Históricamente siempre ha existido algo mágico en el pugilismo cubano. Muchos especialistas (técnicos, periodistas y escritores) han intentado descifrar el secreto de su éxito.
Algunos construyeron tesis respetables. Sin embargo, humildemente prefiero argumentar que en el fondo es tan misterioso, que resulta más sencillo repetir mil veces, que su viril trazo de triunfo sobrepasa el cuadrilátero.
En nuestra amplia y prestigiosa galería de campeones varios entallaron grandes gestas. Asaltan la memoria Kid Chocolate, Kid Gavilán, Teófilo Stevenson, Ángel Herrera, Andrés Aldama y Mario Kindelán.
Entre tantos mitos siempre sentí una afinidad especial por el tricampeón mundial Adolfo Horta. No solo por sacar a bailar a la gloria en divisiones diferentes (54 kg Belgrado-1978, 57 kg Munich 1982 y 60 kg Reno 1986), sino porque su maestría, además de deshidratar al rival, incendiaba de emoción el alma del aficionado.
A la mayoría de sus rivales, ni el empuje, ni la técnica, ni la fe podía salvarlos. Cuando subían al ring eran tan intensos los olores de la derrota, que sus rostros predestinaban el fracaso.
Es cierto que Horta, infinidad de veces graduado como competidor implacable no pudo conquistar la gloria olímpica. Su metal plateado en Moscú-1980 fue como un guiño traidor del destino ante semejante talento.
Ello no empañó su linaje. A partir de ahí, su pugilato generó más ilusión y memoria. En cada una de sus disertaciones la afición repetía mentalmente en las gradas o frente al televisor y la radio, sus casi infalibles mecanismos técnicos.
Su graduación, rematada con su tercer lauro planetario en 1986, (en ese período las justas del orbe eran cada cuatro años), provocó una oleada de entusiasmo tan admirable, que hasta un histórico de la narración deportiva cubana, le llamó, tal vez como una forma de resumir su inmensa aptitud, como el hombre del boxeo total.
Tal vez con esa frase, intentó resumir lo que él representó para su deporte.
El legado de Adolfo Horta es tan fértil como el de varios jerarcas que le superaron en títulos. Resaltan, Stevenson (tres premios dorados olímpicos en más de 81 kg), y Kindelán (dos en 60 kg).
Aun así, su faena, escrita con puño firme y enguantado, inspiró a una victoriosa camada, que intentó retratar su insuperable destreza.
Me atrevo a asegurar que en el fondo de su ser gozó de sus numerosas recompensas. La más deseada y escurridiza para la mayoría de la humanidad se enamoró de él con justeza, su nombre: la eternidad.
Ganadores de la 4ta semana del Concurso
¿Qué boxeador cubano logró sus tres títulos mundiales en tres divisiones diferentes?
1) A/Horta; 2) R/Balado; 3) T/Stevenson; 4) M/Kindelan.
– Arelis Piloto Calderín, de Matanzas
– Fernando Laborde Chacón, de Pinar del Río
– Humberto Hernánde Quintana, de La Habana
– Miguel A. Gutierrez Pérez, de La Habana.
– Luz M. Suárez Machín, de Matanzas.
