Por: Duanys Hernández Torres
Esta historia comenzó hace muchos años cuando una enfermera de Manzanillo se enamoró de un médico peruano que vino a estudiar a Cuba, y más tarde se especializó en ortopedia y traumatología.
De ese amor entre Yanelis y Héctor Darío nació Cecilia Alejandra Montoya Sabater hace trece años. Los padres ya no están juntos, pero quedó el fruto de la única hija de ambos.
La niña alcanzó la residencia peruana, y comenzó a viajar al país sudamericano desde los cuatro años. Pasaba los meses de vacaciones junto a su padre, la abuela paterna y sus tíos.
Así sucedió cada año hasta que en septiembre de 2019, cuando regresó a Cuba le dijo a su mamá que quería estudiar actuación en Perú, que esa era su gran vocación. De Cuba a Perú. El inicio de una nueva etapa.Comenzó sus estudios de secundaria básica y un taller de actuación. Pero una pandemia todo lo trastoca…
Historia de primera mano
Miércoles 3 de junio de 2020: Residencia estudiantil de la Universidad de La Habana ubicada en la zona 6 de Alamar, y convertida en centro de aislamiento, que recibe los viajeros que arriban de otros países, quienes tienen que pasar la obligada cuarentena de catorce días.
Una mujer en un puro nervio llora y cuenta los avatares que ha sufrido en los últimos meses. El periodista se acerca y conoce la historia de primera mano. La madre con los ojos aguados cuenta sobre el idilio de su hija.
Dos intentos de suicidios
Perú comenzó la cuarentena por la COVID-19 el pasado 5 de marzo con toques de queda incluidos. Cecilia Alejandra no puede pararse en el balcón. Se estresa al punto de llegar a una depresión moderada con dos intentos suicidas en apenas un mes.
La madre desesperada le pide a Héctor Darío que se presente en la embajada cubana clamando por un vuelo humanitario. Pero las condiciones de cuarentena y su profesión se lo impiden.
Yanelis no podía más. Encontró un grupo en Facebook llamado Cubanos en el Perú. Escribió dos veces clamando ayuda, y una señora le informó que en esos días salía el segundo vuelo humanitario de Perú a La Habana. También le dijo que una amiga suya, que se llama Atmara y es natural de Matanzas, estaba anotada en ese vuelo.
Yanelis contactó a Atmara. La yumurina le dio los contactos de la cónsul cubana en Perú. Malas noticias. La niña no podría viajar en ese vuelo porque tenía documentos peruanos. Emigración lo decidiría por lo que había que realizar la gestión en esa otra oficina.
En ese lugar le informaron a Yanelis que la niña podía viajar porque solo llevaba seis meses residiendo en Perú, y no había perdido sus derechos como ciudadana cubana. Después de ingentes esfuerzos la niña fue incluida en el vuelo del 3 de junio a las tres de la madrugada.
La Revolución es muy grande
Yanelis vive en Manzanillo. Vio un número de teléfono en la pantalla cuando hablaba el doctor Francisco Durán, y desesperada llamó contando su historia.
¿Cómo podría recibir a su hija? ¿Estaría junto a ella para pasar los 14 días obligatorios después de su llegada? ¿Cuándo se produciría ese abrazo maternal que tanto anhelaba?
Todo se resolvió en un santiamén. Estaría con su hija en el centro de aislamiento de la zona 6 de Alamar. Pero surgía otro problema: ¿Cómo se trasladaba de Manzanillo a La Habana? Corre para el gobierno provincial de la ciudad del Golfo de Guacanayabo. “La Revolución es muy grande”, repite Yanelis con los ojos aguados.
“Kiki, el gobernador, sin conocerme tuvo un noble gesto. Dijo que eso no tenía problemas, y me montó en la primera guagua que salió para La Habana. Otros pueden decir que han sido maltratados y los han peloteado. Yo no. Conmigo las atenciones desde el primer momento han sido las mejores. La Revolución es muy grande”, reitera llorando.
Yanelis espera pacientemente la llegada de su hija.
Otra madre extiende su mano
La psiquiatra había recomendado que la menor no podía viajar sola en su estado. El padre no puede acompañarla porque es peruano. El viaje es solo para pasajeros cubanos. ¿Y ahora qué harían?
La familia se desespera. Yanelis habla con Atmara por las redes. La matancera, ese ángel caído del cielo, le dijo que se haría cargo de la niña hasta que llegaran a Cuba. Que ella era madre y entendía del sufrimiento. ¿Cuántas Atmaras cubanas existen cuando la solidaridad llama? La cónsul recibió los datos de la matancera, y finalmente la niña podía viajar a Cuba.
Yanelis y su hija
Yanelis está desesperada. El vuelo debió salir a las tres de la madrugada, pero por problemas de tiempo se atrasó. Sobre las 5 a.m. un avión de la Fuerza Aérea Peruana despegó con 58 cubanos en el segundo vuelo humanitario. Entre ellos Cecilia Alejandra Montoya Sabater, ansiosa por sentir el abrazo de su madre.
Regresa nuestro carro. Terminamos la cobertura, pero no paro de escuchar a Yanelis. Repite el eterno agradecimiento para con Atmara y la Revolución. Recuerda el año 1991 cuando cerca de allí se tiró una foto con Fidel, con motivo del Primero Congreso Nacional de la OPJM en Tarará.
“Regresaremos”. Le prometo a Yanelis que volveré con la cámara a contar su historia. No es posible. A los dos días me entero que las enviaron a Bayamo a pasar la cuarentena obligatoria. Pero la novela de sus vidas no se me quita de la cabeza. Busco alternativas. Le escribo por WhatsApp.
Yanelis me envía varias fotos junto a su hija. Cecilia Alejandra ríe. No parece la niña deprimida que atentó dos veces contra su vida.
“La Revolución es muy grande”, me escribe Yanelis. Cecilia Alejandra finalmente pudo estar, otra vez, junto a su madre. El abrazo de Yanelis resultó la mejor medicina.
Cuba, Perú, la pandemia, Yanelis y su hija. No puedo arrancarme esta historia de la cabeza. Necesito escribirla para exorcizar mis demonios. Escribo mientras Cecilia Alejandra duerme según me cuenta su madre. Imagino que sueñe con la solidaridad y sus dos patrias.