¿Cruzarse de brazos y esperar por fórmulas constitucionales propuestas por los partidos políticos tradicionales? ¿Llevar adelante una revolución social que salvara al país?: ¿Cómo levantar y organizar a las masas para lograr ese propósito por el cual lucharon varias generaciones de cubanos?.
Eran algunas de las interrogantes que imperaban en Cuba a raíz del golpe militar reaccionario del 10 de marzo de 1952 cuando entronizó en el poder la dictadura de Fulgencio Batista.
Nada promisorio se avecinaba entonces. Había que convertir lo imposible en posible, lo cual significaba emprender una revolución contra el ejército y toda la maquinaria que aupó al régimen de facto.
Fue la Generación del Centenario Martiano, la que encabezada por el joven abogado Fidel Castro Ruz, protagonizó el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y Carlos Manuel de Céspedes, en la ciudad de Bayamo, el 26 de julio de 1953.
Ambas acciones -aun cuando no lograron el éxito desde el punto de vista militar- abrieron un período de lucha insurreccional cuyo colofón fue el derrocamiento de la tiranía.
Había surgido entonces un líder indiscutible. Junto a otros compañeros sobrevivientes de aquella gesta, Fidel permaneció encarcelado 22 meses, de los cuales 19 transcurrieron en el otrora Presidio Modelo de Isla de Pinos.
Desde su celda, sobreponiéndose a la adversidad, con la fé en sus principios y en la causa que defendía, continuó el empeño de reorganizar un movimiento insurreccional al sumar a todos los posibles factores dispuestos a proseguir la lucha armada.
Un núcleo de vanguardia
Las ideas emancipadoras fueron retomadas tras la excarcelación de los Moncadistas -como le llamó el pueblo a aquellos jóvenes- el 15 de mayo de 1955, como resultado de una gran movilización cívica por la amnistía de los presos políticos. Apenas cuatro semanas posteriores a esa fecha y a través de una vertiginosa labor clandestina fue fundado el Movimiento Revolucionario 26 de Julio (M-26-7).
El 12 de junio de ese año, en la vivienda número 62 de la calle Factoria, en La Habana, quedó conformada la jefatura de esa organización con Fidel al frente e integrada, por Haydée Santamaría Cuadrado, Melba Hernández Rodríguez del Rey , Antonio (Ñico) López Fernández, Pedro Miret Prieto, José (Pepe) Suárez Blanco, Pedro Celestino Aguilera González , Faustino Pérez Hernández, Armando Hart Dávalos, Luis Bonito Milán. Jesús Montané Oropesa y Juan Manuel Márquez Rodríguez.
El hecho fundacional, además de darle continuidad a los esfuerzos del destacamento de jóvenes que concibió, preparó y realizó los asaltos a los cuarteles antes mencionados. dejaba listo el camino para reactivar la insurrección armada popular.
Y así aconteció. Luego de una breve estancia en Cuba y convencido de la imposibilidad de lograr por vías legales cambios sustanciales en la vida de la nación, Fidel viaja al exilio en México y allí organiza la expedición del yate Granma, objetivo que se materaliza con el desembarco por la costa sur del oriente cubano, el 2 de diciembre de 1956.
A pesar de obstáculos iniciales frente a efectivos militares muy superiores en hombres y armamento, de la incipiente tropa nació el Ejército Rebelde en las montañas de la Sierra Maestra.
La incorporación de nuevos combatientes amplió el radio de acción de las huestes guerrilleras en todo el país. Al mismo tiempo, fuerzas clandestinas del M-26-7 también pusieron en jaque a la dictadura con diversas acciones en pueblos y ciudades.
La convergencia de ambos factores y la activa participación de otros frentes de lucha como el Directorio Revolucionario 13 de Marzo -brazo armado de la Federación Estudiantil Universitaria- y el Partido Socialista Popular, coadyuvaron al derrocamiento de la tiranía y al triunfo de la Revolución Cubana, el primero de enero de 1959.