Viejas alternativas surgidas ante la necesidad de diversificar surtidos para una mayor producción e ingresos contribuyen a enfrentar la demanda de la industria alimentaria entre la población guantanamera.
Práctica común en buena parte del territorio sobresalen la fabricación de productos a partir del plátano, experiencias de comunidades aisladas del centro urbano donde se expenden las llamadas chicharritas embasadas en jabas de naylon.
La producción de galletas dulces y saladas, helados -hechos con pulpa de frutas gracias a contratos con agricultores-, así como dulces en almíbar, mermeladas, conservas de frutas y vegetales, también salidas de la innovación industrial son otras de las estrategias del ramo, que enfrenta a partir del bloqueo continuas limitaciones con no pocas de sus materias primas e ingredientes básicos.
Esta semana, en declaraciones al periódico Venceremos Albis Hernández Díaz, directora de la Empresa Alimentaria en Guantánamo explicó que se valora además comercializar algunos renglones de otros municipios como San Antonio del Sur, cuya minindustria elabora encurtidos de tomate y pepino.
Según argumentó la directivo como parte de la estrategia de enfrentamiento a las condiciones de alarma sanitaria por la COVID-19, el territorio diversifica sus producciones, a tenor con los recursos disponibles y los suministros proporcionados por la agricultura.
Expresó también que para garantizar el incremento de los productos, se redujo la elaboración de algunos alimentos que contienen mucha harina, como es el caso del camprán y las panetelas sureñas, y en su lugar, aumentaron ofertas paralelas de galletas Brilla y Argelinas, Pelly Pan y Palitroques de igual demanda y mayores posibilidades de ahorro de recursos.
En la provincia mas oriental de Cuba alrededor de 70 mil trabajadores se mantienen en sus puestos y tareas laborales, de los cuales unos cinco mil pertenecen al sector, vital para satisfacer las demandas y servicios a quienes permanecen en casa.
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