Dos meses después de la aparición del primer caso del nuevo coronavirus en Cuba, son muchas las lecciones y aprendizajes que nos sigue aportando el enfrentamiento a esta pandemia.
Más allá de los resultados concretos en número de personas contagiadas, fallecidas y salvadas, así como de la tendencia positiva de los últimos diez días en la declinación de la curva de infecciones, en el sentido organizativo y humano también hay experiencias de inestimable valor.
La forma de poner todos los recursos humanos y materiales en función de la salud humana, con una estrategia clara para la prevención y el control, estimulan también una respuesta solidaria en nuestra ciudadanía que prevalece como norma sobre las actitudes egoístas o irresponsables.
Increíblemente, en tiempos de mayor aislamiento físico y de un necesario distanciamiento social, no son pocas las iniciativas que florecieron en estos 60 días para apoyar a las personas y grupos poblacionales más vulnerables, tanto en el plano institucional como entre la misma gente.
Todo esto además en un contexto de dificultades económicas que precedían a este momento, como resultado del recrudecimiento del bloqueo del gobierno de los Estados Unidos, y de la claridad sobre los aprietos adicionales en que nos coloca la actual situación para el corto y el mediano plazo por venir.
No es menos cierto también que en las actuales circunstancias emergieron o quedaron en mayor evidencia las grietas que todavía existen en determinados eslabones del funcionamiento de nuestra sociedad, como las debilidades en la distribución y comercialización de alimentos, o las todavía presentes indisciplinas y actuaciones negligentes de no pocos individuos.
No obstante, todo hace indicar que de la Covid-19 será posible salir con ganancias desde el punto de vista subjetivo. Muchas personas redescubrieron en este tiempo la importancia de vínculos afectivos y redes de apoyo que hasta hace muy poco dábamos muchas veces por sentados, sin percatarnos casi de su existencia.
Las familias, los barrios, el vecindario, los colectivos laborales, esos espacios de socialización tan esenciales en la realidad cubana, volvieron a emerger como baluartes de una nueva manera de relacionarnos, donde lo individual es importante, pero poco o nada se consigue si no hay un trabajo mancomunado para el mejoramiento colectivo.
Todavía no resulta posible cantar victoria frente al nuevo coronavirus. De hecho, para evitar retrocesos es preciso mantener el más riguroso y estricto cumplimiento de las medidas vigentes y las que vendrán. Para conseguir vencer esta difícil etapa, y prepararnos para los siguientes retos, que muy probablemente no serán menores, sino tan solo diferentes, hay que mantener entonces como premisa, ese principio que nos permitió llegar hasta aquí: la solidaridad en todos los terrenos y materias, como mejor y única alternativa.