Por: Marilyn Bobes
Con una obra extraordinariamente extensa, haciéndose preguntas y pronosticando el caos que hoy puede tomar la forma de una pandemia, Jesús Lara Sotelo ha alcanzado la cualidad de visionario con una poesía signada por las profecías o agudas observaciones sobre el destino del hombre contemporáneo.
“Mis pesadillas siempre reflejan un tiempo futuro”, asegura en un texto donde reafirma ese poder de pronosticar no solo los desastres y las debilidades de la condición humana sino los de un mundo que hoy se vuelve más parecido al que describe y donde ahora caminamos junto a él “con la esperanza de no haberme contagiado durante la noche” aun cuando presentimos que “nada es seguro cuando el mal se estrecha como un lazo en la garganta”.
Pero no es, en mi opinión, la Covid 19 la única que asoma en los libros de Lara. Está también la avaricia, el egoísmo de los poderosos que se hace más patente en las actuales circunstancias y todos los males que se deducen del injusto orden mundial donde “los cementerios son más comunes que las bodegas” en estos momentos.
Los poemas de este autor y su condición visionaria parten de un agudo poder de observación que van desde lo que acontece en su entorno más inmediato hasta lo que ha vivido más allá de las fronteras de la Isla en sus numerosos viajes por el mundo.
Su pesimismo ante la autodestrucción, de la cual es lúcido testimoniante, no es una pose literaria, es el convencimiento de que, de no poner fin a los muchísimos males que aquejan a los seres humanos a consecuencia de su falta de conciencia y solidaridad, hace que necesite “explicarme las cosas, avizoradas como señales de humo en las colinas de la ciudad”.
“Hoy me pregunto dónde estamos, cómo hemos llegado hasta aquí, quiénes vendrán después de nosotros”. Y en esta agónica interrogación se debate constantemente auxiliado de esa capacidad que recorre cada uno de sus textos para profetizar un desenlace que aún estamos a tiempo de contener.
Aspira a “un paisaje donde las nubes asesinas no derritan el hielo, ni calmen el pasto ni derriben los pocos árboles que quedan”. Es un llamado que ojalá encontrara eco en aquellos que están contribuyendo a la extinción de la especie humana.
Leer a Jesús Lara Sotelo en los tiempos que corren pudiera ser una experiencia de auto-reflexión para aquellos que todavía permanecen insensibles ante la dura realidad que, en tiempos de pandemia, se manifiesta de manera más rotunda e intranquilizadora.
En un excelente ensayo titulado Cuando el arte se anticipa a la realidad, la historiadora del arte Elisa Álvarez demuestra con argumentos irrebatibles que Lara Sotelo “irrumpe en este contexto actual en calidad de visionario lo cual es aplicable a las líneas discursivas que han diseccionado su trabajo durante 30 años de carrera artística, por anticiparse a los hechos de la realidad y tener la capacidad de crear contenidos desde una visión realista, lúcida y analítica”.
De esta manera es posible compilar una antología de sus textos donde estas características toman forma y nos hacen ver el presente desde los ojos de un poeta que fue capaz de presagiar, sin equivocarse, lo que podría ocurrir en un mundo globalizado, donde el individuo solo parece tener la opción de rebelarse apelando a su mundo interior.
Al recorrer la historia de la civilización acude a diferentes filósofos que, como él, fueron capaces de vislumbrar las tragedias que hoy nos envuelve y pregunta a los antiguos “a qué hora debemos contar los muertos como si fueran billetes”. La hora de esta pandemia devastadora pudiera ser una de las respuestas.
Sobre los que no acuden a sus propias reflexiones hay otra interrogante: “¿De qué ha valido la flecha de la evolución si hemos tardado demasiado en encontrar la eternidad interior?”. Y es desde esa eternidad que Lara escribe, mortifica, saca a sus lectores de la zona de confort para colocarlos en el mundo verdadero, aun cuando este no sea el que deseamos para nosotros o para nuestros hijos.
En ese “espectáculo de la subasta humana” Lara vuelve una y otra vez a inquietarnos con sus pronósticos, si bien aterradores siempre realistas, analíticos y lúcidos para decirlo con palabras de la ya mencionada Elisa Álvarez.
Quizás una buena definición para los textos de este autor es la que él mismo hace: “Un poema es solo pánico asimilado en una escala invisible”. De esta manera estaríamos ahora todos viviendo en esa escala y atrapados por el pánico.
“Las cosas que alguna vez entreví, ahora respiran en el aceite azul de la noche”, dijo en el siglo pasado y estremece pensar que la profecía la estamos viendo ahora en los poemas que a través de sus más de cincuenta libros han intentado funcionar como un llamado de alerta desde el escepticismo y las contravenciones.
No solo en la ciencia ficción pueden encontrarse anticipaciones, basta observar el presente para saber que hay un horizonte sombrío ante nosotros. Pero ello solo pueden saberlo poetas como Jesús Lara Sotelo a quien importan menos los aplausos de la complacencia que una mirada descarnada y premonitoria que le permite trascender.
No es este autor un adivino sino un hombre privilegiado por las experiencias vividas que ha sabido aprovechar las oportunidades que se le han dado para escarbar más allá de las apariencias. Casi siempre desde la angustia pero con un enorme sentido de la responsabilidad para con la vida.
Es un buen momento para volver sobre sus poemas y reflexionar con la mirada puesta en un futuro que puede ser aún más oscuro y tenebroso.
La recuperación de una utopía que también subyace en esta obra sobrecogedora será la única posible salvación para los humanos. Gracias a Lara por alertarnos.