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Cuando se habla de terrorismo…

Cuando se habla de terrorismo, desde los Estados Unidos, resulta inevitable pensar en quiénes han sido los mayores promotores de este fenómeno en nuestra área y cómo lo han hecho y, de igual manera, precisar quiénes han sido las mayores víctimas de este terrible accionar. Para responder esas inquietudes es imprescindible remitirse a la historia, lo cual proyecta el papel de los Estados Unidos, respecto a este fenómeno en relación con Cuba, desde hace más de seis décadas.

Un somero repaso a la conflictiva relación bilateral Cuba-Estados Unidos evidencia la tendencia histórica a la dominación sobre la isla caribeña por parte del poderoso vecino, aun cuando todavía no había desarrollado la condición de potencia en la arena mundial; luego remite al logro parcial de tal propósito a partir de la intervención norteña en la guerra hispano-cubana en 1898 y su resultado, con la imposición del apéndice constitucional conocido como Enmienda Platt, así como las múltiples vías utilizadas para consolidar un sistema de dominio neocolonial que habría de quebrar en 1959.

El breve recuento realizado conduce a entender la importancia que revistió para la potencia, que emergió en el campo internacional desde la intervención en Cuba y el ensayo de “su sistema de colonización” en esta tierra -para decirlo con lenguaje de Martí- el control de la mayor de las Antillas. Por Cuba se inició su ascenso como potencia, Cuba fue también territorio de ensayo de los nuevos métodos a utilizar en la época del imperialismo capitalista, por tanto, era también espejo para otros territorios a controlar. Tales características muestran la importancia del dominio sobre la “Perla del Caribe” para el imperio estadounidense tanto en lo geopolítico, como en lo económico, en lo político y en lo simbólico y, en consecuencia, el impacto de la quiebra de tal dominio.

La posición de los Estados Unidos ante la Revolución Cubana se puede caracterizar de hostil desde antes del triunfo revolucionario; pero los actos más claros de esa hostilidad se aprecian a partir de 1959, los que pueden agruparse en planes de asesinato de sus dirigentes, en especial de Fidel Castro; acciones de sabotajes a instalaciones y diversos espacios de Cuba; ataques a zonas costeras, embarcaciones y personas en territorio y aguas cubanas por grupos procedentes de los Estados Unidos; violaciones del espacio aéreo cubano por aviones salidos de aquel país; creación, promoción y apoyo a grupos alzados en la Isla; ataques y asesinatos de personal diplomático cubano en distintos países y en los propios Estados Unidos así como a las sedes cubanas; además de auspicio de invasiones, agresiones económicas en lo que el bloqueo económico, comercial y financiero es un elemento de presión constante, los intentos de aislamiento y, en fin, múltiples formas de agresión, entre las cuales los actos terroristas se cuentan entre los de mayor impacto en la sociedad isleña.

En cuanto al uso del terrorismo como forma de ataque a la Revolución Cubana hay que tomar en cuenta las acciones desarrolladas por grupos con sede en los Estados Unidos cuyas actividades han sido permitidas por sus autoridades, grupos organizados y financiados por instancias oficiales estadounidenses y las que se han organizado y realizado desde esas propias estructuras de poder, en lo cual la Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha tenido un papel central, aunque no único, pues en esto han participado otras esferas de decisión y hasta grupos creados específicamente para ello.

La hostilidad, como queda dicho, comenzó desde la etapa de la lucha insurreccional en Cuba, pues si bien no tenían una definición clara de la tendencia ideológica de la fuerza que definieron como fundamental, el Movimiento 26 de Julio, y de su líder Fidel Castro, sí estaba claro que no aceptaban su posible triunfo y buscaron otras vías y personas para impedirlo, acerca de lo cual hay diversos ejemplos; tal es la búsqueda de una “tercera fuerza” como lo definieron en las discusiones que se desarrollaron hasta dentro del Consejo de Seguridad Nacional, las maniobras para implantar una junta cívico militar que sustituyera a Batista y otras formas, dentro de las cuales no puede obviarse la llegada a Cuba de Robert Nye, el 12 de noviembre de 1958, para infiltrarse en las fuerzas rebeldes de la Sierra Maestra y llegar a Fidel Castro con el propósito de asesinarlo, lo cual fue descubierto después del triunfo revolucionario, cuando fue detenido y confesó haber sido reclutado por el FBI y agentes batistianos.

A partir de 1959, sin embargo, comenzaría la elaboración de planes que se han mantenido a lo largo del tiempo con diversas variantes. No pueden obviarse en este asunto definiciones claras de política por parte de las instancias decisorias en los Estados Unidos. El 15 de septiembre de 1959 ya se definió una posición en las “Instrucciones del Departamento de Estado a todas las postas diplomáticas y consulares en las Repúblicas Americanas”, donde se indicaba la tarea de “convertir en escéptica” la opinión continental sobre Fidel Castro y la Revolución Cubana, bajo la apariencia de una reacción latinoamericana; sin embargo la mayor definición vendría el 16 de marzo de 1960, cuando se aprobó el “Programa de acción encubierta contra el régimen de Castro”, y que tuvo la sanción del presidente Dwigth Eisenhower al día siguiente. Este plan era bien claro en sus propósitos:

(…) provocar la sustitución del régimen de Castro por uno más consagrado a los verdaderos intereses del pueblo cubano y más aceptable para Estados Unidos, de manera tal que se evite cualquier apariencia de intervención norteamericana. Esencialmente, el método para alcanzar este fin será el de inducir apoyo y, en la medida posible, dirigir la acción dentro y fuera de Cuba, por grupos selectos de cubanos (…).

Para lograr esos objetivos, se planteaba crear una oposición cubana “unificada y responsable”, desarrollar una ofensiva propagandística con emisora radial, crear una organización encubierta de inteligencia y acción dentro de Cuba, preparar una fuerza paramilitar fuera de Cuba y dar apoyo logístico a operaciones militares encubiertas.[1] Como puede observarse, semejante plan abarcaba todas las formas posibles para lograr la derrota de la Revolución Cubana.

Luego vendrían otras decisiones y planes, que pasan por el decreto del bloqueo económico el 3 de febrero de 1962, hasta llegar a la aprobación de leyes como la “Ley de la democracia cubana”, llamada Torricelli, en 1992 y la «Ley de la Libertad Cubana y la Solidaridad Democrática», conocida por Helms-Burton, en 1996, cuya activación completa se produjo por el actual gobierno presidido por Donald Trump. Son múltiples las formas que se han implementado frente al proceso revolucionario cubano, pero hay un objetivo claro desde 1959: destruir la Revolución cubana e impedir lo que llamaron la aparición de “una segunda Cuba”. Para esto todos los medios han sido válidos y el terrorismo ha formado parte de ellos. Acciones ya mencionadas, como el bloqueo económico, financiero y comercial entran dentro de esa clasificación por sus consecuencias para la población.

Entre los tempranos actos terroristas de mayor impacto se cuenta la explosión del buque “La Coubre”, en el puerto de La Habana el 4 de marzo de 1960, con sus numerosas víctimas. A este seguirían otros, dentro de los cuales no olvida el pueblo el estremecimiento por el crimen de Barbados, cuando el 6 de octubre de 1976 explotó un avión cubano procedente de esa isla caribeña producto de un sabotaje, donde murieron 73 personas que viajaban en ese vuelo. Aquel acto conmocionó a todos; pero no fue más que uno dentro de una saga, y cuyos autores intelectuales residieron en los Estados Unidos hasta su fallecimiento sin que se les aplicara la justicia, por el contrario, fueron utilizados en otros países dentro de planes estadounidenses.

Actos terroristas que han costado la vida a personas dentro y fuera de Cuba se han realizado a lo largo de décadas, en lo cual hay que sumar los asesinatos cometidos en y desde la Base Naval en Guantánamo como los del obrero Rubén Sabariego y los soldados guarda fronteras Luis Ramírez López y Ramón López Peña. Esos actos de asesinar personas se reiteraron en los ataques a embarcaciones cubanas, secuestros de pescadores, ataques con armas de fuego a zonas costeras, además de la incitación y el apoyo a las bandas contrarrevolucionarias que actuaron en zonas rurales de Cuba, fundamentalmente en la década de los sesenta, y que asesinaron campesinos y jóvenes alfabetizadores. El suministro procedente de los Estados Unidos para esas bandas, así como los contactos, especialmente con representantes de la CIA, han sido bien documentados.

Entre los muchos planes concebidos por instancias estadounidenses se encuentran los múltiples intentos de asesinar a Fidel Castro, asunto que la llamada Comisión Church o “Comité Selecto del Senado de los Estados Unidos para el estudio de las operaciones gubernamentales respecto a las actividades de inteligencia” que actuó entre 1975 y 1976, comprobó en algunos de los casos. Más allá del mencionado de 1958, ya en febrero de 1959 se inició una serie de proyectos con la llegada del ciudadano estadounidense Allen Mayer, quien fue arrestado. Estos planes incluyeron las más diversas maneras de actuación, bien con armas de fuego, bien con envenenamiento, o con explosivos o con sustancias que actuarían sobre el comportamiento público de Fidel, en fin, que se actuó para eliminar el líder de la Revolución, bajo el criterio de que eso facilitaría el derrumbe de la Revolución. Estos planes se ampliaron a otros dirigentes, entre ellos, Raúl Castro.

Los sabotajes a instalaciones cubanas, campos de caña y otros han sido parte de los intentos de destruir a la Revolución. Algunos provocaron, además de las pérdidas económicas, la de vidas humanas como en el caso de la trabajadora de la tienda El Encanto, Fe del Valle en 1961. Esto se extendió en el tiempo a otros espacios, como los centros turísticos donde hubo una nueva víctima: el italiano Fabio Di Celmo en 1997, en el hotel Copacabana de la capital cubana, detrás de lo cual estaba la mano de uno de los responsables del crimen de Barbados. La lista de pérdidas de vidas y de mutilados por actos de esa naturaleza es amplia, lo cual implica un alto costo humano para el pueblo de Cuba, más allá de los efectos económicos.

No podemos hacer aquí una cronología de todos los actos terroristas realizados pues sería en extremo extensa, pero no pueden quedar en el olvido, pues han sido parte de una dolorosa historia que habrá que seguir exponiendo para información o rememoración como parte de la memoria histórica que debe preservarse.

Si nos atenemos a la definición del vocablo terrorismo que ofrece el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española (2014), tenemos lo siguiente: “1. Dominación por el terror; 2. Sucesión de actos de violencia efectuados para infundir terror; 3. Actuación criminal de bandas organizadas que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma social con fines políticos.” Entonces, ¿ha sido Cuba víctima del terrorismo? ¿Los Estados Unidos han sido responsables de esa práctica? El lector tiene los elementos para responder esas interrogantes.

[1] Foreign Relations of the United States, 1958-1960, Vol VI, Washington, 1991, pp.  850-851.

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