Lyman B. Kirkpatrick, Jr. era inspector general de la CIA y visitó Cuba en 1956, 1957 y 1958, según él mismo describe en su libro The Real CIA, como parte de sus funciones en esa agencia. En esta narración muestra los objetivos de esas visitas, así como su percepción de la situación cubana.
A esto habría que añadir la entrevista que sostuvo en agosto de 1958 con Luis Buch, representante del Movimiento Revolucionario 26 de Julio en Venezuela; pero esta vez enmascarado como miembro del Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, sin mostrar su lugar en la CIA, asunto que informó Buch a Fidel Castro en aquel momento.
Esta actuación muestra una de las maneras en que la potencia vecina, a través de su Agencia Central de Inteligencia, siguió la situación cubana y la actitud que proyectó.
Según narra Kirkpatrick, cuando vino en 1956 había interés en saber qué había ejecutado el dictador de Cuba, Fulgencio Batista, acerca de lo expresado al secretario de Estado, John Foster Dulles, de que iba a organizar una agencia efectiva de lucha contra el comunismo y sobre lo cual había hecho muy poco, en opinión de los jerarcas norteños, pues existía solo en papel y el dinero destinado a ello no parecía haber tenido ese destino. Esta agencia era el BRAC (Buró para la represión de actividades comunistas).
Según narra el inspector el describir la primera visita, el embajador norteño de entonces, Arthur Gardner, había prohibido todo contacto con personas de la oposición a Batista por las buenas relaciones que existían con ese gobierno, así como el apoyo que se le daba y que no podía afectarse, aunque esto no tenía el mismo sentido para las instancias de inteligencia; pero todo el personal de la embajada se subordinaba a Gardner y tenía que aceptar esa disposición.
La prohibición de contactos la centraba mucho en los “simpatizantes de Castro”. Kirkpatrick se presentó al embajador, le pidió su colaboración y le habló de la necesidad de hacer esos contactos por el personal de la Agencia para buscar información. El embajador no se sintió feliz con eso, pero fue receptivo y, lo más importante, arregló una entrevista con Batista.
Según la narración, cuando llegaron al Palacio Presidencial, Batista estaba reunido con el llamado “Zar del azúcar”, Julio Lobo, y a continuación se reunió con ellos, hablando un excelente inglés. Kirkpatrck entregó una carta del secretario de Estado que trataba sobre el tema del BRAC, la que Batista recibió con agrado y manifestó que el gobierno cubano daba la bienvenida a todo lo que Estados Unidos pudiera hacer para acabar con el comunismo.
A la propuesta de asistencia estadounidense para entrenar y guiar al BRAC, el ex sargento respondió afirmativamente y designó al ministro de Gobernación, Santiago Rey, para trabajar con el inspector estadounidense. El trabajo en los días siguientes fue para mejorar el BRAC y que se concentrara en el anticomunismo y no abarcara a toda la oposición a Batista. Esta es la descripción de la primera visita, en la cual presenta un solo punto central: el BRAC
En abril de 1957 Kirkpatrick volvería a La Habana y encontraría progresos en el BRAC, según su apreciación, pero había insatisfacciones, en buena medida por la situación general y la prioridad que tenía entonces la lucha en la zona oriental. Sin duda, el contexto era mucho más complejo, cuando el Ejército Rebelde se consolidaba en la Sierra Maestra y las acciones en las zonas urbanas crecían de manera considerable.
Entonces, para el inspector CIA, Batista aparecía desesperado por la necesidad de lograr -y mostrar̶- toda la ayuda de los Estados Unidos y, como parte de ello, dispuso la toma de fotos de la nueva reunión que aparecieron en los periódicos de La Habana con la descripción de los personajes. Sin duda, Batista aprovechó la circunstancia para consolidar su imagen en el vínculo con el poderoso vecino.
El último viaje fue en septiembre de 1958. Kirkpatrick plantea como su objetivo el fortalecimiento del BRAC y hacer más efectivo su trabajo contra el comunismo y también que le interesaba ver lo que se podía hacer con los buques de carga y azucareros soviéticos que visitaban puertos cubanos.
En su descripción no se refiere a este último aspecto una vez que estaba en Cuba, mientras enfatiza que observó el deterioro de Batista y el crecimiento de la lucha de la oposición, especialmente alrededor del Movimiento 26 de Julio de Fidel Castro, lo que veía como “un ciclo vicioso y mortal”. Según explica, conocía de los asesinatos y torturas, atrocidades que habían costado a Batista perder lo que le quedaba de apoyo en el pueblo cubano, lo cual muestra su percepción de la situación cubana de entonces.
Kirkpatrick dice que se sabía que había algunos comunistas en la Sierra Maestra y menciona a Vilma Espín y al Che Guevara como tales, también expresa que se sabía que Fidel Castro había estado en el Bogotazo en Colombia en 1948; pero señala que era difícil determinar cuántos de los guerrilleros o dentro del 26 de Julio eran comunistas, así como si Fidel Castro podía ser reconocido como tal.
En aquella circunstancia, para el inspector de la CIA solo el ejército separaba a Batista del desastre y, cuando averiguó sobre su estado combativo, se le dijo que era muy pobre, mientras los rebeldes se fortalecían. Cuando quiso saber sobre el BRAC, encontró que todo se concentraba casi exclusivamente en la “organización de Castro” y en el uso de la violencia en los interrogatorios.
Kirkpatrick tuvo diferencias con el entonces embajador, Earl E. T. Smith, por los contactos de la CIA con el 26 de Julio y por lo lejos que estaban de tener el estimado real acerca de la fortaleza de los comunistas en Cuba, asunto que el diplomático enarbolaba habitualmente en sus comunicaciones y que le servía para procurar mayor respaldo norteño a Batista.
Señala también que Smith se mostró disgustado con el Departamento de Estado pues entendía su función como embajador acreditado ante el gobierno cubano en el sentido de darle total apoyo y asistencia y que la CIA tenía gran influencia en la política cuando informaba sobre el fortalecimiento del 26 de Julio.
El inspector le aclaró que sus contactos estaban en función de buscar información en todas partes, también el propósito de fortalecer el BRAC, para lo que se había entregado equipamiento y había una cercana relación. Afirma que, al partir de La Habana, tenía la convicción de que los días de Batista estaban contados.
Esta es la versión del inspector general de la CIA de sus tres visitas a Cuba que, por cierto, no están reflejadas en ninguno de los documentos desclasificados y publicados en los Foreign Relations of the United States de esos años.
Al margen de errores históricos que introduce acerca del contexto en que se ubican las visitas o de la manipulación de la información, así como de la omisión que hace de otros contactos que realizó en Cuba en 1958 y que se describen en otras fuentes, es importante conocer que un personaje de tan alta nomenclatura en la Agencia Central de Inteligencia fue enviado a cerciorarse en el terreno de la situación cubana y, de modo especial, a fortalecer la cruzada anticomunista, que era el argumento más utilizado en el contexto de la Guerra Fría para reprimir a los movimientos revolucionarios.
Resulta significativo constatar el seguimiento a la situación cubana, lo cual muestra la importancia que se le otorgaba ya en los finales de la década del cincuenta, cuando la lucha revolucionaria constituía un peligro para el dominio de los grupos de poder en Cuba y, por tanto, del propio imperialismo estadounidense.