La semana volvió a cubrirnos el rostro, pero no el corazón. No hubo plazas, desfiles, plenarias ni actos gigantescos. Sin embargo, las banderas sí cubrieron los balcones, el homenaje a Lenin no faltó en su Colina de Regla, la energía de los trabajadores se tradujo en producción, ahorro y eficiencia; en tanto una idea nos guió en medio de la pandemia que vivimos: somos un pueblo de valientes.
Niños que serán trabajadores mañana. Donaciones de alimentos a centros de aislamiento por parte de cooperativas agrícolas. La familia haciendo de su casa una plaza. Las brigadas médicas cumpliendo misiones por la salud de la humanidad. El nasobuco coloreado con las ganas de vivir. La cancelación de un sello para la historia del movimiento sindical. Postales todas de una organización que pudiera resumir su razón de ser en el apego a la justicia y a la verdad, en defender un país como se defiende la vida hoy.
Campesinos sembrando antes del sol del mediodía, constructores a pie de obra, fábricas produciendo alimentos e ingenieros llamando a menos consumo de electricidad también pudieron ser retratos este Primero de Mayo.
Al final del largo viaje, de la festividad sui géneris, donde varios hermanos del mundo nos saludaron por resistir y vencer pese al cruel bloqueo del gobierno de Estados Unidos, solo un verso salió de agradecimiento y respuesta. ¿Qué somos y seremos? Una Cuba, muchas manos.
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