Llegó temprano y no se ubicó en ninguna de las líneas de arrancada. Parqueó el carro en una pendiente por si el motor de arranque fallaba y subió despacio los dos pisos, unos 40 escalones, hasta el vestíbulo del periódico Trabajadores. Solo recordaba en cada ascenso lo cercano que está de los 70 años y el honor de visitar uno de los pocos centros donde nunca había estado.
Por supuesto, el honor era nuestro. No siempre se tiene el placer de conversar, repasar anécdotas e invitar a premiar a un doble campeón olímpico, al único ser humano que ha podido ganar 400 y 800 metros en la historia del atletismo de los Juegos Olímpicos, con otra plusmarca adicional: corrió todos los días del programa atlético.
Alberto Juantorena no necesita protocolos ni presentación. Ahora camina tan despacio que uno extraña las zancadas de más de 2,50 metros que lo llevaron a la inmortalidad y al calificativo “El Caballo”. Saluda, estira las piernas, escucha, se ríe y estampa su firma en el premio prometido para el Concurso: Deportes entuMovil.
Las zapatillas que en unos minutos entregará Eurides Ferrand Calderín son negras, pero en sus suelas llevará desde este 23 de junio un nombre que muchos quisiéramos conservar aunque sea en un pedazo de papel. Trae una gorra, también azul, y la suma al regalo con una dedicatoria especial hacia el ganador.
Son pasadas ya las 10:25 de la mañana. Eurides llega tras unos minutos de extravío porque las direcciones cuando no se dan claras son lugares desconocidos. Valgan los teléfonos móviles que sirven hasta de localizadores andantes. Un timbre anuncia que desde las oficinas podemos salir a compartir este privilegio. Juantorena no se quitado el nasobuco blanco en su uniforme de azul completo (púlover y pitusa), mientras el ganador viste de blanco con mascarilla azul.
Se activan las fotos. El olímpico entrega el reconocimiento y sin mediar micrófonos toma la palabra y nos recuerda lo que Fidel dijo sobre el periódico Trabajadores hace unos cuantos años… “que recibía más información por esta vía que por los informes oficiales”. Cumple una máxima de tiempo. Hablar en menos de un minuto y 43 segundos (el tiempo que en 1976 fue récord olímpico”.
Eurides, abogado de profesión, solo atinó a recordar que hace 44 años él estaba sentado frente al televisor y nunca imaginó que hoy pudiera estar recibiendo un regalo como este de uno de sus ídolos deportivos. Alguien les pide que se quiten los nasobucos por unos segundo para una foto del recuerdo.
De momento alguien recuerda que esas zapatillas fueron firmadas al compás de la narración de Héctor Rodríguez, que nos hizo a todos acompañar el remate en Montreal 1976 con el corazón. Y otra vez se aplaude este momento, la dicha de tener entre nosotros a un cubano que nos identifica en el mundo por una historia que jamás pasará al olvido.