El mayor monumento a la memoria de Celia Sánchez es su obra inmensa. Por eso ha sido inspiración de los poetas, presencia en el cuerpo lírico de la nación.
El santiaguero Alberto Serret la inmortaliza en un poema hermoso: En un tren de espuma/ bajo el aguacero/ viaja rumbo al monte/ cuajado de enero/ aquella muchacha/ que he visto en un sueño/ con tantas palomas/ prendidas al pelo…
El Indio Naborí, cantor del pueblo, la retrata en uno de sus textos: Estrella que alumbró la noche oscura,/ en los días sangrientos de la guerra,/ no es un silencio que el sepulcro encierra/ sino una idea viva que fulgura.
La obra de Celia es tan grande, que a veces parece inefable. Escribe el repentista Adolfo Alfonso: ¡Oh paloma verde olivo!/ Para rendirte homenaje/ Habrá con otro lenguaje/ que inventar un adjetivo…
Y una mujer que se declara ferviente admiradora de la heroína de la Sierra, la poeta Nancy Morejón, le dedica unos versos intensos: Como el viento sutil de Media Luna/ Celia es así, como era Celia,/ sonrisa y tempestad,/ y con ellas se marcha,/ entre mantos y orquídeas,/ hacia las puertas de la eternidad.
Mujer de muchas aristas, Celia mereció e inspiró muchos poemas. Pero el poema mayor fue el que ella misma escribió con su quehacer pródigo.