moda en aquellos años.
Acompañado por la reconocida orquesta Sonora Matancera realizó sus primeras grabaciones, como guarachas y guaguancós, entre estas Yo no soy guapo , de Reineiro Martínez, y el bolero mambo Decídete mi amor. Pero fue su singular vocalización de Los aretes de la luna, la que lo ubicó en la preferencia popular.
De México a Estados Unidos
En el año 1944, ya ovacionado como cantante, Vicentico viajó a la ciudad de México, donde fue invitado a presentarse en los conciertos de diferentes orquestas de ese país, en tanto con la firma disquera Peerless produce discos con muchísimas piezas, la mayoría de ellas música movida, como guarachas y sones. En este tiempo aún no era conocido como bolerista, género que de vez en cuando, como el mambo, los incorporaba a sus recitales.
En el país azteca permaneció hasta que dos años después se radica en la ciudad norteamericana de New York, en la que contribuyó al fomento de la disquera Seeco, de la que fue productor y con la que grabó varios discos como Así canta el corazón, Mi diario musical (con la Sonora Matancera), Vicentico Valdés, Listening and dancing, El gran Vicentico, Vicentico Valdés con la Sonora Matancera, Más éxitos, Algo de ti, Canciones premiadas, El estilo de Vicentico Valdés, Una vez más, Suave, Vicentico Valdés con trompetas y violines, Mr. Éxitos, Vicentico Valdés en Sur América y Solo lo mejor.
Con Tito Puente
Hacia Nueva York por esos años había emigrado una considerable cantidad de puertorriqueños que conocían y admiraban la música cubana. Muchos de ellos devinieron grandes cantantes en orquestas y grupos musicales que compartían espacios y sueños junto con otros procedentes de la Mayor de las Antillas, como Chico OFarrill, Mario Bauzá, Panchito Reset, Orlando Vallejo, Antonio Machín y el Conjunto Caney.
En Nueva York, Vicentico fue prontamente acogido por las famosas orquestas de Noro Morales —con la que hizo, entre otros fonogramas sencillos, Guararé, de Ricardo Fábregas, y Qué problema, de Rudy Castel— y Tito Puente —ambas de Puerto Rico— este último ovacionado por el público por su fenomenal ejecución de las pailas.
Decenas de discos realizó este inolvidable músico cubano con la orquesta de Tito Puente entre los años 1949 y 1953. Mambos, boleros-mambo y otros géneros fueron llevados a las placas de acetato de 78 revoluciones por minuto por reconocidas disqueras como la Tico y la RCA Victor. También con esa agrupación promovió popularísimos temas como Nueva vida, de Giraldo Piloto y Alberto Vera, Guaguancó en Tropicana, de M. A. Espinoza, Soy feliz, La gloria eres tú, y Tú mi amor divino, estos últimos de José Antonio Méndez.
Entre las producciones musicales realizadas con Noro Morales y Tito Puente —con el que más trabajó—, el ovacionado cantante cubano también hizo versiones de clásicos de otras naciones como La vie en rose, La montaña e Himno al amor, empeño que siempre acometió durante toda su prolífica carrera artística.
Del binomio Valdés-Puente surgieron populares piezas recogidos en discos como Abaniquito, Babaratiri, Mambo con Puente, Baile mi mambo, Tatalibaba, Mi guaguancó, Lo dicen todas, Yambú pa’ gozar, A burujón Puñao, Cuban mambo, Mambolero, El nuevo mambo, No lo hago más, El rey del timbal, Mambo blues y Cuero namá, etapa en la que el mambo triunfaba en varias latitudes —enfáticamente en México—, propulsado por otro grandioso cubano, el matancero Dámaso Pérez Prado.
“Nadie tenía su sonido, su inspiración…”: Tito Puente
En 1954 creó su propia banda en la cosmopolita y multinacional ciudad de Estados Unidos. Estaba conformada por cuatro trompetas, saxo tenor, saxo barítono, saxo alto, bajo, trombón, piano, congas, timbales y bongó. El coro lo integraban Chivirico Dávila y Felo Brito. Los arreglos estaban a cargo de René Hernández, Joe Caín y Javier Vásquez. De tal forma el ya conocido bolerista continuó una carrera de éxitos de la que dejó para la posteridad medio centenar de discos igualmente difundidos en Cuba a través de un programa diario de la emisora COCO, preferido por los radioyentes.
Pasado un tiempo de la decisión de Valdés de abandonar su orquesta para dedicarse por completo a su grupo Tito Puente dijo: “Vicentico fue el mejor cantante que tuve. Nadie tenía su sonido, su inspiración. Realmente lo extrañé. Cuando se fue de mi orquesta, estuve un par de años sin cantante (utilicé a Gilberto Monroig en algunas grabaciones). Por un tiempo sólo grabé instrumentales…”.
¿Qué lo identificaba con los más diversos públicos?
El acreditado escritor, investigador, ensayista y colega Pedro de la Hoz, en un documentado artículo titulado Vicentico Valdés no puede quedar atrás, publicado en el periódico Granma el 27 de diciembre de 2018 apuntó: “En los predios del son dejó huellas. Por ahí empezó desde jovencito, animado por su hermano mayor Alfredo, a quien todavía debemos el reconocimiento que se merece por su labor fundacional en las formaciones que implantaron la norma tradicional del género. Dicho sea y no de paso, otros dos hermanos suyos figuran por derecho propio en la historia de la música cubana, Marcelino y Oscar, percusionistas, el último padre de quien fundó con Chucho la legendaria banda Irakere y actual líder de Diákara. Del linaje sonero de Vicentico el programa radial mostró el tremendo sabor que le puso a Brucamaniguá, cuando en México integró la línea frontal del conjunto de Humberto Cané”,
¿Qué identificaba a este cantante con los más diversos públicos de Iberoamérica? Pienso que, ante todo, la tesitura y afinación de su prodigiosa voz nasal, su capacidad interpretativa y su audacia en la dramatización de cada tema que hacía, así como su gracia comunicativa con el auditorio, su temperamento alegre y sentimental, fueron en él singularidades que también le granjearon distinción por parte de la crítica musical y la prensa especializada en numerosos países.
“Puedo defender todo el tiempo lo que creo que es correcto musicalmente”
Por esa época hacían similar carrera otros grandes, como Orlando Vallejo, Ñico Membiela, Orlando Contreras, y el mítico e irrepetible Benny Moré, pero la musicalidad de Vicentico Valdés era única, decididamente inconfundible, sello irrepetible con el que hizo trascender —como lo han hecho otros grandes cantantes— números como Llora, llora, Y con tus palabras, En la imaginación, además de la popular De mis recuerdos, de Juan Formell, amén de infinidad de piezas del pentagrama insular e internacional.
“Soy mucho más afortunado que muchos de los cantantes que empiezan ahora. Puedo defender todo el tiempo lo que creo que es correcto musicalmente. No tengo que hacer concesiones porque la gente me acepta como soy. Pero si fuera a empezar hoy y tuviera que hacer todas las cosas que he venido haciendo hasta ahora, sería mucho más difícil. […] Sabemos que la calidad en general es más baja y de esa forma el estímulo de muchos compositores y cantantes se ha muerto”, dijo el cantante en 1964, a propósito del lanzamiento de su disco El gran Vicentico Valdés.
Durante su exitosa carrera profesional cantó con las mejores orquestas de Cuba y América, huellas de obligada referencia en el estudio de la música cubana y latinoamericana de las que debieran nutrirse las nuevas generaciones. La figura y el legado de Vicentico Valdés pudiera estudiarse y promocionarse mejor.
50 discos y más de 500 canciones
Consolidado como uno de los vocalistas más aplaudidos y admirado de todos los tiempos, con su orquesta en Nueva York, Valdés conformó un amplísimo repertorio bolerístico, aunque no despreció otros géneros oriundos de la tierra que lo vio nacer y de otros países latinoamericanos, como las guarachas, los sones y las guajiras, interés que puede apreciarse en su disco Así canta el corazón, en el que aparecen creaciones como Negro de sociedad (motivo afro), Ya ‘ta el guateque (ritmo orizá), Cumbia que se va de ronda, (cumbia), Yuyumbé (guaracha) y algunos boleros como Tú mi adoración, de José Antonio Méndez.
Luego dio a conocer el álbum Algo de ti, con el bolero homónimo de Juan P. Miranda, y otros de ese mismo corte como Estoy loco, de Javier Vásquez, Conozco tu historia, de Mario de Jesús, y Sálvame, de Atilio Bruni.
Vicentico interpretó más de 500 canciones y particularmente se interesó por las que componían los autores coterráneos y otros de Latinoamérica. Entre los temas que más reverenció se encuentran Añorado encuentro, Envidia y Los aretes de la luna, que también eran requeridos en todas sus presentaciones en los más diversos escenarios del mundo. Igualmente fue acreedor de infinidad de lauros, la mayoría de ellos derivados de las descomunales ventas de sus Long play (Larga duración), muchas de ellas ganadoras de Discos de Oro, como los álbumes Lo mejor de Vicentico Valdés, Clásicos de Vicentico Valdés con la Orquesta de Bobby Valentín y Canciones premiadas de Vicentico Valdés.
Uno de los primeros grandes boleristas en acercarse al feeling
Dentro de la corriente del feeling, impulsada hacia finales de los años 40 en Cuba, también dejó su impronta al interpretar obras de reconocidos autores, como Giraldo Piloto y Alberto Vera, Marta Valdés, René Touzet, Armando Peñalver, Luis Yáñez, Jorge Zamora, José Antonio Méndez, Ángel Díaz y otros. Entre esos números seleccionados por él para su catálogo personal se encuentra Añorado encuentro, de Piloto y Vera, ganador de un Disco de Oro en el año 1958, premio del que hizo fabricar una pequeña réplica que a partir de entonces exhibió colgada en su cuello.
Algunos especialistas y críticos coinciden al afirmar que nunca más nadie vocalizó como él este tema por el que profesaba especial orgullo y complacencia, devoción que posteriormente —según declaró en diversas entrevistas— compartió con otras dos llevadas a la fama por él: Envidia y Los aretes de la luna.
El destacado compositor y fundador del feeling, Ángel Díaz, expresó con total justeza: “…Vicentico fue uno de los primeros grandes boleristas en acercarse al feeling y a sus compositores. No sé si estudió canto pero cantaba como un ángel, con las aes abiertas (mi felicidaaá —decía— y la fidelidaaá). No empleaba la A ovalada o redondeada, como ensañan los profesores de canto lírico. Es, de algún modo, lo que hoy hace Luis Miguel, quien ha tomado no poco de esas figuras de la canción y el bolero”.
Añorado Encuentro
Con el fin de evocar en este día al célebre cantante que se mantuvo en activo sobre los escenarios hasta dos años antes de fallecer, concluyo este texto con la letra de una de sus más queridas piezas, igualmente alabada por quienes hicieron de esta figura un paradigma musical del amor.
Añorado Encuentro
Aunque lejos estemos tú y yo,
siempre unido estará nuestro amor
añorando tan solo el momento
de estrecharnos con loca y tenaz pasión.
Ni siquiera logré imaginar
me quisieras lo mismo que yo,
aunque siempre en mi pecho callara
la inquietud que al tus ojos mirar me ahogaba.
Hoy rompo las cadenas del silencio,
logro decirte que te quiero,
que tú eres todo lo que anhelo.
Volveremos a vernos tú y yo,
trataremos del tiempo borrar,
no tendremos en cuenta razones
que no sean las de nuestros corazones.