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El Héroe, sus novias y los desamores (+ Fotos)

«Ni perder tiempo, ni derrochar petróleo, la máquina hay que acotejarla en el cañaveral», afirma Renán. Foto: José Luis Martínez Alejo

Nunca él olvida su primera novia. La relación surge en el batey La Teresa cuando el muchacho la ve mover el penacho verde. Tanta atracción emocional siente que, a más de medio siglo del noviazgo, aún va al campo “a despeinarla” cada jornada en su natal zona cañera, donde Renán Cabrera Franco se gana el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.

Allí veía también pasar a Dulcinea en las carretas que movía su papá con un tractor hasta el central azucarero Enrique Varona, nombrado Adelaida antes del triunfo revolucionario de 1959, en el municipio de Chambas, al noroeste de la provincia de Ciego de Ávila.

“¿Separarme de ella al jubilarme?, ni pensarlo”, afirma el ídolo de una familia arrimada a los plantones. “La caña es mi vida y la de mis seres queridos. Renancito, uno de mis hijos, es el mecánico de mi cosechadora, y Arleibys, el otro, conduce una combinada; mis hermanos también manejaron las cortadoras”.

 

¿Cuándo comienza oficialmente la relación entre usted y la caña?

“A los 16 años de edad, como machetero en el Ejército Juvenil del Trabajo, fue mi primera zafra. Luego tuve algo así como una aventura con una alzadora de caña, porque después me enamoré de la única máquina que tendré hasta que la salud me lo permita”.

 

Sin embargo, hace un tiempo querías cambiarla.

“Sí, te lo dije aquel día atareado en el cañaveral, la verdad es que esas combinadas modernas llamadas Case son buenas, pero tienen varios operadores, es como una mujer con tres maridos, y todo el mundo no la trabaja igual, la mía solo yo puedo tocarla, está vieja y es incansable la KTP2M…”.

Se arrima al “tajo” del diálogo, acompañada de su nieta Ibelice y una taza de café, la Heroína con título honorífico de consagrada esposa durante 40 años, Hereisy González Sifonte.

“Lo conocí en una zafra, nos casamos y me dediqué al cuidado de nuestros hijos para que él estuviera en el cañaveral. A la hora que llegara lo estaba esperando, principalmente con otra muda de ropa limpia, porque la que traía siempre estaba llena de pica pica y grasa. Ahora casi no le sirve la camisa, ha engordado, parece que la zafra está floja”.

Renán retoma la conversación. Intenta disimular con sus respuestas que está en un momento de desamor, porque le han caído “materias extrañas” a la cosecha cañera en la unidad básica de producción cooperativa (UBPC) Arabal.

Será esta la segunda temporada al hilo sin conquistar el título de millonario, quien atesora 80 millones de arrobas cortadas. La añeja combinada no le falla, sí cancanea el transporte con un camión para acarrear toda la materia prima acumulada en el campo.

Otros números hablan demasiado: el operador de corte mecanizado, que en una quincena había ganado 3 mil pesos, hoy devenga 503.35. En cambio, su aporte individual vale mucho: 1.33 litros de petróleo consumido por cada tonelada de caña derribada (el plan de la UBPC es de 1.41), lo cual representa unos 268 litros de petróleo ahorrados.

Y no es Renán el que saca tantas cuentas, ni tampoco tiene tanto tiempo para andar diciendo por doquier que el techo de su vivienda necesita ser impermeabilizado. Mayo, el mes húmedo, se lo dijo a Trabajadores.

 

Los héroes tienen también gratos y malos recuerdos, ¿puede contarnos los suyos?

“Sí, el más difícil fue en la zafra que se fundió dos veces el motor de la máquina, me daban ganas de coger la mocha y seguir picando. El más productivo cuando derribé tres y medio millones de arrobas.

“El más feliz aquel día de 1997 cuando el Comandante en Jefe colocó en mi pecho la estrella de Héroe del Trabajo. Fidel me dijo: ʽguajiro, sigue guapeandoʼ, le respondí que hasta que tuviera salud, aquí estoy al pie del surco, y eso no me lo prohíbe ni la COVID-19”.

 

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