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Llamó dos veces y no es el cartero

Ezequiel tiene 85 años y vive solo. Su casa está algo lejos de la mía, pero me acostumbré a verlo salir temprano cada mañana con su paso octogenario hasta el Círculo de Abuelos de la esquina de la cuadra… Siempre nos saludaba a Inés y a mí: entre bromas y cariños a la niña, nos deseaba un buen día y se alegraba de vernos…

Jamás crucé palabras más cercanas… y hoy en medio del confinamiento social le he extrañado…Percatándome de que solo una persona nos podría servir de enlace, he rogado me absuelvan todas las leyes de la epidemiología y le he escrito un papel…

Katsuyori Pérez Mola, estudiante de quinto año de Medicina en Guantánamo.

Son las 9:10 a. m. y tocan a mi puerta… Por la hora imagino quien sea y abro ansiosa, lo confieso, más por lo que espero que por responder la encuesta acostumbrada…

Recibo el mensaje y puedo leer:

Buenos días… Yo estoy bien, gracias… Me alegro igual la niña “dulce” y usted… Sabe que por poco no lee este mensaje??. Pero es más de lo que parece este joven que ya conozco lo que me preguntará todos los días, y aun así lo hace, y como sé que no se cansará yo le ayudo… No tengo sintomatología respiratoria, tampoco fiebre y me siento bien de salud en general… Como yo sé que usted puede agradezca mejor que yo a este muchacho que me dijo su nombre, pero no lo recuerdo, me dio orientaciones según su trabajo, las mismas de ayer, con el mismo cuidado, luego de llamar dos veces a la puerta… Sé que cuando usted lo haga pondrá esa foto que le he pedido a él mismo se tome con su “aparatico”, y saldrá está nota que con paciencia le pidió escribir para una vecina y su hija entrañables, este maestro alfabetizador cuyos ojos ya no ven todo lo que se empeñan…

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