Él hizo la crónica de un país palpitante, urgido por transformaciones profundas, animado por una sed de justicia y un afán de libertad. Él recreó ese país en un cuerpo poético inspirado y raigal. Fue el hombre ante la inmensidad de la gesta. Muchos sintieron sus versos como propios.
Él habitó una Casa abierta a todos los pueblos de América, un espacio para defender valores tantas veces ignorados, un sueño de dignidad edificado por las letras y las artes de un continente. Él honró con su obra la obra de los más grandes creadores de este lado del mundo. Creía, con Martí, en la universalidad de la Patria.
Roberto Fernández Retamar hubiera cumplido hoy 90 años. Ya no está. Pero está su legado. Estará siempre.
Retamar escribía con una diafanidad, una sencillez, una esencialidad ejemplares. Ni una palabra de más, ni un regodeo estéril, ninguna idea al azar. El discurso lírico y ensayístico de Roberto Fernández Retamar siempre se caracterizó por ir al grano. Pero con un vuelo, una belleza que cautiva, que emociona.
Estamos hablando de un poeta, de uno de los más grandes poetas cubanos. Sus versos, de hecho, han roto las fronteras de lo escrito, son voz de más de una generación.
Escribió: Felices los normales, esos seres extraños, / Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente, / Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida, / Los que no han sido calcinados por un amor devorante…
Noten la claridad de lo que se dice, noten también las fuertes implicaciones. Y noten, por supuesto, la eufonía, la elegancia de la línea.
Retamar no fue poeta de experimentaciones posmodernas ni barroquismos extremos. Por eso llegó y sigue llegando a todos los lectores, incluso a aquellos que no poseen una sensibilidad especial para la literatura.
Es que el poeta hablaba de las cosas de todos los días, otorgándoles un lirismo tranquilo, sin sobresaltos.
Por eso su poesía pudo ser también crónica del devenir de la nación. Hay una estrofa muy popular, que da fe de esa circunstancia: Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela.
Roberto Fernández Retamar era un poeta de fuertes y decididos compromisos. Identificado con un proyecto de país, puso su arte en función de un proyecto cultural.
No se puede obviar su extraordinaria obra ensayística, reconocida en Cuba y en todo el ámbito iberoamericano. Un solo ensayo bastaría para incluirlo entre los clásicos del género en Cuba: Calibán, esa interesante relectura de La tempestad de Shakespeare, a partir de una visión profundamente latinoamericanista, en diálogo rico y cuestionador con el contexto.
El ensayista propone cambiar el punto de vista. ¿Por qué mirar América con los ojos de Europa?
El itinerario de Roberto Fernández Retamar fue inmenso, habría que hablar de su condición de maestro, de profesor de varias promociones de filólogos en la Universidad de La Habana y otras instituciones académicas.
Algunos voceros de la derecha han querido minimizar el aporte de Retamar a la cultura cubana. Dicen que fue, en todo caso, un comisario político. No pueden distinguir entre el ejercicio de una responsabilidad pública (que implica, por supuesto, decisiones polémicas y circunstanciales) y el oficio mucho más íntimo de la literatura.
Pero Retamar no necesita vindicaciones. Su obra habla por él.