Nos gusta considerarnos un pueblo revolucionario, nos agrada, diríamos, incluso, que satisface nuestro orgullo nacional. ¡Ah!, pero mientras no seamos un pueblo realmente ahorrativo, que sepamos emplear con sabiduría y con responsabilidad cada recurso, no nos podremos llamar un pueblo enteramente revolucionario!”. Son palabras de Fidel que convocan a la reflexión.
El Secretario General de la CTC ha reiterado en varios escenarios sindicales que el ahorro es la principal fuente de ingresos que tiene la economía, pero no basta con saberlo, hay que actuar en cada lugar para que esta afirmación se haga realidad.
Del mismo modo que en el seno familiar no se puede gastar más de lo que se tiene, cada cual en su entorno laboral debe convertirse en un “cultivador” permanente del uso más eficiente de los medios a su alcance, porque el derroche, en este caso, afecta al país.
Vale recordar dos hechos aleccionadores protagonizados por el Che en sus visitas a los centros de trabajo.
Uno de estos ocurrió en una fábrica de calzado de Santa Clara, donde observó, en los latones de desecho, desperdicios de piel y de suelas. Se dirigió a la máquina que troquelaba las suelas y demostró a sus acompañantes que al ajustar el equipo se lograban menos sobrantes y más calidad en los terminados.
Otro momento se produjo en un taller de Artes Gráficas, donde el entonces Ministro de Industrias observó con detenimiento el quehacer de un obrero que empalmaba pliegos y se percató de que realizaba algunos movimientos innecesarios; entonces pidió hacerlo personalmente y logró mayor productividad.
No se trata de que el visitante tuviera más capacidad para realizar las tareas que aquellos trabajadores hacían habitualmente, sino dependía, en gran medida de la actitud ante la producción, que no podía convertirse, como valoró el Che, en una parte de la vida del individuo desligada de él, con la cual solamente entraba en contacto cuando iba a recibir un salario: “Debe ser la obsesión de todos nosotros en estos momentos, aumentar la producción, aumentar la productividad, luchar por el ahorro, por los costos, hacer innovaciones tecnológicas de todo tipo. Esa debe ser la meta fundamental de todos nosotros; y por eso hay que dedicarse con los cinco sentidos a la tarea que se está haciendo”.
Junto a la elevación de la conciencia, él mismo abogó por el cumplimiento del plan y la normación del trabajo, que hoy urge rescatar.
Cuando en el mes de abril se produjo un incremento del consumo de electricidad, fundamentalmente en el sector residencial, por la mayor permanencia de la población en sus hogares, lo cual ha sido consecuencia de las medidas de distanciamiento social orientadas ante la aparición de la COVID-19, se hizo un llamado al ahorro. La respuesta popular permitió que en mayo, según la Oficina Nacional para el Uso Racional de Energía, se dejara de utilizar el equivalente a un millón 382 mil litros de diésel, cantidad de combustible capaz de generar electricidad para 23 mil viviendas durante un mes.
En septiembre pasado las maniobras de Estados Unidos para privarnos de combustible provocaron una respuesta favorable de los centros de trabajo, que permitió sortear las dificultades. Los colectivos mayores consumidores desplazaron sus horarios fuera del pico eléctrico e igualmente se hizo con las operaciones de puestos clave como calderas, cámaras frías, lavanderías y frigoríficos. Se apeló, además, a varias soluciones, por ejemplo, el uso de la tracción animal no solo en labores agrícolas, sino sociales y productivas: la recogida de desechos sólidos, el tiro de agua y de mercancías, el acarreo de leche y otras, entre muchas alternativas.
Más de una vez se ha llamado a rescatar prácticas del período especial que fueron efectivas en su momento y a veces se abandonan cuando las condiciones son más favorables, como la elaboración de pienso criollo, en sustitución del importado, que debe convertirse ya en una práctica de la alimentación animal.
El reciclaje de los desechos de las producciones es otra importante fuente de recursos al alcance de los centros. La recuperación de materias primas por esta vía ha representado cifras millonarias en sustitución de importaciones y hasta en exportaciones. El movimiento sindical ha promovido una campaña en favor del reciclaje, y la de recuperación de chatarra ferrosa ha permitido, por ejemplo, la producción de palanquillas y barras corrugadas destinadas a diversas inversiones que se realizan en el país y a la vivienda.
El ahorro es, por tanto, un “cultivo” requerido de atenciones todos los días del año, más aun en esta etapa de ajuste del plan de la economía, que nos obliga a ser más sabios y responsables en el empleo de los recursos, como reclamó el Comandante en Jefe. Es una tarea colectiva de las administraciones y del principal “cultivador”, que es el trabajador, con el acompañamiento del sindicato.