La pandemia provocada por el SARS-CoV-2 no solo ha constituido una muy seria amenaza a la vida humana ─de hecho lo más importante─, sino también un azote para la economía mundial, a lo que Cuba, obviamente, no está ajena.
Además de los gastos elevados que significa su enfrentamiento, se ha producido una contracción en las importaciones y exportaciones, así como en la producción y los servicios.
En una reunión reciente del Consejo de Ministros, Alejandro Gil Fernández, titular de Economía y Planificación, significaba el encarecimiento de los productos en el mercado internacional y de los fletes para la transportación. Si a eso se le suman las garras del bloqueo del Gobierno estadounidense contra el pueblo cubano, el panorama se hace aún más difícil.
Asimismo están presentes otros cinco canales: una reducción del comercio internacional, la caída de los precios de los productos primarios, la intensificación de la aversión al riesgo y el empeoramiento de las condiciones financieras mundiales, una menor demanda de servicios turísticos y una reducción de las remesas.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en una previsión oportuna, advirtió que la pandemia del coronavirus impacta a las economías de la región a través de factores externos e internos, cuyo efecto conjunto conducirá a la peor contracción que ha sufrido desde 1914 y 1930. Según las últimas estimaciones, se prevé que alcance un promedio de ─ 5,3 % este año.
¿Cómo actuar ante esa situación tan preocupante?
Tal y como caracteriza la actuación del Gobierno cubano, para responder de manera organizada, sin improvisaciones, a los efectos que la pandemia tendrá en el desarrollo inmediato de Cuba, el Consejo de Ministros aprobó ajustar el Plan de la Economía de este año, lo cual permitirá conducir el país de manera más objetiva y crear las condiciones para su recuperación.
Según explicó el titular de Economía y Planificación “es muy importante en este proceso de ajuste proteger las exportaciones, priorizar la producción nacional de alimentos, medicamentos y aseo; intensificar las medidas de ahorro de recursos de todo tipo, no solo los energéticos; y no paralizar la actividad productiva ni la comercialización de recursos básicos”.
Entonces, es prudente que cada quien se pregunte: ¿qué puedo hacer para, dentro de la compleja situación existente, proteger la economía y no permitir que la caída sea tan estrepitosa?
Al alcance de la mano de todos está, de alguna manera, el ahorro, no solo en el disparado consumo eléctrico, sino de cada uno de los recursos disponibles en los centros que se mantienen activos, ya sean productivos o de servicios. A esa medular fuente de riquezas, como lo ha definido el General de Ejército Raúl Castro Ruz, le llegó ─ahora sí─ el momento de ser protagonista verdadero y que no quede en aspiración y consigna. Hay que analizar, hacer planes y controlar.
Considero que también le llegó el momento definitivo a los inventarios de productos ociosos y de lento movimiento. Es ahora o nunca. Se han gastado cuartillas enteras en exhortaciones u orientaciones y lo avanzado no llega siquiera a lo medianamente necesario. Hay que escudriñar en los almacenes, pero con sentido lógico y creativo. Y en ese accionar es decisivo lo que indiquen o ejecuten los consejos de dirección de cada centro y los propios trabajadores.
Y hay que apegarse a la aspiración de preservar, sobre todo, los rubros tradicionales, como el tabaco, el ron, el azúcar, los productos biotecnológicos, la miel de abeja… para cuando haya estabilidad en el mercado internacional. En ese empeño no puede haber fallo alguno.
Como tampoco puede fallarse en las acciones tácticas y estratégicas para potenciar la producción agropecuaria, a la que se destinarán recursos materiales y financieros en divisas, preferencialmente para el arroz, plátano, frijol, maíz, boniato y huevos, carne de cerdo y ganado menor, la acuicultura y la obtención en el país de alimento animal.
En una economía con cero turismo y un bloqueo recrudecido no se puede seguir trabajando normalmente y que nada pase. Hay que dar los argumentos con transparencia, para que todos nos unamos; ajustarse a la realidad e imponerse a ella con trabajo, subrayó Alejandro Gil Fernández.
En la aspiración de minimizar las inevitables afectaciones, el aporte de todos cuenta, fundamentalmente de los trabajadores, cooperativistas y campesinos.
En tiempos de pandemia, la economía pesa demasiado.