Desde mediados de marzo el deporte mundial fue sacudido también por la pandemia de la COVID-19. Se aplazaron los Juegos Olímpicos de Tokio para el 2021, se pospusieron las etapas clasificatorias o finales de varios torneos de fútbol en Europa y América, se canceló el inicio de la Major League Baseball (MLB) y hasta se suspendió la temporada del National Basketball Association (NBA), tras dar positivo un jugador de los Jazz de Utah.
Otros centenares de eventos nacionales e internacionales corrieron igualmente sus fechas y solo Bielorrusia y Taipéi de China —al menos que se conozcan—, renunciaron a detener sus ligas de hockey sobre hielo y béisbol, respectivamente. La salud de los deportistas y no poner en riesgo a la población que acude a disfrutar de esos espectáculos figuraron como argumentos incuestionables para recesar casi todas las justas del mundo.
A la par, patrocinadores, grandes empresas económicas y cadenas de televisión vinculadas a clubes y torneos aceptaron las pérdidas que eso traería, esperanzados de que en dos meses a lo sumo todo volvería a la normalidad. La realidad ha demostrado que se necesitarán hasta seis meses para controlar la enfermedad y ya comi2l?
Tomemos como ejemplo la Liga Española de Fútbol. Este 28 de abril pensaban realizar el primero de los tres test del coronavirus a todos los jugadores en plantilla, pero lo aplazaron hasta el 4 de mayo, cuando se supone inicienr los entrenamientos individuales y en grupos reducidos entre el 4 y el 11 de mayo, y un tercer pesquisaje llegará antes de iniciar la competición, prevista para el 6 de junio.
Por supuesto, todo sería a puertas cerradas, en tanto los directivos o dueños de la llamada liga de las estrellas han prometido que trabajarán por controlar los cinco puntos débiles: contactos personales en el vestuario, el entrenamiento, los partidos, los viajes y con las familias. La reacción de los jugadores no ha sido igual en todos los casos, al margen de que en marzo y abril cobraron el 70 % de sus millonarios salarios.
Los capitanes de los equipos de Primera y Segunda División mostraron su preocupación por la situación que vive la sociedad española en general y en particular «por las condiciones sanitarias que se encontrarán cuando vuelvan a la actividad». No faltaron propuestas de cancelar el evento y pensar en el 2021, lo cual fue rechazado de tajo, pues las finanzas parecen importar más que los enfermos, ingresos o hasta muertes que pudieran sobrevenir.
La atadura o casi dependencia económica de estos consorcios —sucede igual en atletismo, boxeo, tenis, baloncesto, lucha, entre otras disciplinas— es la razón de la presión que ya se ejerce para acortar los plazos y salir a las canchas.
Sobre el público, un nicho imprescindible para souvenirs, comidas y demás productos, las empresas han manejado ideas diferentes como controlar las temperaturas a la entrada de los estadios y limitar las capacidades a la mitad de la instalación.
Más allá de que los amantes de la actividad física estemos deseosos de volver a vivir con goles, jonrones o canastas, los minutos indican calma, paciencia y disciplina. Los verdaderos dueños del deporte habían esperado demasiado. Su reacción está encadenada a las cuentas en retroceso, pérdidas millonarias y cierta rentabilidad o lógica del capital.
Ojalá y por vez primera, como tantas veces luchó Diego Armando Maradona, los actores principales del espectáculo se unan en pos de cuidar su salud, aunque en sus arcas caigan menos billetes. Los seguidores y el resto de la humanidad se lo agradecerán. Que vuelva el deporte cuando el planeta sane. Esa debe ser la filosofía.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.