La semana que dijo adiós devino el más ilustrativo de los escenarios para demostrar que los portuarios de Santiago de Cuba son de armas tomar: en siete días operaron más de ocho barcos.
Buen récord vísperas del 14 de junio, marcado en el almanaque como el Día del Trabajador Portuario.
“Un quehacer de ese tipo no tiene precedentes aquí”, comenta José Antonio Olivares Díaz, director de la Empresa de Servicios Portuarios del Oriente (SERPO).
“Se descargaron buques con alimentos importados, tres barcos de saquería, uno de contenedores, otro de carga general, además de enviar mercancía en cabotaje para las provincias Holguín y Guantánamo”.
Escribirlo y leerlo resulta fácil, concretarlo no. Basta con escuchar los argumentos de Yoel Berroa, curtido en los menesteres de estibador por más de 20 años.
“No es solo el esfuerzo físico que implica, es también el intenso sol, el calor de esta tierra caliente, y el nasobuco puesto para no violar lo establecido y no enfermos.”
Atracar en puerto seguro
Sin dudas las exigencias para que se cumplan las normas sanitarias le han subido el listón a los portuarios.
No obstante asumen la respiración entrecortada como un “sacrificio” necesario que ha demostrado su valía, combinada con el resto de las medidas: baños podálicos, lavado de manos, distanciamiento físico, chequeo y seguimiento médico a las tripulaciones que arriban a la rada santiaguera.
Gracias a ello los 850 trabajadores la Empresa han visto pasar la pandemia y han salido ilesos.
Cero COVID-19 en las instalaciones de Santiago de Cuba, Guantánamo (Baracoa y Boquerón) y Granma (Manzanillo y Niquero), aun cuando han llegado a puertos de SERPO embarcaciones provenientes de países con altos índices del nuevo coronavirus: Panamá, República Dominicana, Jamaica, Estados Unidos…
“Las exigencias, el rigor en el cumplimiento de lo establecido ha dado frutos”, dice con regocijo el joven secretario general del buró sindical del “Guillermón Moncada”.
“A eso súmele que el colectivo responde ante cualquier tarea, que somos destacados en las donaciones de sangre, que casi completamos el Aporte a la Patria, estamos al día en la cuota sindical, y en el orden productivo, atemperados a las nuevas condiciones que vive el país, no tenemos incumplimientos”.
Según precisaba a Trabajadores Mario Sierra Osorio, director adjunto de SERPO, el plan anual sufrió reajustes, con significativas reducciones en las partidas de carga operada, ventas totales, y utilidad ante impuesto.
“La situación económica de la nación, con un bloqueo recrudecido, nos lleva a decrecimientos significativos de las actividades, no obstante, en medio de limitaciones, hasta el cierre de mayo, todos los indicadores del plan anual están cumplidos”.
Así son
No hay menos que esperar de los portuarios santiagueros, colectivo en el que hombres y mujeres se retan para alcanzar resultados superiores y en ese empeño la emulación interna saca a flote las mejores experiencias con la sección sindical de estibadores en la avanzada.
“¿Y cómo no iba a ser así?”, interroga convencido de la respuesta Elvis Duvergel Vázquez, uno de los que destaca en las donaciones de sangre.
“Hay muy buen ambiente de trabajo, la atención alimentaria para los que estamos en la primera línea se garantiza, aunque con algo de restricciones por la situación actual, tenemos los medios de protección, esperamos en breve el pago del mes 13… así que pa´lante”.
Igual dicen ellas, las portuarias, no menos laboriosas que sus compañeros, complementando los aportes del puerto.
Bien lo saben Lilian Bonne Pardo y Elsy Cachón Benavides, con 14 y 30 años de desempeños en la rada santiaguera como controladoras de carga en tránsito, y el resto de las mujeres de SERPO.
Igual lo saben aquellos que desde la nueva terminal multipropósito, orgullo de los “Guillermones”, agilizan la descarga de contenedores a sabiendas de que cada uno de ellos trae valioso contenido: leche, sémola, piezas para la nueva fábrica de cemento que se construye en Santiago de Cuba.
Mercancías que urge transportar y llevar a la economía interna en un proceso que tiene sus raíces justo en el puerto, escenario vital donde lo cotidiano le parece extraordinario a quien no está acostumbrado al trabajo duro, a dar el extra sin medir horarios y días.
Allí donde sudor y salitre se hacen uno en la piel de quienes saben la valía de su labor y la cumplen sin aspavientos, sin fanfarrias, sin acaparar titulares, silenciosa y naturalmente a pesar de los rigores del oficio, a la usanza martiana: “sin llamar al mundo para que lo vea a uno pasar”. He ahí la grandeza de los portuarios.