Después de enfrentar al nuevo coronavirus por dos semanas como enfermera en el centro de aislamiento de la escuela Lenin, Yahíma Vicet Baró descansaba de la dura tarea, antes de regresar al hogar, en la institución homóloga que funciona en la Facultad Preparatoria de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana, en Cojímar.
“Divino”, resumió al evaluar los cuidados que allí recibía desde el 30 de mayo, donde, todavía lejos de su novio y de su perro en el Reparto Eléctrico, recuperaba fuerzas para regresar, si fuera preciso, al que sería su tercer ciclo de trabajo con pacientes deambulantes, una labor tensa que, según refirió, requiere de mucho amor y paciencia.
Allí mismo, la estomatóloga Yanetsis Toledano Fabay, del policlínico de Guanabacoa, casi concluía sus 14 jornadas de atención al personal en cuarentena, para también ella pasar a igual condición, en ese u otro lugar, y así poder descartar un contagio con SARS-CoV-2 antes de ir a casa con su madre.
Así funciona, como especie de ajedrez epidemiológico, el enroque preventivo donde trabajadores pasan a ser pacientes y viceversa, en un estricto juego ciencia para el control y prevención de la COVID-19, que abarca además otros intercambios de funciones y afectos.
Enroques funcionales
En esta estrategia frente a la epidemia no solo varían las responsabilidades individuales, sino también las institucionales. El centro de aislamiento en Cojímar, por ejemplo, ya pasó por diversas etapas en sus servicios asistenciales.
El doctor Carlos Aragón López, director médico, detalló las sucesivas misiones que han venido cumpliendo desde el 23 de marzo último, cuando comenzaron a recibir viajeros que llegaban al país y debían permanecer en cuarentena.
Después de ese período que abarcó hasta mediados de abril, cuando llegaron a tener hasta más de 300 personas alojadas simultáneamente, transitaron hacia la vigilancia de pacientes que eran contactos de casos positivos al virus, lo cual conllevó incorporar personal médico, de enfermería y otras especialidades.
Ya en mayo el centro volvió a “mutar” en sus funciones, al empezar a tratar a personas con algún síntoma que las hacía sospechosas de portar la enfermedad. Esto elevó más el rigor, en observancia de los protocolos de tratamiento inherentes a cualquier institución hospitalaria, como los pases de visita o la discusión de casos.
Por último, a raíz de los focos recientes que incrementaron de forma abrupta los casos en La Habana, el centro acoge ahora a más de un centenar de familiares, amistades y otros contactos de pacientes confirmados con la COVID-19, quienes permanecen en observación hasta que les realizan la prueba PCR al tercer día de la última posible exposición al virus, para descartar cualquier trasmisión.
“Tenemos familias completas aquí, con más de 30 menores de edad, incluidos 10 infantes de hasta siete años”, apuntó el doctor Aragón, al explicar la complejidad de esta fase, que obliga a no mezclar personas con diferentes fechas de ingreso o provenientes de distintos eventos de trasmisión.
Adicionalmente, en otro edificio o residencia independiente, mantienen en cuarentena a cerca de 70 trabajadores de la salud y de otras labores de apoyo que tratan con personas infectadas.
Otras estrategias esenciales
Suaima Frías Sarría y Zuleidis Prieto León eran habitualmente dependientas gastronómicas en la Facultad Preparatoria de Cojímar, pero sus tareas cambiaron tras la creación del centro de aislamiento. Ahora ambas trabajan en la cocina, uno de los servicios esenciales y que más satisfacción reporta en las encuestas que hacen a pacientes y personas allí hospedadas.
Como la mayoría de ese colectivo, estas trabajadoras ahora pasan muy poco tiempo en casa. A Suaima la esperan una adolescente y un pequeño de siete años, a quien el papá le graba las teleclases para cuando ella pueda repasarlo; mientras que Zuleidis ya casi perdió tres meses de los seis de embarazo de su hija. “La familia nos apoya y están orgullosos de lo que hacemos”, afirmaron.
Para Armando Benavides Bueno, decano de esa institución docente, la clave para un buen resultado radica en la organización y la cultura del detalle. El alto nivel de gestión administrativa y la discusión diaria de las tareas es lo que permite brindar un servicio de mayor calidad, sostuvo Andrés Desvernine, jefe de Elaboración y Gastronomía.
Esta labor en los siete grandes centros de aislamiento que hoy existen en la capital tiene un seguimiento constante por el Consejo de Defensa Provincial, enfatizó Vladimir Depestre Hernández, representante de ese órgano en la instalación de Cojímar.