Por qué EE.UU. no promueve la cancelación de la deuda externa de todos los países en desarrollo si realmente quiere ayudar a las regiones de África y América Latina, como pregona Washington, aprovechándose de la COVID-19 para continuar interfiriendo en los asuntos internos de las naciones del Tercer Mundo, en beneficio de sus intereses hegemónicos.
Es bien conocido que el régimen de Donald Trump desata una guerra comercial sin precedentes contra China, que dicho sea de paso la tiene perdida, en dos escenarios principales: el continente africano y Nuestra América.
EE.UU., el país más infectado con la COVID-19 y con más de 100 mil muertes, pretende utilizar la coyuntura de la pandemia para con algunas donaciones monetarias conseguir la confianza de la que ya no goza en ambas regiones, y recuperar el terreno que le han ganado el gigante asiático, y otras potencias emergentes como Rusia e Irán.
Con esa intención utiliza organizaciones estrechamente vinculadas a la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en ingles), entre ellas la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID), afamada por dedicarse a subvertir el orden y derrocar gobiernos no bien vistos por la Casa Blanca.
El dinero de la USAID es de la CIA y del Pentágono, y lo quieren “lavar” con condicionadas donaciones ínfimas, supuestamente para socorrer a naciones con escasos recursos, cuyas economías se ven hoy severamente dañadas por la pandemia mortal que azota a la humanidad.
EE.UU. vuelve a utilizar la mentira, una de sus más conocidas armas, con el propósito de lograr su objetivo de seguir siendo el gendarme internacional, algo que ya dejó de ser por su postura agresiva e irresponsable, y por su incapacidad demostrada frente a la COVID-19.
Recordemos que recientemente, y en medio de la pandemia, Trump decidió retirar sus contribuciones financieras a la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ahora parece la CIA destinará a “ayudas” a países pobres.
Evidentemente esa conducta deja mucho que desear de la que todavía se dice llamar la primera potencia mundial, cuando sólo es una potencia pandémica, y lo saben muy bien sus gobernantes, incluido Trump.
En una conversación reciente con expertos en África y en la Patria Grande escuché decir categóricamente que si algo bueno dejará la COVID-19, es que en lo adelante nadie le creerá a la Casa Blanca ni una sola palabra.
La pandemia le ha quitado de una vez por todas a Washington la máscara y el disfraz de abuelita del famoso cuento de la “Caperucita Roja”, y se ha desvelado para muchos su verdadero rostro, el del lobo feroz que ha sido siempre.